Hace algún tiempo en Cuba parecía casi imposible congeniar la fe protestante con la defensa de los derechos de las comunidades LGBTIQ+. Pero eso ha empezado a cambiar, aunque solo sea para unos pocos. Adiel González Maimó es una prueba de ello. Desde su posición actual como líder bautista y activista de la diversidad, demuestra que ni siquiera el cristianismo es totalmente inmune a los cambios de época.
De profesión profesor de inglés, González (31) es teólogo y líder de una de las comunidades que conforman la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC). Forma parte de esta organización desde los 20 años, cuando asumió públicamente su homosexualidad y abandonó la conservadora Convención Bautista Occidental. En FIBAC encontró un lugar donde “podía ser cristiano bautista y amar a otro hombre sin que por ello me condenaran al infierno”, dice.
Perteneciente al oficialista Consejo de Iglesias de Cuba, FIBAC es una denominación un tanto peculiar dentro del protestantismo cubano. Sobre todo, porque es la única organización bautista explícitamente a favor de la unidad de todos los cristianos, la única que ordena mujeres al ministerio pastoral y la más sensible a la temática LGBTIQ+.
De ahí que no sea contradictorio que hoy González pueda conciliar la predicación con el activismo por los derechos LGBTIQ+. Algo por lo que se ha hecho visible en los últimos años y que llevó a la plataforma cubana 11M a incluirlo entre las personas queer más influyentes de 2021. Y de ahí, también, que tenga una lectura particular respecto a lo que sucede en el interior del movimiento protestante cubano, en especial alrededor de las denominaciones más fundamentalistas.
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A unos días de que arrancara la consulta popular sobre el proyecto de ley del Código de las Familias (del 1 de febrero al 30 de abril), que reconoce derechos largamente demandados por la comunidad LGBTIQ+ como el matrimonio igualitario y la adopción homoafectiva —por lo que muchos prevén un choque de agendas similar al que en 2018 llevó a grupos protestantes y conservadores a presionar contra el artículo 68 de la Constitución—, conversamos con González sobre el activismo de estas iglesias y sus complejas relaciones con el Estado durante los últimos años.
—¿Cómo prevés que sea la participación del activismo religioso conservador ahora en la discusión del Código de las Familias? ¿Será un activismo en el mismo nivel del ocurrido durante la discusión de la Constitución?
—Yo creo que el activismo contra el Código de las Familias se va a hacerse sentir. De hecho, ya están organizados en torno a la campaña por una escuela sin ideología de género. Y después de su logro parcial en este tema (la Resolución Ministerial 16/2021 cuya aplicación fue aplazada) ahora se van a enfocar en el Código de las Familias. Se van oponer a los temas de matrimonio igualitario, adopción homoafectiva, reproducción asistida para parejas del mismo género, gestación solidaria, que son los derechos que tienen vinculación directa con la comunidad LGBTIQ+. Y además [contra] un tema que a ellos les preocupa mucho, que es el de la responsabilidad parental. Esos van a ser los puntos en los que ellos se van a enfocar.
“Lo que probablemente no pasará es que estas iglesias se lancen en grandes manifestaciones a la calle. Primero por la situación sanitaria. Y, segundo, porque creo que eventos como esos no los vamos a ver en Cuba nuevamente en un buen tiempo”.
2018: UN ANTES Y UN DESPUÉS
—En 2018, durante el debate sobre la nueva Constitución, muchas iglesias lograron organizarse y presionar al Estado, especialmente para impedir que se reconociera el derecho al matrimonio igualitario. ¿Qué peso tuvo esto en la visibilidad que ha ganado el cristianismo desde entonces?
—Indudablemente el 2018 marcó un antes y un después en cuanto a la visibilidad del cristianismo conservador y fundamentalista. Ese año sucedió algo inédito: distintas denominaciones, que generalmente no tienen vínculos tan estrechos —al menos en lo institucional— y que generalmente no se unen para casi nada, crearon un frente único frente al artículo 68. Eso fue un suceso histórico. Estamos hablando de las iglesias protestantes más grandes: las bautistas, la pentecostal, la metodista, que formaron un frente que yo llamo anti-LGTB porque, básicamente, su oposición fue al tema del matrimonio igualitario.
—Algunos grupos religiosos reclaman que ellos en realidad hicieron una campaña más amplia a favor de los derechos individuales, pero que toda la atención se la llevó el tema del matrimonio igualitario. ¿Crees que esta es una reclamación justa?
—Su oposición fue al tema del matrimonio igualitario. Así fue, con independencia de que al interior de estas iglesias existieran pastores que abogaran por el pluripartidismo o la elección directa del presidente. Existen pastores en la Iglesia Metodista o en la Convención Bautista Occidental, por ejemplo, que tienen posiciones contrarias al sistema político, económico y social imperante en Cuba, pero eso no quiere decir que esas sean las posturas de las denominaciones. Eso hay que separarlo completamente. La agenda común era contra el artículo 68, no contra el Partido Comunista.
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—Después de eso se creó la Alianza de Iglesias Evangélicas, una organización independiente que de alguna manera desafía al Consejo de Iglesias de Cuba. Eso fue también histórico.
—Sí, pero fue algo muy efímero. La Alianza surge en contra del Consejo de Iglesias, porque el Consejo nunca se pronunció contra el artículo 68: dio libertad a sus miembros para que decidieran libremente qué posición tomar. Surge entonces la Alianza, pero se fractura poco después porque la agenda parecía tomar un matiz más político, diferente de la tradicional anti-LGTB. Entonces algunas denominaciones decidieron salirse. Nunca lo dijeron públicamente, pero es evidente que una de las causas fue el marcado carácter derechista que algunos dirigentes de estas iglesias fundamentalistas estaban tomando. Por eso otros decidieron separarse, para que una cosa [no] se mezclara con la otra. Nada de esto se dijo explícitamente, pero yo lo leo entrelíneas.
—¿A qué te refieres cuando dices que comenzó a desintegrarse por el carácter derechista de algunos de sus dirigentes?
—A que sus líderes fundadores tenían relaciones públicas conocidas con personajes como Teo Babun y la Evangelican Christian Humanitarian Outreach for Cuba (ECHO-Cuba), organización considerada como subversiva por el gobierno cubano y vinculada en aquel entonces al gobierno de Donald Trump, marcadamente de extrema derecha.
“Por eso se sabía que esta iniciativa no iba a prosperar. Y tanto fue así que, tres meses después de la fundación, una de las denominaciones que la gestaron, la Convención Bautista de Cuba Occidental, se sale. Y con certeza las presiones de las autoridades cubanas fueron un factor determinante en esta decisión”.
EL HETEROPATRIARCADO ES UN MAL
—¿Crees entonces que la Alianza ha sido un fracaso?
—Yo creo que sí. Hace mucho que de esta organización no se sabe nada. No han tenido más pronunciamientos, ni siquiera ante los acontecimientos que han ocurrido en el país durante los últimos meses: las manifestaciones del 11 de julio, la propuesta del 15 de noviembre o la misma presentación del Código de las Familias y su aprobación en la Asamblea en diciembre de 2021. De esa organización no se ha escuchado nada y no creo que vuelva a escucharse más, a menos que se reactiven ahora, durante la consulta popular del Código de las Familias, donde se está proponiendo aprobar el matrimonio igualitario y otros derechos humanos que favorecen a la comunidad LGBTIQ+, lo cual es la única preocupación de este tipo de organizaciones.
—¿Es justo atribuir la no inclusión del matrimonio igualitario en la Constitución solo al efecto de las campañas desarrolladas por grupos religiosos conservadores, o crees que era también un tema que dividía al oficialismo e, incluso, a la sociedad en general?
—No. La no inclusión del matrimonio igualitario en la Constitución de 2019 no se debió únicamente a la campaña desatada por las iglesias fundamentalistas, aunque esta sí fue un factor clave. El heteropatriarcado es un mal que pervive en la sociedad cubana, a pesar de los avances que se hayan podido lograr en las últimas décadas. Ese mal se presentó con mucha fuerza en los debates populares en torno a la Constitución y al entonces artículo 68. Y, al mismo tiempo, no es un secreto para nadie que existía oposición dentro de la dirección del Estado y el gobierno cubano, en el mismo Partido Comunista y hasta en la Asamblea Nacional del Poder Popular.
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—Varios países latinoamericanos registran un crecimiento acelerado de las iglesias fundamentalistas neopentecostales. ¿Crees que es igual en Cuba?
—El neopentecostalismo aún no es una fuerza poderosa en Cuba. Aquí el fundamentalismo es más visible en iglesias con una historia más larga de presencia y trabajo en nuestro país: las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Iglesia Metodista, la Liga Evangélica, la Iglesia Pentecostal Asambleas de Dios y otras.
—¿Por qué crees que el fundamentalismo cristiano ha ganado fuerza en Cuba? ¿Cuáles son las causas detrás de este fortalecimiento?
—Fue en la década de 1990 del siglo pasado cuando este fenómeno se manifestó con mayor fuerza y visibilidad. Fue la época del boom de la práctica religiosa en Cuba, y no solo dentro del cristianismo. Las razones son diversas, pero sin dudas el derrumbe del campo socialista y el tristemente célebre Periodo Especial, con todas sus carencias y retos, impulsaron a las personas a buscar un refugio ante el colapso de todo el sistema filosófico y de vida que habían creído hasta el momento, con todo lo que eso implicó en los ámbitos económico, político, social e ideológico. Desde entonces, dentro de los sectores religiosos que más han crecido de forma sostenida se destacan las iglesias de corte conservador y fundamentalista.
“En estas iglesias se constituyen espacios de sociabilización y empoderamiento, en especial para los jóvenes. A su vez, en muchas de ellas se enfatiza la prosperidad y el bienestar económico, todo ello favorecido por mensajes y actividades simplistas y sensacionalistas donde juegan un papel cada vez más importante la tecnología y las redes sociales. Y en un país como Cuba, donde las desigualdades sociales y las carencias son cada vez más acuciantes, que existan estos espacios es, sin lugar a dudas, atrayente”.
SE POTENCIA MÁS LA EXPERIENCIA
—¿Dirías que son las personas más pobres las que se están acercando a la religión protestante?
—En estas iglesias se potencia más la experiencia de fe que la lógica crítica, y eso puede ser una razón por la cual los grupos menos favorecidos de la sociedad, dígase los más pobres, con más bajos (niveles de) estudios, se unan a ellas. Eso es una realidad, aunque duela reconocerlo. Pero esto no significa que estas iglesias estén llenas solamente de personas o grupos marginados. En estas iglesias también hay muchos profesionales y personas instruidas, lo cual habla de la complejidad de este fenómeno.
—¿Qué es lo que más te preocupa del avance del fundamentalismo?
—El asunto está en que el sistema de pensamiento fundamentalista cristiano es intransigente. Manifiesta incapacidad de diálogo y se resiste a aceptar alternativas o críticas a su manera de entender una doctrina u otro aspecto de la realidad. Además, defiende el modelo heteropatriarcal de familia y sociedad. Por ello es capaz de violentar los derechos humanos de comunidades como la LGBTIQ+ y las de mujeres.
—Varios pastores protestantes fueron encarcelados o reprimidos tras el 11J. ¿Ves un mayor distanciamiento de las iglesias respecto del gobierno desde entonces, incluso un mayor enfrentamiento?
—No creo que exista un [mayor] distanciamiento de las denominaciones frente al gobierno. Hubo pastores reprimidos o presos por manifestarse el 11 de julio y hubo un movimiento de solidaridad de algunos otros pastores hacia ellos. Pero luego que fueron liberados todo se ha quedado ahí.
“Hay iglesias cuyas creencias no coinciden con las posturas del gobierno cubano en muchos aspectos. Estas iglesias, generalmente, se han declarado apolíticas. Pero esta es una postura de distanciamiento, no de enfrentamiento, aunque haya pastores que sí se enfrenten más abiertamente”.
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—Pero algunas de las iglesias no reconocidas por el Estado sí han sido más activistas.
—Existen otros grupos minoritarios, también fundamentalistas, que han mantenido una posición de más oposición, de enfrentamiento, pero son grupos pequeños.
“Y, al mismo tiempo, hay una tercera arista: la de las iglesias, pastores o movimientos ecuménicos cuyas creencias tienen puntos en común con el gobierno cubano: grupos dentro de las iglesias presbiterianas, la Fraternidad de Iglesias Bautistas, algunas independientes, instituciones que pertenecen al Consejo de Iglesias. Son los que se reunieron con el presidente Díaz-Canel. Estos grupos hacen críticas, pero no se alejan”.
—¿Crees posible que el cristianismo tenga un papel relevante en la oposición al régimen cubano (como lo tuvo el catolicismo en la caída del comunismo en Polonia, por ejemplo)?
—No lo creo. Las iglesias tienen distintos posicionamientos frente al sistema político-social. Algunos de apoyo explícito, sin la menor duda, aunque con críticas al sistema. Otros, con una oposición tácita, no abierta. Y, en menor medida, una oposición explícita de confrontación con el gobierno. Pero las denominaciones tienen intereses que cuidar para no perder su capacidad de trabajo y de diálogo ante las autoridades cubanas. Eso es una realidad ineludible.
“Entonces, sí: iniciativas opositoras existen, disidencias dentro del sector cristiano existen, como existen en la sociedad. Pero por el momento no lo veo como algo significativo que vaya a marcar la diferencia, más allá de la tradicional oposición a la aprobación de los derechos para la comunidad LGBTIQ+ cubana”. N
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Javier Roque Martínez es graduado de periodismo por la Universidad de La Habana. Escribe para medios cubanos como El Estornudo y OnCuba. Es integrante de la Tercera Generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes y actualmente colabora con Institute for War & Peace Reporting (IWPR).