Todos sabemos que no podemos hacernos cosquillas por nosotros mismos. Y ahora, un equipo de científicos del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional, en Berlín, Alemania, explica la razón.
Según se explica en una publicación del 21 de septiembre de 2022, en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B, los investigadores midieron la respuesta a las cosquillas basándose en las expresiones faciales, las vocalizaciones y los mensajes subjetivos.
A tal fin, el equipo pidió a los voluntarios que realizaran dos ejercicios. En el primero, los participantes solo habrían de recibir la estimulación de una persona que les haría cosquillas. Y en el segundo, los sujetos tendrían que hacerse cosquillas al mismo tiempo que lo hacía otra persona.
A continuación, los científicos compararon sus observaciones de ambos ejercicios y determinaron que, en todos los casos, el cosquilleo “autoinfligido” debilitaba de manera significativa la respuesta general a las cosquillas.
“La sensación de cosquilleo es la conducta naturalista idónea para estudiar el fundamento neuronal del aprendizaje y la adaptación cerebral”, explica a Newsweek la Dra. Marlies Oostland, profesora de neurociencias en la Universidad de Ámsterdam, quien no intervino en la investigación. “Las cosquillas nos permiten estudiar la manera como el cerebro responde ante eventos sorpresivos e inesperados”.
Cuando sentimos cosquillas, el cuerpo envía un mensaje a dos regiones cerebrales distintas. La primera, llamada corteza somatosensorial, se encarga de analizar y responder al estímulo táctil. En tanto, la segunda, denominada corteza cingulada anterior, dirige la respuesta del cuerpo ante la sensación de placer. Es así como, en combinación, las dos regiones cerebrales crean la sensación de cosquilleo.
COSQUILLAS KNISMESIS Y GARGALESIS
Las cosquillas pueden ser de dos tipos. El primero, conocido como knismesis, se refiere a un cosquilleo ligero y superficial. Por ejemplo, el roce de los cabellos en la nariz. El segundo tipo, llamado gargalesis, se refiere a las cosquillas más enérgicas y rítmicas, como las que se observan durante la interacción social del juego.
Si bien tampoco intervino en la investigación, la Dra. Marina Dávila Ross, experta en psicología comparativa en la Universidad de Portsmouth, dice a Newsweek que el segundo tipo de cosquilleo no es exclusivo de los humanos. “Podemos observar la gargalesis en toda suerte de mamíferos”, afirma.
El Dr. Michael Brecht, miembro del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional y líder de la investigación que aquí nos ocupa, explica a Newsweek: “Sabemos que las cosquillas evolucionaron en el contexto de los juegos de pelea. La gesticulación facial y la risa son señales que indican al compañero de interacción que todo está bien… que puede tocar al otro”. Esas señales permiten que los dos participantes distingan entre un ataque de juego y una pelea real.
Brecht agrega que su estudio de las cosquillas autoinfligidas forma parte de una investigación más amplia sobre la capacidad lúdica del cerebro de los mamíferos. “Me parece que la capacidad cerebral para el juego no ha sido estudiada debidamente”, sentencia.
Los juegos de pelea intervienen en todo, desde el desarrollo muscular hasta el alivio del estrés e incluso las destrezas sociales de los individuos. “Las conductas lúdicas, como el cosquilleo, nos permiten ensayar movimientos y secuencias ante eventos inesperados, y dentro de un entorno seguro”, interpone Oostland.
EL RESPONSABLE ES EL CEREBELO
Para la investigación recién publicada, el equipo de científicos se propuso el objetivo de determinar por qué sentimos cosquillas cuando otros aplican el estímulo y no cuando lo hacemos nosotros mismos.
“No creemos que el cerebro haga una distinción entre el ‘yo’ y la ‘otredad’”, informó Brecht. “Por el contrario, la información humana y animal recogida sugiere que tan pronto como nos tocamos, el cerebro suprime fuertemente la respuesta sin importar que el contacto fuera iniciado por uno mismo o por otra persona. Las respuestas neuronal y conductual a las cosquillas solo ocurren cuando el contacto es sorpresivo”, precisa Oostland.
Los investigadores conjeturan que esto se debe a una región encefálica llamada cerebelo. “Es un área que se encuentra en la parte posterior del cerebro y que tiene gran importancia para el movimiento, la cognición y la filtración de los estímulos relevantes”, prosigue Oostland.
“El cerebelo filtra la sensación del cosquilleo autoinfligido, lo que probablemente reduce la actividad de las otras regiones cerebrales que [habitualmente] procesan la respuesta a las cosquillas”, añade.
Claro está que la percepción de las cosquillas también depende mucho del contexto y del estado de ánimo. “El temor, la ira y emociones parecidas suprimen la sensación de cosquilleo”, añade Brecht, quien puso a prueba esta premisa en un estudio previo con ratas, y demostró que las situaciones que inducen ansiedad suprimen la descarga de las neuronas que intervienen en la respuesta a las cosquillas.
“Solo somos susceptibles de experimentar cosquillas cuando nos sentimos seguros”, concluye Oostland. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).