Sanders, uno de los líderes de la carrera presidencial demócrata ha enfocado sus esfuerzos en la conquista de la comunidad musulmana. Y la estrategia ha resultado estupenda.
El mes pasado, durante el acalorado debate demócrata celebrado en Charleston, Carolina del Sur, uno de los momentos más candentes ocurrió cuando se pidió a Bernie Sanders que hablara de las inquietudes que los judíos estadounidenses han manifestado en cuanto a sus políticas para Oriente Medio. Por supuesto, el senador de Vermont reiteró su firme compromiso de proteger la independencia y la seguridad de Israel. Pero también declaró que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, es “un racista reaccionario”, y acompañó su respaldo para Israel con la advertencia de que “no podemos ignorar el sufrimiento del pueblo palestino”.
Aunque es improbable que esa respuesta le haya granjeado nuevos simpatizantes, al menos sirvió para consolidar la postura de Sanders en dos grupos constituyentes clave: los votantes musulmanes, fuertemente a su favor; y los electores judíos, quienes no lo apoyan, a pesar de que podría convertirse en el primer judío seleccionado como candidato presidencial de uno de los dos partidos políticos de Estados Unidos.
Justo antes de iniciar la temporada de primarias de este año, el Consejo de Relaciones Estadounidenses-Islámicas (CAIR, por sus siglas en inglés) divulgó una encuesta de la organización Muslium Democrats, cuyos resultados sitúan a Sanders como claro líder de la competencia (con un respaldo musulmán de 39 por ciento respecto del 27 por ciento de Joe Biden, y porcentajes de una sola cifra para el resto de los aspirantes demócratas), apoyo que se ha fortalecido en las semanas posteriores a la publicación de la encuesta.
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Desde la perspectiva de muchos estadounidenses, estos hallazgos podrían cuestionar los arraigados estereotipos que retratan a los musulmanes como un grupo religioso instintivamente hostil o receloso de los judíos, y cuya fe dogmática impone un conservadurismo social extremo que repudia a cualquier candidato proaborto y pro-LGBTQ. Ahora bien, la realidad es que Sanders tiene una larga trayectoria de compromiso con los musulmanes, y esto lo ha apuntalado a lo largo de la carrera por la nominación demócrata. Tanto así que Abdul El-Sayed, activista del movimiento “Medicaid for All” [Medicaid para todos], ha dicho: “Bernie es el único candidato que ha hecho esfuerzos para atraer a nuestra comunidad y hablar directamente con nosotros”.
Indicios de fortaleza
Durante la desorganizada votación demócrata de Iowa, el apoyo musulmán para Sanders se hizo muy evidente. Por ejemplo, la reunión electoral (caucus) celebrada la noche del 3 de febrero en Des Moines, en la mezquita de la agrupación Muslim Community Organization, ni siquiera llegó a una segunda ronda. La razón: cuando se pidió a los asistentes que ocuparan las esquinas del templo para manifestar su apoyo a los distintos candidatos, solo dos individuos se dirigieron a los sectores designados a Andrew Yang y Elizabeth Warren, y uno más se reveló como partidario de Pete Buttigieg. Los 115 electores restantes se congregaron en la esquina de Bernie Sanders.
Todas las mezquitas utilizadas como centros de reunión registraron divisiones igualmente desequilibradas a favor de Sanders. Es más, la única razón por la que se organizaron caucus en mezquitas —la primera vez que se hizo algo así en cualquier parte de Estados Unidos— fue porque la campaña de Sanders presionó al Partido Demócrata de Iowa para que alentara la participación musulmana.
Seis días después, durante una conferencia telefónica con más de cien voluntarios de “Muslims for Bernie”, hubo algunos que se refirieron al aspirante como Ammu Bernie, utilizando la palabra árabe de “tío” con toda la familiaridad y el afecto que sienten por el senador independiente por Vermont. Otro voto de confianza: diez días antes del Supermartes, cuando los demócratas de 14 estados acudirían a las urnas —incluidos los electores de California y Texas, los dos estados con la mayor cantidad de musulmanes en edad de votar—, Emgage (un Comité de Acción Política o PAC) respaldó a Sanders con el argumento de que el candidato “ha construido un movimiento histórico inclusivo y progresista”.
El voto musulmán
Los últimos años han demostrado que la mayoría musulmana está muy bien dispuesta a votar por los demócratas. Según datos de CAIR, más de 74 por ciento de los electores musulmanes respaldó al Partido Demócrata en las encuestas de salida de las elecciones celebradas en 2012, 2016 y 2018: porcentaje que contrasta mucho con el observado en los comicios del año 2000, cuando —según la encuesta Zogby recogida en 2001— el republicano George W. Bush obtuvo 42 por ciento del voto musulmán. Después del 11 de septiembre de 2001, a raíz de la “guerra contra el terrorismo” y la dura retórica de Bush contra el “extremismo islámico”, los musulmanes estadounidenses migraron en masa al Partido Demócrata.
