El dolor comenzó poco a poco, primero en las manos y en la cabeza, después en las rodillas y la espalda. Al cabo de un par de años, cubría todo mi cuerpo. El dolor se apoderaba de mi vida: poco a poco dejé de salir con mis amigas porque prefería estar en cama, bajé mi productividad en el trabajo porque solo podía pensar en la aflicción que sentía y en su procedencia misteriosa. Finalmente, me diagnosticaron lupus eritematoso sistémico (LES) y, así, me hice a la idea de que el dolor sería mi eterno compañero y que no había mucho que hacer para detener su violenta conquista.
Aprendí a vivir adolorida, a decir “me siento bien” cuando en realidad me quería hacer bolita en una esquina y llorar y a pretender tener todo bajo control por miedo a perderme más en la soledad que acompaña el dolor.
Cuatro años después del diagnóstico, llegó un momento en el que el dolor ya no me dejaba ni pensar ni sentir. Me había convertido en una sombra tratando de no molestar a nadie con mi sufrimiento. La vida en soledad fue insostenible y me obligué a salir del escondite del dolor crónico para buscar soluciones más allá de la medicina alópata —que o era tan fuerte que no me permitía funcionar en el mundo, o tan débil que no le hacía “ni cosquillas” al dolor.
EFECTIVO PARA TRATAR EL DOLOR
Así, me encontré con un estudio que aseguraba que el cannabis podría ser efectivo para tratar el dolor crónico. Comencé a utilizar esta planta en acompañamiento de mis medicamentos y me atrevo a decir que la combinación de tratamientos me ha permitido vivir, dormir, trabajar y funcionar en una sociedad que no ofrece ningún tipo de apoyo a quienes padecen enfermedades como la mía. Aún hay mucho dolor, pero ahora es controlable y vivir ha dejado de doler.
La doctora María Fernanda Arboleda es una médica colombiana especializada en anestesiología, medicina del dolor y cuidados paliativos por el Instituto Nacional de Nutrición “Salvador Zubirán”, en la Ciudad de México. Después de años de estudiar el cannabis medicinal y sus efectos en pacientes con dolores crónicos neuropáticos —dolores que están presentes por más de tres meses y que se originan en el sistema nervioso—, hoy la doctora Arboleda asegura que, aunque el cannabis no cura enfermedades, puede ser muy efectivo en el tratamiento de este tipo de dolor y de otros síntomas que son causa de algunas enfermedades o tratamientos.
“El cannabis medicinal y yo tuvimos un amor a primera vista porque pude ser testigo del impacto que estaba teniendo en la calidad de vida de las personas que estaban padeciendo cáncer”, dice la doctora sobre el tiempo que pasó estudiando los efectos médicos de la planta en Canadá.
UNA ERA PROHIBICIONISTA DEL CANNABIS
Quienes se dedican a advocar por el uso del cannabis medicinal no la tienen fácil. Hemos crecido en una era prohibicionista del cannabis, “llevamos 100 años de prohibición donde hemos crecido con una cantidad enorme de estigmas, prejuicios y mitos relacionados con su uso. Eso nos ha llenado de ideas erróneas. Hoy, en consulta, nos encontramos con dos extremos de pacientes: el que dice que el cannabis es la panacea y la droga milagrosa que nos va a salvar de todos los problemas y el que dice que el cannabis pone a la población en peligro de drogadicción. Ambos extremos desprestigian el posible tratamiento con cannabis y tenemos que empezar a hablar de la planta como una herramienta útil para el control de síntomas”, explica la doctora Arboleda.
También los médicos que actualmente ejercen se formaron en una era de la medicina basada en la evidencia. “Los efectos terapéuticos del cannabis llevan estudiándose a profundidad hace apenas diez años. Estamos en la infancia de la investigación y por eso aún no hay suficiente evidencia científica”, aclara la doctora que durante años se ha encargado de organizar talleres y conferencias en América Latina para que más profesionales de la salud conozcan los beneficios terapéuticos de la planta.
MÁS DE 500 COMPUESTOS QUÍMICOS
La planta de cannabis tiene más de 500 compuestos químicos, entre ellos se encuentran los cannabinoides (hay más de 100) y los estudios se enfocan principalmente en los dos que más abundan en la planta: THC y CBD. Ambos se utilizan en la práctica clínica, pero el THC también es popular por su uso adulto. “Cuando hablamos de THC para uso medicinal estamos hablando de concentraciones supremamente bajas que no tienen que ver con las altas concentraciones que usamos para el uso adulto. Así, el THC ha mostrado ser útil para el manejo del dolor crónico”, profundiza.
Además de sus efectos para el control de dolor crónico neuropático, el THC ha demostrado ser efectivo mejorando la calidad de sueño en personas que tienen síndrome de estrés postraumático al disminuir los terrores nocturnos. También, ha resultado efectivo para aliviar el apetito en pacientes con VIH, sida y cáncer. Y en calmar las náuseas y el vómito secundarios a la quimioterapia.
“El CBD y el THC son psicoactivos y ambos trabajan en el sistema nervioso central. La diferencia es que el CBD no produce la intoxicación que podríamos ver con altas concentraciones de THC”, explica la doctora como respuesta al creciente mito que enaltece al CBD como una sustancia no psicoactiva.
El CBD ha funcionado con artritis reumatoide como antiinflamatorio, y también en algunas enfermedades como síndrome de Crohn. “Pero es importante comprender que no todos los antiinflamatorios son analgésicos”, agrega la doctora, y dice que el CBD no ha mostrado funcionar para calmar el dolor.
