Barcelona vivió una nueva noche de altercados callejeros entre manifestantes independentistas y la policía, una escalada denunciada por el gobierno separatista regional, y que el ejecutivo español sigue atento por si tuviera que intervenir.
Por segunda noche consecutiva, jóvenes con la cara cubierta y cascos de moto levantaron barricadas a base de contenedores de basura y cartones, a los que prendieron fuego.
Como novedad, la policía catalana, los Mossos d’Esquadra, indicaron que los jóvenes les lanzaron cócteles molotov y “objetos con ácido”, e incluso intentaron alcanzar con artefactos pirotécnicos un helicóptero de la policía nacional, sin éxito. Cinco coches ardieron cerca de la consejería regional de Interior.
La noche del martes, Barcelona ya vivió escenas de guerrilla urbana entre las fuerzas del orden y los manifestantes, que protestan por la sentencia emitida el lunes por el Tribunal Supremo, que condenó a duras penas de cárcel a nueve dirigentes separatistas por su papel en la tentativa de secesión de 2017.
El presidente regional catalán, el separatista Quim Torra, condenó la violencia, después de que se lo pidiera desde Madrid el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez.
“Esto debe detenerse ahora mismo. No hay razón ni justificación alguna para quemar coches ni para ningún otro acto vandálico. La protesta debe ser pacífica y cívica”, dijo Torra, quien no desaprovechó la ocasión de alentar a la movilización tras la sentencia del Supremo: “es normal y es bueno que protestemos contra una sentencia injusta y aberrante”.
El propio Torra participó este miércoles en una de las marchas que partieron de cinco puntos distintos de Cataluña, y que el viernes convergerán en Barcelona, coincidiendo con una huelga general y una multitudinaria manifestación.
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Barricadas con fuego
Los disturbios de este miércoles noche siguieron un patrón metódico: los jóvenes provocaron varias cargas policiales, aproximándose desafiantes a los agentes, y según retrocedían levantaban barricadas a base de contenedores de basura, a los que les prendían fuego.
“Tengo los nervios de punta, estaba en el bar tan tranquilo y nos han pillado por todos lados, ahora no puedo volver a mi casa”, decía a la AFP el pensionista José Ramón García, viendo arder unos coches cerca de su domicilio. “El que siembra vientos recoge tempestades”, añadió refiriéndose al gobierno catalán.
Treinta y dos personas precisaron atención médica en la capital catalana, según los servicios sanitarios.
Igualmente hubo “al menos una veintena de personas detenidas” en toda Cataluña, tras los 51 de la víspera, indicaron los Mossos. Cuatro de estos ingresaron en prisión sin fianza por atentado a la autoridad y desórdenes, anunciaron fuentes judiciales.
Pedro Sánchez, que sostuvo durante la jornada encuentros con los líderes de los principales partidos políticos, no anunció ninguna medida extraordinaria ante los disturbios, tal y como le reclama la oposición de derecha, en plena campaña para las legislativas del 10 de noviembre.
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Eso sí, el ministerio del Interior anunció el envío de refuerzos policiales a Cataluña.
Entre las medidas que le piden a Sánchez está aplicar la Ley de Seguridad Nacional, que pondría en manos del Estado las competencias en materia de seguridad de Cataluña, e incluso dar pasos hacia una intervención de la autonomía regional, como ya ocurrió en 2017 tras la tentativa de secesión.
“Vamos efectivamente a modular nuestra respuesta en función de cuál sea la actitud y las decisiones que tomen los responsables políticos” catalanes, dijo Sánchez, garantizando que su gobierno “no va a consentir bajo ningún concepto que la violencia se imponga a la convivencia”.
“Camino de no retorno”
Nacida de la frustración dos años después del fracasado intento de secesión que dejó a los separatistas sin rumbo claro, la violencia muestra una radicalización de una parte del movimiento independentista, que se vanagloriaba de haber sido hasta ahora pacífico.
“Se ha iniciado un camino de no retorno”, indicaron en un comunicado los Comités de Defensa de la República (CDR), grupos autoorganizados con expeditivos métodos de protesta, que convocaron la manifestación de este miércoles y que en el pasado fueron respaldados por Quim Torra.
Una pintada de “Torra traidor” en Barcelona mostraba el distanciamiento entre los activistas más radicales y el gobierno catalán. Aquellos piden también la dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch, quien este miércoles pidió “aislar” a los violentos.
Las tensiones podrían incluso impactar el clásico entre el Real Madrid y el Barcelona del 26 de octubre, que LaLiga de fútbol pidió que se traslade de Barcelona a Madrid ante las “circunstancias excepcionales” en la región.