“A partir del 11/9, los republicanos empezaron a adoptar plataformas antimusulmanas y a utilizar una retórica de campaña profundamente ‘islamofóbica’”, señala Robert McCaw, director del Departamento de Asuntos Gubernamentales en CAIR.
A medida que los musulmanes se convierten en un bloque electoral confiable para los demócratas —con cifras sustanciales no solo en California y Texas, sino también en estados como Minnesota, Virginia y Michigan, todos con primarias a principios de marzo—, Sanders se ha destacado por sus esfuerzos, directos y agresivos, para conseguir esos votos. Es verdad que, en enero, Elizabeth Warren (senadora por Massachusetts) tuvo una conferencia telefónica de una hora para escuchar las inquietudes de varios líderes musulmanes y conseguir su apoyo para la nominación demócrata. Lo mismo hizo Michael Bloomberg (exalcalde de la Ciudad de Nueva York) cuando, en febrero, envió a un representante árabe-estadounidense para sostener dos reuniones con líderes comunitarios de Michigan, e incluso compró espacios publicitarios en The Arab American News, periódico semanal de Dearborn, Michigan.
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Aun así, Sanders es el único candidato presidenciable de la competencia 2020 que ha visitado mezquitas o aparecido en público con musulmanes destacados del Partido Demócrata, incluidas las representantes Ilhan Omar (Minnesota) y Rashida Tlaib (Michigan). Entre tanto, en vez del impulso que pretendía conseguir en dicha comunidad, la publicidad de Bloomberg ha generado gran controversia en los medios de Detroit, donde muchos líderes musulmanes aseguran que sus gestos de inclusión son fingidos, dados los antecedentes de promover la vigilancia de las mezquitas durante su ejercicio como alcalde de la Ciudad de Nueva York.
En cambio, Sanders es percibido como un candidato honesto y con una larga trayectoria de compromiso con los musulmanes, lo cual no se inició con la campaña de 2020 y ni siquiera con la carrera presidencial de 2016. Ese compromiso lo ha llevado a forjar alianzas con algunos personajes presuntamente antisemitas, y nunca ha vacilado en criticar la manera como Israel trata a los palestinos: dos factores que podrían explicar por qué las encuestas apuntan a su impopularidad entre los votantes judíos.
El mes pasado, la revista judía The Forward publicó el artículo titulado “Bernie Sanders says he’s proud to be Jewish. Will Jewish voters care?” [Bernie Sanders dice estar orgulloso de ser judío. ¿Importará un comino a los votantes judíos?], donde el columnista Alex Zeldin escribe: “Los judíos recelan de Sanders por varias razones. Algunos temen que un contendiente judío pueda desatar reacciones antisemíticas. Otros se sienten repelidos por sus fanáticos cibernéticos, muchos de los cuales tienen fama de acosar a los críticos de Sanders. Después tenemos a sus representantes, incluida Linda Sarsour, quien insiste en antagonizar a los judíos estadounidenses obligándolos a elegir entre el sionismo y el feminismo, y hasta organizó una conferencia en la que trató de definir y explicar el antisemitismo a los propios judíos”.
Por su parte, el senador no ha hecho grandes esfuerzos para cortejar a ese grupo demográfico. Al día siguiente de su atronador caucus de Nevada, donde se puso al volante de la nominación demócrata, muchos observadores del mundo político judío enfurecieron cuando Sanders tuiteó que no iría a Washington, D. C. para asistir a la convención de marzo organizada por el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPA, por sus siglas en inglés). Su argumento: le inquietaba “la plataforma que AIPA brinda a líderes intolerantes que se oponen a los derechos básicos de los palestinos”.
Una voz “auténtica”
Debido a todo lo anterior, las posturas del aspirante demócrata resultan más auténticas a los electores árabe-estadounidenses, asegura Faiz Shakir, musulmán de 40 años, hijo de inmigrantes paquistaníes y gerente de la campaña de Sanders. “Te tildan de terrorista, te dicen que no eres un verdadero estadounidense, te insultan con todo tipo de islamofobia”, acusa Shakir. “Y entonces, aparece Bernie Sanders e informa: ‘Iré a una convención musulmana’, y se pone a hablar con absoluta sinceridad sobre Cachemira, la disputa israelí-palestina, la guerra de Afganistán, el sufrimiento de los uigures chinos. Los políticos de los dos partidos han perpetrado injusticias contra los musulmanes, y Sanders lo reconoce: ‘Lo he visto, he hablado de eso. Y ahora mismo te digo que yo seré mejor’”.