NUESTRO CUERPO Y EL CANNABIS
También, el CBD es ansiolítico, “pero solo hay estudios específicamente en el trastorno de ansiedad social y ansiedad en pacientes con dolor crónico, cáncer, párkinson y trastorno del espectro autista”, aclara, ya que la desinformación ha alimentado el mito de que el CBD puede curar la ansiedad en el momento y que no es necesario un tratamiento a largo plazo.
El CBD también es neuroprotector y ayuda con crisis convulsivas en pacientes con epilepsias refractarias. Ha mostrado impactar en la frecuencia y en la intensidad de estas crisis, sobre todo en pacientes niños. También ha mostrado ser antioxidante y por eso ha tomado mucha fuerza en enfermedades dermatológicas como psoriasis, eczemas, dermatitis atópica y acné.
Todos los seres humanos y animales vertebrados (y algunos invertebrados) tenemos un sistema endocanabinoide que se compone de tres partes: receptores cannabinoides (CB1 en el sistema nervioso central y CB2 sistema periférico); cannabinoides endógenos (anandamida y 2-AG), y enzimas o proteínas que sintetizan y degradan a estos cannabinoides endógenos que producimos.
La doctora Arboleda explica: “Este sistema sirve para mantenernos en equilibrio, cuando la persona pierde el tono de su sistema endocanabinoide tiene problemas y sabemos que cuando damos cannabis exógeno (de la planta) regresa al equilibrio y el paciente reporta una mejoría. Lo que pasa es que el cannabis está interactuando con tu sistema endocanabinoide y regresando al cuerpo al equilibrio. Este sistema interactúa con muchos sistemas de nuestro organismo: cardiovascular, inmunológico, plasticidad sináptica, emociones, ciclo del sueño, con las vías del dolor, etcétera”.
LEGALIDAD EN ESTADO DE PAUSA
Esto es importante porque para que algo nos duela pasa por las vías del dolor, después llega al cerebro y entonces sentimos dolor. “El sistema endocanabinoide interactúa con nuestras vías del dolor. Cuando el cannabis se toma en dosis apropiadas, en el paciente correcto y con el producto adecuado, debería interactuar con su sistema endocannabinoide para regresar al equilibrio y que sienta una mejoría”.
El estatus legal del uso medicinal del cannabis interfiere con los avances en estudios científicos. Por ejemplo, en Estados Unidos el uso del cannabis medicinal es ilegal de manera federal. Cada estado ha tomado posturas distintas, pero federalmente es ilegal. Así, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) solo ha aprobado un producto de cannabis que se llama Epidiolex para pacientes con epilepsia refractaria. Cada frasco le cuesta al paciente 1,500 dólares, esto lo convierte en un producto inalcanzable para la mayoría de la población.
“Todo lo que venden las tiendas de cannabis de forma legal en California, Colorado y otros estados son suplementos alimenticios, esto quiere decir que nada está aprobado como uso médico”, previene la doctora Arboleda.
“México está muy cerca de Estados Unidos, entonces recibimos todos estos productos que venden por fuera del marco legal y que no son tratamientos médicos. Es una situación muy grave porque a la planta de cannabis —al igual que a todas las plantas— le crecen hongos y bacterias, además la pueden crecer con pesticidas, metales pesados y contaminantes. Al no haber un control de calidad estricto, en estudios de laboratorio se han encontrado productos con e-coli, clepsidra y un montón de patógenos; comenzamos a ver pacientes que están teniendo infecciones por consumir productos que estaban contaminados”, explica.
PACIENTE CORRECTO
En México, en 2017 se modificó la Ley General de Salud diciendo que en el país el cannabis tiene propiedades curativas. Al día en que se cerró esta edición existe ya un reglamento de cannabis medicinal, que se emitió en enero de 2021. Sin embargo, no se ha implementado. “Es muy frustrante que los pacientes en México no puedan acceder a tratamientos reales de cannabis. Este reglamento está lleno de zonas grises y por eso vemos que se venden productos de cannabis bajo la sombrilla de que son suplementos alimenticios”, dice la doctora, quien ha pasado los últimos años luchando porque los pacientes que son candidatos a tratamientos de cannabis en México puedan acceder a un producto confiable.
El dolor es tan complejo que afecta todas las dimensiones de la vida de un ser humano: relaciones interpersonales, de pareja, capacidad para trabajar, concentrarte, funcionalidad, capacidad para dormir y calidad de vida. “Con estos tratamientos buscamos impactar desde diferentes estrategias, porque una sola cosa no es suficiente y hay que hacer analgesia multimodal (medicamentos, terapia física, terapia psicológica y cannabis)”.
Sin embargo, no todos los casos de dolor son adecuados para recibir un tratamiento con cannabis. La doctora María Fernanda Arboleda explica que para que uno pueda hablar de una prescripción responsable y segura hay que tener en cuenta tres puntos muy importantes:
- El paciente debe ser candidato a cannabis. Hay contraindicaciones y pacientes que no deben tomarlo.
- Un profesional de la salud que esté debidamente entrenado en la prescripción de cannabinoides.
- Un producto que cumpla con los estándares de calidad y con respaldo sanitario.
“Si te falta uno de estos tres no podemos hablar de una prescripción responsable de cannabinoides”, concluye.
EL CANNABIS Y SUS TRES USOS PRINCIPALES
Adulto: recreativo o lúdico.
Industrial: hemp o cáñamo que se usa en la industria textil, fibra, papel, alimentos, bebidas y suplementos alimenticios.
Medicinal: hace referencia al cannabis como planta, no al cáñamo. N