Roberto Márquez viajó 800 kilómetros desde Dallas, Estados Unidos, a Agujita, en México cargando el lienzo en que retrató el drama de los diez mineros atrapados desde hace una semana en un yacimiento de carbón.
Este pintor mexicano, de 60 años, va por el mundo plasmando tragedias, pero también la esperanza que emana de ellas, como en Agujita (estado de Coahuila, norte), donde no han faltado los gestos de solidaridad hacia las familias de los humildes obreros.
“Tiene que ser un mensaje de respaldo a una situación que todos estamos esperando que sea positiva. Esperamos que nuestros hermanos salgan vivos”, dice el artista, originario de Zacatecas (centro), frente al bastidor que él mismo armó con madera y clavos, muy cerca del sitio donde centenares de rescatistas luchan sin pausa.
La imagen, con reminiscencias del muralismo mexicano y del Guernica de Pablo Picasso, es una creativa expresión de fraternidad hacia los parientes de los trabajadores de la mina artesanal El Pinabete.
La obra, un tríptico de unos cinco metros de ancho por dos y medio de alto, muestra del lado izquierdo una representación con detalles zoomórficos de una de las torres que se erigen sobre los llamados “pocitos”, precarios agujeros por donde se extrae el carbón.
Trazos gruesos en blanco, negro y gris conforman cruces y escaleras que salen del subsuelo. En medio, sobre un fondo azul cielo, manos negras alzadas imploran ayuda a un ángel que con brazos y alas extendidas parece responder a su llamado, al lado de una figura femenina y otras imágenes antropomorfas que se suman a la causa, explica Márquez.
FAMILIARES DE MINEROS ATRAPADOS OBSERVAN A DETALLE EL LIENZO
Familiares de los mineros le ayudan a colocar el cuadro en el pasaje por donde entran y salen decenas de personas que acuden diariamente a acompañar o presenciar las labores de rescate.
“Significa que fue aceptado, esa es mi interpretación. Si fuera un rechazo a lo mejor ya me estarían tirando pedradas”, afirma sonriente el pintor, cuya creación no tiene fines comerciales.
Márquez ya ha realizado ofrendas artísticas similares en otros contextos trágicos, según puede constatarse en su cuenta de Instagram. Pintó un mural en San Antonio, Texas, tras el hallazgo de medio centenar de migrantes muertos en un tráiler en junio pasado; hizo otro tras el asesinato de 19 niños en una escuela de Uvalde, en ese mismo estado en mayo, y también cerca de Kiev, capital de Ucrania, en marzo último, en las primeras semanas de la invasión rusa.
Los familiares que acampan en los alrededores de la mina observan con curiosidad la labor de Márquez. Una joven opina que podría complementarse colocando mensajes de aliento y buenos deseos para los mineros en los márgenes del lienzo utilizando alfileres.
Mientras el pintor trabaja, muchas personas alrededor disfrutan un suculento plato de espagueti con salsa de tomate y pollo guisado. En plena hora del almuerzo, Angélica Solano, ama de casa de 58 años residente en el municipio de Sabinas (al que pertenece Agujita), ha dado en el clavo al llegar acompañada de tres familiares con grandes charolas cargadas de estas viandas.
“Cada vez que hay un desastre o que alguien necesite nuestro apoyo, siempre lo hemos hecho como familia y pues aquí estamos apoyando”, cuenta mientras sirve la comida.
“DÍA Y NOCHE”
Solano no tiene a ningún pariente atrapado en la mina, pero sí amigos y conocidos. “Hay que ponernos en los zapatos de las personas que siempre necesitan de nosotros”, reflexiona.
Los familiares de los mineros atrapados, así como otros trabajadores de la llamada zona carbonífera de Coahuila, también han sido pieza clave del operativo de rescate desde 3 de agosto, cuando la mina se inundó con los trabajadores en su interior. Cinco de ellos salieron con vida.
Ronaldo Mireles, hijo de Juan Carlos, uno de los obreros cautivos, ha trabajado hasta 18 horas seguidas apoyando en la instalación de las motobombas que extraen ingentes cantidades de agua del yacimiento. Bajar estos equipos hasta el fondo de los pozos inundados requirió hasta un día completo para cada uno, relata Mireles, de 24 años.
Su “cuadrilla”, de siete voluntarios y 10 soldados, batalló para introducir los pesados aparatos hasta 60 metros en el subsuelo con ayuda de grúas y un camión. Adicionalmente, instalaron la extensa línea de tuberías, del fondo de los pozos a la superficie y luego hasta 100 metros fuera del área de rescate.
“Hemos estado día y noche. Recién hace dos días hemos podido ir a dormir a la casa”, dice a la AFP durante un descanso de su ardua faena. N