El-Sayed, el activista demócrata de “Medicare for All” —a quien Sanders respaldó en 2018, durante su fallido intento por la gubernatura de Michigan—, concuerda con la opinión de Shakir. “Los demócratas de todo el país hablan de nosotros cuando les servimos para conseguir puntos políticos. Por ejemplo, cuando trataron de lucir ‘virtuosos’ apoyando a los musulmanes [contra la prohibición de Donald Trump para los viajeros de naciones musulmanas] y se hicieron pasar por defensores de nuestros derechos”, protesta El-Sayed. “Sin embargo, no se han tomado la molestia de profundizar en nuestros problemas ni se han comprometido con nosotros”.
Shakir y Robert McCaw aseguran que la afinidad de Sanders por los musulmanes surgió en 2003, cuando votó contra el uso de fuerza que desencadenó la Guerra de Irak. En 2007, cuando Keith Ellison (representante por Minnesota) estaba por convertirse en el primer musulmán del Congreso de Estados Unidos y desencadenó una fuerte controversia con su petición de jurar sobre el Corán, Sanders fue el primero en respaldar su decisión. “El hermano Bernie me dijo: ‘Puedes jurar poniendo la mano sobre lo que quieras’”, recuerda Ellison, actual fiscal general de Minnesota. “Por eso amo a Bernie”. Llegado 2018, el senador hizo campaña por Tlaib, Omar, El-Sayed y otros candidatos musulmanes. Y todos han respondido este año dándole su respaldo.
“El mensaje de Bernie Sanders es auténtico y ha resistido la prueba del tiempo”, declara McCaw. “Además, no solo aborda los problemas de los musulmanes. También agradece que los musulmanes hablen por su campaña, algo que ningún otro candidato ha hecho”.
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Una agenda funcional
El magnetismo de Sanders no se limita a su abierto rechazo del fanatismo antimusulmán y de la interferencia estadounidense en asuntos de las naciones musulmanas. En 2016, CAIR realizó una encuesta de salida en la que determinó que los temas de derechos civiles, educación y economía eran más relevantes para los musulmanes que las prohibiciones de viaje de Trump o el conflicto israelí-palestino. Por ello, el credo de Sanders (sus propuestas de servicios médicos universales, educación gratuita, igualad de ingreso, y combate del cambio climático y la violencia armada) resuena en la inmensa mayoría de los musulmanes estadounidenses, así como en las minorías que viven en zonas urbanas, comenta Youssef Chouhoud, profesor de ciencias políticas en la Universidad Christopher Newport, en la ciudad de Newport News, Virginia.
“Un gran porcentaje de los musulmanes estadounidenses vive en el nivel de pobreza o más abajo, así que sus políticas económicas son muy interesantes”, explica Chouhoud. “Nuestra afinidad con Bernie es natural, sobre todo por la amplitud de su plataforma. Y, además, da la casualidad de que su política exterior también es muy atractiva”.
McCaw se hizo eco de esta opinión, señalando que los musulmanes son “la comunidad religiosa con mayor diversidad étnica en Estados Unidos. Nuestros intereses son una combinación de casi todo lo que interesa a las otras minorías, y podrían resumirse en una justicia social progresista”.
Pese a ello, no deja de extrañar que los musulmanes estadounidenses quieran ser representados por un judío. Linda Sarsour —importante activista palestino-estadounidense y representante de Bernie—, apunta a esa peculiaridad cuando confiesa que se enamoró “de un anciano judío”, comentario que acompaña con un guiño para provocar carcajadas en sus presentaciones.
Lejos de evitar el tema de sus creencias religiosas cuando se reúne con grupos musulmanes, Sanders utiliza la experiencia de su familia de inmigrantes para establecer un vínculo con problemas como opresión e intolerancia. Por ejemplo, en julio de 2019 asistió a la convención de la Sociedad Islámica de Estados Unidos, se declaró “el orgulloso hijo de inmigrantes judíos”, y recibió la aclamación de la concurrencia. Acto seguido, el senador agregó que el Holocausto le enseñó “cuán importante es que todos nos pronunciemos enérgicamente contra el prejuicio y la discriminación”.
Hay veces en que su “autenticidad” amenaza con ahuyentar a los musulmanes, mas el público suele brindarle oportunidades para resultar coherente. “Soy un firme defensor del derecho de Israel a tener independencia, paz y seguridad”, añadió poco después, en esa misma presentación. “Pero también creo que Estados Unidos debe ser imparcial en ese conflicto, para poner fin a la ocupación israelí y permitir que el pueblo palestino tenga independencia y autodeterminación como un Estado soberano, independiente y económicamente viable”.
Shakir reconoció que algunos musulmanes conservadores objetan la postura del senador en temas como igualdad LGBTQ, aborto y legalización de la marihuana. Aun así “terminan diciendo: ‘Sabes, no estoy de acuerdo con Bernie en esto o aquello, pero sé que es sincero, y eso es lo importante’”, agrega Shakir. “Lo que integra [las políticas de Sanders] es su confiabilidad, su compasión, y el hecho de que posee cualidades de liderazgo con las que me siento cómodo”.
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El año pasado, el comediante-activista Amer Zahr (otro representante de Sanders, quien organizó el encuentro de Arab Americans for Sanders en Dearborn, Michigan) enfureció ante la sugerencia de que la identidad judía de Bernie pueda causar su ruina. “Sí, el asunto palestino-israelí sigue andando, y de vez en cuando causa tensiones, pero eso no define nuestras percepciones sobre los judíos”, aclara Zahr. “De hecho, la identidad judía de Bernie nos parece muy positiva, porque nos conecta como minorías en este país”.
¿Represalias judías?
La aceptación de los votantes musulmanes en general —y de algunos líderes musulmanes en particular— podría suponer un alto precio político para Sanders. Según una encuesta que Pew Research publicó en enero, el senador cuenta con el respaldo de apenas 11 por ciento de los judíos demócratas: el más bajo entre todos los grupos religiosos (contra 31 por ciento para Biden y 20 por ciento para Warren). Y ese porcentaje no ha crecido, aun cuando muchas otras encuestas demuestran un aumento en su promedio global. Entre tanto, los medios judíos no han hecho gran alharaca con los resultados de las votaciones anticipadas ni con la probabilidad de que sea el primer presidente judío de Estados Unidos.
Lo más perturbador para los líderes de la comunidad judía es la estrecha relación del senador y Sarsour, quien acostumbra hacer comentarios antiisraelíes tan estridentes que llegan a caer en el antisemitismo. Por ejemplo, durante su discurso en la conferencia de American Muslims for Palestine, celebrada en diciembre en la ciudad de Chicago, la activista cuestionó que alguien afirme oponerse a la supremacía blanca y, al mismo tiempo, respalde “un Estado como Israel, que se fundamenta en la supremacía, en la idea de que los judíos son superiores a todos los demás”.
Si bien Sanders afirma oponerse al “movimiento de boicot, desposeimiento y sanación” de Sarsour (BDS; cuyo objetivo es hacer que la economía israelí pague las consecuencias de sus políticas palestinas), no tuvo a bien deslindarse de los comentarios de su representante, lo que le granjeó otra andanada de injurias, cortesía de judíos prominentes. Entre ellos, el rabino de Wisconsin, Jacob Herber, quien respondió al silencio del aspirante demócrata con el siguiente tuit: “Aborrezco a Donald Trump por lo mismo que a ti. Ni muerto votaría por Bernie Sanders”.
Por lo pronto, el candidato demócrata ha puesto más empeño en conquistar a los judíos de lo que hiciera en 2016, cuando fue muy criticado por evitar el tema de su religión. Y así, en un ensayo publicado el año pasado en la revista Jewish Currents, Sanders escribió: “Reconozco que algunas críticas contra Israel pueden rayar en el antisemitismo, en particular cuando niegan a ese Estado el derecho de autodeterminación, o cuando promueven teorías de conspiración sobre el poder descomunal de los judíos. Denunciaré el antisemitismo cada vez que lo vea”. Poco antes de las primarias de Nueva Hampshire, durante un town hall [foro de preguntas y respuestas] en la ciudad de Derry, el senador informó que su búsqueda de justicia social se inició en la infancia, cuando se enteró de lo ocurrido en el Holocausto, declaración que le valió uno de los muy contados elogios de los medios judíos.
Aunque el compromiso con los musulmanes le ha hecho perder el apoyo judío, Sanders ha cobrado jugosos dividendos políticos. En 2016, los musulmanes fueron decisivos para su sorprendente victoria de 10,000 votos sobre Hillary Clinton en las primarias de Michigan, estado con una de las mayores concentraciones árabes e islámicas de Estados Unidos. En esta ocasión, no queda duda de que la causa de Sanders será impulsada por las grandes cifras de musulmanes y árabes que acudirán a las urnas en las votaciones de marzo. “La comunidad musulmana no cambiará las elecciones de ningún estado, pero estamos bien posicionados para inclinar la balanza”, opina Shakir. “Si podemos aumentar la participación en unos cuantos puntos porcentuales, nuestro impacto será enorme”.
Es más, un estudio de Emgage afirma que, en 2018, la participación musulmana en los estados clave de Florida, Michigan, Ohio y Virginia (los cuatro celebrarán primarias a principios y mediados de marzo) alcanzó 25 puntos porcentuales más que en 2014, cifra que contrasta con el incremento de 14 por ciento en la participación general de esas entidades. Si alguna de esas competencias resulta ser tan cerrada como, por ejemplo, la del caucus de Iowa, “demostraremos que cualquier incremento puede cambiarlo todo”, concluye Shakir.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek