EL INFLUYENTE ensayista libanés Amin Maalouf envió la primera alerta sobre el agotamiento de las civilizaciones hace más de una década. Ahora, según escribe en su libro más reciente, el panorama es desconsolador:
“Por primera vez en la historia contamos con los medios para librar a la especie humana de todas las catástrofes que la acosan y llevarla serenamente hacia una era de libertad, de progreso sin tacha, de solidaridad planetaria y de opulencia compartida; y henos aquí, no obstante, corriendo a toda velocidad en dirección contraria”.
En la obra, titulada El naufragio de las civilizaciones y publicada por Alianza Editorial, el escritor y periodista manifiesta su preocupación por el futuro de la actual época desconcertante, la cual está asentada en la desconfianza, la xenofobia, la intolerancia política y religiosa, el populismo, el individualismo, la insolidaridad del nacionalismo y el racismo, entre otros.
“Tengo la sensación, desde hace algunos años, de que nos encontramos en una época, por decirlo así, de tierra de nadie”, expresa Maalouf en entrevista con Newsweek México. “Nuestro mundo de ayer —continúa— está desapareciendo, mientras tanto, hay otro mundo que pronto emergerá, pero todavía no está aquí”.
Nacido en Beirut en 1949, pero radicado en Francia desde 1975 tras la guerra civil de Líbano, Amin Maalouf es uno de los escritores más socorridos en cuanto a temas geopolíticos y globales.
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Novelista, periodista, ensayista, hoy en día ocupa la silla número 29 en la Academia Francesa, en la cual sustituyó al filósofo Claude Lévi-Strauss. En 2010 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Su obra, que ha sido traducida en más de 50 países, incluye, entre otros títulos, León el Africano, La roca de Tanios, Identidades asesinas, El desajuste del mundo y Un sillón que mira al Sena.
“Hoy nos encontramos en un periodo como de carnicería entre estos dos mundos, el que desaparece y el que va a emerger. Entonces, este libro lo escribí a partir de mi deseo de saber cómo va a llegar el nuevo mundo”, expresa Maalouf a propósito de El naufragio de las civilizaciones, el libro que recientemente promocionó en México.
—¿Hablar de naufragio no es mostrarse muy pesimista frente al lector?
—Lo que yo quisiera es trasmitirle un deseo al lector, el deseo de la lucidez. Necesitamos entender el mundo de hoy sin mentirnos y ver realmente los problemas. A mi forma de ver las cosas, son problemas serios, inquietantes. Lo ideal sería que la persona que lea el libro reflexione sobre el mundo de mañana. Pienso que somos nosotros quienes lo vamos a construir porque no es un mundo que nos va a caer del cielo por sí solo. Nosotros tenemos que darle la forma. Es un sentimiento fuerte que se experimenta en las vísperas de este nuevo mundo que va a llegar y que va a traer consigo leyes, exigencias, un funcionamiento y valores que van a ser diferentes al del mundo que está desapareciendo.
—¿Cuáles son los indicadores que prevén el naufragio del mundo actual?
—Considero que ya nos encontramos en el naufragio, no es algo que se esté previendo. Se trata de un naufragio moral, vivimos en un mundo donde no hay un orden mundial, donde hay potencias que quieren tener una mayor importancia en la escena internacional, tal es el caso de China. Y hay otras potencias que quieren retomar la posición que perdieron hace mucho, como Rusia, y hay otras que ya tienen un lugar, pero que no saben cómo conservarlo, cómo mantenerlo, que sería el caso de Estados Unidos.
“Estamos en un mundo sin orden y con el sentimiento de que nos encontramos en una jungla. Tenemos tecnologías que son cada vez más sofisticadas, está la carrera armamentista que no es tan visible como en la Guerra Fría, también tenemos un mundo con una gran preocupación climática, y seguramente un día este será el evento más serio. Pero, en realidad, de ser cierta esta amenaza, hoy no estamos haciendo lo que realmente se requiere para evitar el peligro que representa para nosotros. Estamos en un mundo inquietante donde ya nadie tiene ninguna autoridad moral, ni los países, ni las religiones, ni las corrientes. Estamos en un mundo sin brújula”.
—¿Cuáles son las razones que han puesto a las civilizaciones en el actual estado de desastre?
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—Las razones son múltiples. Este mundo evolucionó rápidamente, lo que para mí es excelente. Tenemos un gran desarrollo científico y tecnológico, ahora vivimos más, tenemos mejor salud y más medios que antes, la comunicación ha mejorado y contamos con todos los conocimientos de la humanidad, lo que es extraordinario. El problema es que no hemos sabido gestionar ni adaptarnos a ese desarrollo. Ahora tenemos gente con mayor movilidad y que se transporta con facilidad, pero no hemos aprendido a encontrar la forma de vivir juntos. No hemos dado una respuesta a los desafíos del progreso ni de la mundialización, que esta no sería la corriente a la cual achacarle la culpa de los problemas en las últimas décadas, pues la mundialización es una realidad que va a seguir presente y que ha sido positiva de manera general, pero es necesario aprender a gestionar sus consecuencias.
—“Mi nación árabe ha sido esa cuyo trágico quebranto ha arrastrado al planeta entero hacia el engranaje destructor”, dice en una parte de su libro. ¿Por qué las convulsiones que estremecen al orbe están directamente vinculadas con el mundo árabe?
—Pienso que, ciertamente, las convulsiones son específicas de cada región del mundo, pero hay razón al decir que los acontecimientos en el mundo árabe tienen efectos en otras regiones del planeta. El mundo árabe atraviesa una crisis profunda que ha estado presente desde hace 50 años y no logra salir de ahí, estamos en un momento donde se ha creado un militantismo radical que va ligado a la religión, y eso es una situación muy extendida. El evento más emblemático de ello son los atentados del 11 de septiembre de 2001. Por eso las convulsiones del mundo árabe ya no se pueden considerar eventos regionales, sino globales.
—¿Es posible evitar el naufragio pese al desastre actual de las civilizaciones?
—Pienso que será muy difícil. Quizá deberíamos, más que nada, construir. Este naufragio no será el fin del mundo, ciertamente considero que habrá una sacudida muy violenta a través de la cual quizá nos pongamos a construir unas relaciones internacionales que sean diferentes, cuestiones identitarias. Para que realmente la humanidad se vuelva adulta va a requerir de esta sacudida que nos despierte y nos permita vislumbrar la medida y mesura de los problemas a los que nos enfrentamos.
—¿Cuál es el camino que le queda a las sociedades para recobrarse y enderezar el rumbo antes de que sea demasiado tarde?
—Nuestra época tiene muchas más oportunidades en comparación con los periodos precedentes —finaliza el escritor libanés—. Antes, cuando había problemas, incluso aunque fuéramos conscientes de ellos, no se tenían los medios científicos ni tecnológicos para hacer frente a esas adversidades, y hoy en día contamos con todos los medios para hacerlo. La cuestión aquí es que se trata de ser conscientes de ellos y tener la voluntad de resolverlos. Desde mi punto de vista, lo que tenemos que hacer es tomar conciencia para poder encontrar soluciones.