Durante décadas, Taiwán se valió de un delicado acto que en lo general satisfizo a todos: no era parte de la China continental ni declaraba oficialmente su independencia. Así, la República Popular de China podía sostener su reclamo sobre ella. Pero Taiwán era libre de desarrollarse como una dinámica democracia liberal y una economía moderna. Y el mundo democrático fue capaz de desarrollar lazos con ambos, siempre y cuando se mantuvieran al margen del problema de la soberanía y aceptaran la política de la llamada “Una China”.
Pero eso ha cambiado. A través de sus acciones y la retórica de su secretario general, Xi Jinping, China ha demostrado que ya no está dispuesta a aceptar esta situación. Asimismo, el mundo libre necesita replantear su enfoque.
Durante el periodo del secretario general Xi como líder, Pekín ha redoblado sus ataques híbridos contra Taiwán. Afecta a su democracia con desinformación. Arroja su peso diplomático por toda la escena mundial para coaccionar a órganos e instituciones multilaterales para que la ignoren. Y ha lanzado incursiones militares cada vez más agresivas y peligrosas en el espacio aéreo taiwanés.
China está amenazando activamente a la democrática Taiwán. A la fecha, muchos en el mundo libre se han hecho de la vista gorda con esto. Todos temían las amenazas y coerción económica de Pekín, y ahora están dispuestos a acatar las acciones unilaterales de China de redefinir y corromper lo que China ahora llama el “principio de Una China”. Pekín quiere que este signifique que ningún otro país puede tener alguna relación económica o política con Taipéi.
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No podemos permitir que eso suceda. La situación de Taiwán existe junto con una política estadounidense que podría describirse mejor como ambigüedad estratégica. En pocas palabras, se podría insinuar que Estados Unidos apoyaría a Taiwán si China llegase a atacar. Pero la escala y el alcance exacto de cualquier respuesta se ha dejado indefinido a propósito.
Muchas veces el presidente Biden ha sido mucho menos ambiguo en sus opiniones. China y Taiwán son un área de la política exterior que une a ambos partidos políticos en Washington.
La doctrina de la ambigüedad estratégica tal vez haya funcionado bien en el pasado. Pero la China de Xi Jinping no es la China del pasado. Se necesita algo más de claridad estratégica. Esto no quiere decir que Estados Unidos deba darle a Taiwán una garantía de seguridad similar al artículo 5 de la cláusula de mutua defensa de la OTAN. Pero Estados Unidos podría ser más abierto en su apoyo a Taipéi.
¿POR QUÉ DEFENDER A TAIWÁN?
Para Estados Unidos, está en sus intereses el defender a Taiwán. Si este fuese a caer, el cambio del equilibrio de poder en el Indo-Pacífico más amplio sería devastador para la causa de la libertad y la democracia en todo el mundo. En este sentido, Europa no puede quedarse al margen, criticando a Estados Unidos por su enfoque más fuerte con China, pero permitiéndole que haga todo el trabajo pesado en el Indo-Pacífico. Mientras, al mismo tiempo, trata de conservar una condición mercantilista con Pekín.
Estamos viendo algunas buenas señales tempranas. Recientemente, el parlamento europeo apoyó abrumadoramente una resolución que insta a mejorar los lazos entre la UE y Taiwán, incluido un nuevo acuerdo de inversión. El nuevo gobierno alemán, con un ministro del exterior verde, ha optado por una política exterior más basada en los valores. Y Lituania ha dejado un grupo económico chino en Europa Central, conocido como los 17+1, y abrió relaciones económicas con Taiwán. Estas acciones son del todo congruentes con la “Política de Una China”, ya que no hacen aseveraciones sobre la soberanía de Taiwán.
Pero China está respondiendo contra los derechos soberanos de los Estados europeos de desarrollar lazos con Taipéi. En respuesta a la acción de Lituania, desató una lluvia de coacciones económicas contra el pequeño estado europeo, restringió sus exportaciones e inmovilizó en puertos chinos más de mil contenedores de artículos que ya pagaron las empresas lituanas. Ello ha creado una crisis en la cadena de abastecimiento y el flujo de efectivo en toda Lituania y más allá.
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China está intimidando a un aliado de la OTAN y miembro de la UE para afectar sus decisiones soberanas económicas y políticas. Esta es una prueba para el mundo libre. Si dejamos que Lituania se defienda sola de Pekín, esta superarma de coacción económica será dirigida a otros para obligar a las democracias a rendirse a la voluntad china.
En el corto plazo, deberíamos ofrecerle préstamos a Lituania para amortiguar los efectos de la perturbación económica. La UE debería demostrar que las acciones de China están distorsionando todo el mercado de la UE y responder con contramedidas.
La UE trabaja para crear un instrumento contra la coacción, el cual le daría las herramientas para responder contra exactamente este tipo de comportamiento. Pero el reto real de la UE no es si tiene los instrumentos legales correctos; es si tiene la suficiente voluntad política para defender el derecho de Lituania a tomar sus propias decisiones.
UN ATAQUE CONTRA UN ALIADO ES UN ATAQUE CONTRA TODOS
En el largo plazo, el mundo libre podría crear un “Artículo 5 Económico” para mitigar el abuso de China de inversión estratégica y coacción económica con fines geopolíticos. El mentado Artículo 5 de la OTAN dice que un ataque contra un aliado es un ataque contra todos. De la misma forma, un “Artículo 5 Económico” suscitaría una respuesta de las democracias con mentalidad similar —no solo de aliados de la OTAN, sino de una alianza mundial más amplia— para apoyar a un Estado o una empresa que sufre coacción económica de una autocracia.
Pekín usa su poderío económico para chantajear a los países y corporaciones porque le es efectivo. Ha funcionado en casos desde marcas de moda rápida, que sufrieron boicots después de cuestionar los abusos a los derechos humanos, hasta productores australianos de vino que han sufrido tarifas severas tras el deterioro en las relaciones gubernamentales. Rusia también usa palancas económicas para lograr sus metas geopolíticas, notablemente al usar como arma sus reservas de gas. Necesitamos neutralizar los efectos de estas tácticas de Estados autoritarios.
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Europa y Estados Unidos también comparten un interés común en el Indo-Pacífico: mantenerlo libre, abierto y tan democrático como sea posible. El papel de Europa en esto tal vez no sea enviar una flota de portaaviones (aunque participa en misiones de libre navegación). Pero también puede mejorar su relación política y económica con Taiwán. Por ejemplo, mediante desbloquear un acuerdo bilateral de inversión que fue congelado mientras la UE buscaba un acuerdo con China. Mejorar los lazos económicos nos interesa tanto como a Taiwán dados los activos considerables de este en áreas de alta tecnología como los semiconductores.
Europa y Estados Unidos deben buscar colectivamente un enfoque nuevo para con China. Eso es algo que la administración de Biden le ofreció a la UE incluso antes de su toma de posesión. Nuestra relación con Taiwán no debería reducirse a solo apoyo militar o un acuerdo específico de inversión. Se reduce a la cuestión de si estamos dispuestos a alzarnos en defensa del eje de la libertad y la democracia en una región donde ambas están bajo una presión cada vez mayor de parte de la autocracia y la dictadura.
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Anders Fogh Rasmussen fue secretario general de la OTAN (2009-2014) y primer ministro danés (2001-2009). Hoy es director ejecutivo de la consultora Rasmussen Global y fundador de la Fundación Alianza de las Democracias. Las opiniones en este artículo son responsabilidad del autor. Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek.