Estamos en diciembre de 2015. Me levanto temprano y entro en el baño. El hombre con quien comparto mi vida desde hace casi nueve años, hoy convertido en mi marido, volvió tarde anoche. En el espejo delante de mí descubro un post-it de un amarillo muy chillón pegado a la altura de mi nariz: “Serás una madre fabulosa, hazme un hijo”. ¿Un embarazo?
Algunas de mis amigas me decían: “¡Pero no te das cuenta de la suerte que tienes, estás con un hombre que quiere tener un hijo, es genial!”. Sí, porque al parecer, con frecuencia serían las mujeres quienes desean tener hijo(a)s y los hombres no quieren o, más bien, esto es lo que transmite el pensamiento común.
¿Por qué? ¿No sería en realidad porque no se deja hablar a los hombres lo suficiente sobre estos temas? De hecho, el mito puede derrumbarse muy rápidamente si empezamos a mirar un poco el tema desde su punto de vista.
En 2015, la página americana y feminista Jezebel publicó un estudio que terminaba con los prejuicios respecto a esta teoría. ¿Adivinas qué? En Estados Unidos, 80 por ciento de los hombres sin hijo(a)s quieren tener, versus un 70 por ciento de mujeres.
Por mi lado, hace ya dos años que las señales se van multiplicando y que Clément me transmite sus acuciantes ganas de convertirse en padre. “Please, ¡va a ir muy bien, verás cómo sí!”, “es el momento adecuado”. O al revés: “No sirve de nada esperar más tiempo, nunca habrá un momento adecuado”.
¡Ahí está la cosa! Hablemos del “momento adecuado”. Siempre me dije a mí misma, sin pensarlo mucho: “Sí, quiero ser madre”, posponiendo el tema para más adelante.
UN TEMA QUE TE INVADE
Y entonces el tema empieza a invadir poco a poco tu vida social, hasta inmiscuirse en las profundidades del cerebro de tu pareja antes de hacerte realmente tilín a ti. Cuando mi amiga Pihla quedó embarazada, en 2013, fuimos a cenar las dos al salir del teatro cerca de Châtelet. Era invierno y llevaba un jersey blanco un poco largo, probablemente porque se le notaba ya un poco. Por su lado también, Tom estuvo “listo” antes que ella misma: de hecho, nos habíamos regalado una estancia bien merecida en Barcelona unos meses antes con la idea de que podría suceder cualquier cosa.
Me dijo entonces una de las cosas más reconfortantes que jamás he escuchado sobre el tema: “No esperes a ver una señal o a despertarte una mañana con una epifanía, eso no va a suceder”. Y esa es la cosa. En esto de tener bebés, o te lanzas o no te lanzas.
Y es que, entre todos los miedos que me atenazaban ese momento —miedo a que mi vida cambie, miedo de no poder trabajar más como yo quiero, miedo de alejarme de mis amistades, o miedo (el más extraño de todos sin duda) de que algo o, más bien alguien en este caso, se inmiscuyera sin mi permiso en mi pareja y acaparara de golpe toda la atención, poniendo en riesgo mi relación—, pesaba sobre mis hombros una pregunta terrible: ¿en qué momento decido dejar la píldora y dar el paso?
En realidad, el deseo de uno no consigue siempre dar lugar al bienestar del otro. Y en este proyecto tan excitante como vertiginoso, lo más duro, precisamente, es conseguir en primer lugar ponerse de acuerdo.
EL MES 0 DE TU EMBARAZO
Prepara tu cuerpo para preparar mejor tu mente. Toma ácido fólico algunos meses antes de empezar a intentar un embarazo. Puedes pedirle una receta a tu médico(a) o a tu gine, o comprarlo directamente en la farmacia.
No olvides las multivitaminas (hay de varias marcas) y comprueba, sobre todo, que contengan yodo, tu mejor aliado en este momento para luchar contra los disruptores endocrinos.
¡Haz deporte! Da igual cuál, aprovecha. Hace mucho bien tanto físico como psicológico. Y haz del pescado tu aliado. Pescados marinos para el yodo, pescados más grasos para el omega-3.
Si eres vegetariana, vegana o flexitariana, infórmate con un(a) nutricionista para optimizar tu dieta. Si puedes/quieres, disminuye tu consumo de alcohol y tabaco.
Haz algo así como un predetox para demostrarte a ti misma que puedes hacerlo. Es bueno para tu moral también. Y hazte la prueba de la rubéola y de la toxoplasmosis lo antes que puedas.
¿QUÉ MÁS HACER?
Si aún no estás inmunizada, puedes vacunarte contra la rubéola (por eso hay que hacerlo lo antes posible), y respecto a la toxoplasmosis, simplemente tendrás que prepararte psicológicamente a tener cuidado con todo lo que comas.
Recuerda, en cualquier caso, si no haces nada de todo esto, podrás quedar igualmente embarazada. Incluso si no comes pescado, sin hacer deporte, sin tomar vitaminas, estando con una cogorza de aúpa (borrachera pues) y sin saber si alguna vez en tu vida has tenido ya la rubéola. N
—∞—
Pihla Hintikka es periodista. Nacida en Finlandia, escribe artículos de prensa y textos de ficción en finés, inglés y francés. Y Elisa Rigoulet está especializada en arte contemporáneo. Colabora con regularidad con revistas y blogs franceses y extranjeros. Fragmento del libro Guía feminista del embarazo: para una m(p)aternidad libre. La participación de los firmantes en esta sección se lleva a cabo con el apoyo de Comunicación KrearT. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de las autoras.