La guerrilla no es más que la respuesta de ciertos sectores de la sociedad ante los actos de represión del Estado, manifiesta el historiador Fritz Glockner, cuya nueva obra, ‘Los años heridos’, cuenta la historia de la guerrilla en México de 1968 a 1985.
Hacia finales de la década de 1970, cuando era un joven universitario, Fritz Glockner reparó en el hecho de que en México no existía literatura que reflejara la situación de las guerrillas y el drama de los presos políticos y de la ultraizquierda mexicana.
En ese entonces estudiante de historia en la Universidad de Puebla, para él las investigaciones sobre la guerrilla y los luchadores sociales revestían especial importancia, pues su familia no era nada ajena al tema: su padre, el doctor Napoleón Glockner, fue militante de las Fuerzas de Liberación Nacional, y su abuelo, Julio Glockner, fue el primer rector de izquierda e impulsó la reforma política en la Universidad Autónoma de Puebla.
Por tal razón, desde que entró en la universidad, Fritz se dedicó a investigar y escribir algunos textos académicos sobre la guerrilla, y conforme pasó el tiempo fue percatándose de que los resultados había que difundirlos de manera masiva, pues el país tenía que enterarse de ese pasaje negro de la historia mexicana.
El primer resultado de esa labor, que abarcó más de cinco lustros, se dio en 2007 con la publicación de su libro Memoria roja, que cuenta la historia de la guerrilla en México de 1943 a 1968, y cuya culminación vio la luz hace unas semanas con la obra Los años heridos, que abarca de los años 1968 a 1985.
Publicado por la editorial Planeta, Los años heridos es una obra que recorre la vida familiar del autor y, a la vez, presenta una exhaustiva investigación sobre los mecanismos de represión que el Estado mexicano ha usado contra los grupos opositores: asesinato, tortura, desaparición forzada, control de información, todo lo cual en conjunto denomina “guerra de baja intensidad”.
Glockner, además, indaga sobre el torbellino de las acciones realizadas durante aquellos años, los eventos que convocaron a la sublevación, los nombres de tantos y tantos actores, los grupos clandestinos con su determinación y hasta su inocencia, los idealismos perseguidos, las fechas que se ocultan detrás de la maleza, la información que se ha negado constantemente, la clandestinidad propia de los guerrilleros y la cerrazón absoluta del Estado mexicano, que ha negado constantemente su responsabilidad y acciones represivas.
“En Los años heridos el lector se va a encontrar con una historia narrativa”, responde el autor en entrevista con Newsweek México. “Soy de los que apuestan a que la historia tiene que ser contada. La historia no puede ser la enumeración de acontecimientos, nombres, fechas, sucesos. Tiene que haber un ambiente. Así como cuentas en una novela qué le pasó al Quijote, qué le pasó a Aureliano Buendía, qué le pasó al general que esperaba sus cartas cada semana, de igual forma tienes que contar, en este caso, la historia. Tienes que recrear personajes de carne y hueso, es decir, que ya perecieron, fueron sujetos de la historia, pero hay que convertirlos en fantasmas, no en cadáveres”.
Fritz Glockner, nacido en Puebla en 1961, es escritor, historiador y periodista. En 1997, con la obra histórica Veinte de cobre, fue finalista del X Premio Rodolfo Walsh, y durante 2010 fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
Entre otros, se ha desempeñado como profesor en la Universidad Iberoamericana, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la Dartmouth College y en la maestría de Escritura Creativa, en Iowa, Estados Unidos. Entre varios, es autor de los libros Cementerio de papel y Se nos hizo tarde.
—¿Tras Memoria roja y Los años heridos esperaremos una tercera parte de la historia de la guerrilla en México? —preguntamos a Fritz Glockner.
—No, no, no.
—Pero falta contar el movimiento zapatista y otros recientes…
—Pero eso sería escribir el anti-Tello Díaz. Eso sería escribir panfletos, no historia. La historia es muy reciente de 1994 a la fecha, estamos hablando de grupos armados activos, el EZLN, el EPR, el ERPI, y eso sería intentar contradecir las versiones que se divulgaron a partir del año 1995 con [Carlos] Tello Díaz o con [Bertrand] De la Grange y Maite Rico y su Marcos, la genial impostura. No estoy dispuesto a andar jugando a la contrainformación de versiones que son más bien panfletos. Me gusta ser serio en mi trabajo, me gusta ser historiador, me gusta ser escritor y no jugar.
—¿Los años heridos se presenta como historia narrativa para que el lector no le haga el feo a la historia?
—Exactamente. Estamos acostumbrados a plantear que la peor materia de los chicos de secundaria es la historia por la mnemotecnia. Aquí hay que platearse que la historia no deja de ser un maravilloso cuento. Pero cuento desde la óptica narrativa, no desde la ficción, porque en Los años heridos no coloco ni una coma que no sea verdadera.
—¿Cuál ha sido el papel de la guerrilla mexicana y en qué radica su relevancia?
—Los movimientos armados de los años 60 y 70 provocaron una modificación en el juego político en este país. La reforma política de 1977-1978 no se hubiera dado si no hubiera sido a partir de la presión que ejercieron los aproximadamente 39 grupos armados que actuaron en este país. Evidentemente no se tomó el poder, no se triunfó como en Nicaragua o como en Cuba en 1959, pero la presión de diferentes actores políticos en la década de 1970 provocó que el sistema político mexicano tuviera que abrirse, reconocer a la corriente político-ideológica de la izquierda como tal y que se generara una apertura democrática que no existía.
“Existía la democracia del Partido Revolucionario Institucional con el Partido Acción Nacional como una expresión de la derecha, que la mayoría de las veces le hacía el juego al PRI, y estaban el Partido Popular Socialista, de Vicente Lombardo Toledano, que se había convertido en el aguador del sistema, o el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, que no cobró vida hasta el año de 1987, cuando destó como candidato a la presidencia de la república a Cuauhtémoc Cárdenas. Pero hasta antes habían sido partidos satélite, y a partir de 1978, con la reforma política, se reconoce la existencia de la participación político-ideológica de la izquierda y deja de ser clandestino el Partido Comunista Mexicano, por ejemplo, y viene la irrupción de los partidos de izquierda con el reconocimiento del Partido Comunista, la creación del Partido Socialista de los Trabajadores desde 1974, de dudosa existencia, pero al final de cuentas es una expresión de la izquierda. Y están las derivaciones posteriores, como el Partido Mexicano de los Trabajadores, de Heberto Castillo, y la suma y convocatoria para la creación del Partido Socialista Unificado de México”.
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—Vayamos a la génesis. ¿Qué entendemos por guerrilla en un país como México?
—La guerrilla en México, a final de cuentas, no fue más que la respuesta de ciertos sectores de la sociedad ante los actos de represión del Estado mexicano. Por eso me niego a divulgar que se trata de una guerra sucia, yo califico este momento histórico como “guerra de baja intensidad” en función de que los campesinos, en la década de los años 60, o en los 40 con Rubén Jaramillo, o en los 60 en Chihuahua y en Guerrero, no actuaron por sí solos, sino arrinconados ante la violencia del Estado mexicano.
“Lucio Cabañas —continúa Glockner—, en mayo de 1967, optó por la clandestinidad y por las armas porque estaba sentenciado a muerte, así como en su momento Rubén Jaramillo. Y los estudiantes de este país habían recibido la enorme, estúpida e inhumana paliza y el asesinato el 2 de octubre de 1968, que se replicó el 10 de junio de 1971 de un Estado cerrado y que no reconocía ningún tipo de disidencia ni protesta. Hoy en día puede parecer ilógico con la cierta libertad de expresión. Y, más allá, con los medios que tiene un joven a través de las redes, del internet, no se entiende el ahogamiento del control de la información que existía en nuestro país en las décadas de los años 60 y 70, donde todo tipo de información pasaba por el tamiz de la Secretaría de Gobernación.
—¿Así es el modo como se forma un guerrillero?
—Hoy en día un joven podría preguntarse: ¿qué, de qué hablan, por qué se quejan, por qué se fueron a las armas? Y la pregunta que a veces me hacen en el caso de mi padre: ¿por qué se fue de guerrillero? No, no se fue de guerrillero porque un día haya abierto los ojos y dijera: me falta adrenalina, qué hueva ser médico, qué hueva tener un hospital, quiero emoción… No se trata de eso, es un proceso al que te van arrojando tus creencias, tu ideología, tu convencimiento de que hay que modificar las situaciones que se están viviendo en este país. Se le orilló al estudiantado mexicano, a los obreros, a los campesinos, a generar esta violencia revolucionaria, que no dejó de ser violencia, pero las armas tenían otra tonalidad, otro fin, a diferencia de las armas de la represión y de la tortura en México.
—¿Esos movimientos, entonces, de alguna manera son el cimiento de las libertades que hoy tenemos?
—Digamos que, al final de cuentas, la historia es un cúmulo de eventos. La historia no puede ser de un solo momento histórico, es la acumulación de una serie de expresiones y de eventos coyunturales que permiten el desahogo de nuevas formas de expresión en el presente y que se van acumulando hacia el próximo futuro. No podemos decir que la guerrilla o el movimiento estudiantil del 68 o la represión del 71 es el cúmulo. Uno no se construye como individuo únicamente por la escuela en donde estudió la primaria, uno se construye con todas las experiencias que desde niño va acumulando en su educación sentimental y que terminan convirtiéndolo en el personaje que es hoy en día.
—¿Cuál es la diferencia fundamental entre Los años heridos y las obras ya publicadas sobre la guerrilla?
—Que es una historia muy narrativa. Pareciera que hay muchas historias de la guerrilla y no es cierto, es un tema histórico que se ha tocado y que tuvo un boom a partir de 2002, cuando se abrieron los archivos de la extinta Dirección Federal de Seguridad y hubo un auge en los trabajos testimoniales, periodísticos y algunos semihistóricos, pero no es un hecho histórico que se haya contado tanto o del que exista tanta bibliografía.
“Puedo decir que es una historia narrativa porque creé personajes, ambientes, conté la historia como debe de ser. Es una historia y un texto que no juega con los tiempos de atrás hacia delante o de adelante hacia atrás. Todos los textos que se han publicado hasta entonces, por ejemplo, dicen: el Frente Urbano Zapatista, el FUZ, empezó a actuar en 1969 y concluyó en 1972 con la aprehensión de sus elementos, pero después te cuentan sobre el MAR, Movimiento de Acción Revolucionaria, que empieza en 1967 y termina en 1973. Entonces, el juego de andar yendo de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante te genera una gran confusión histórica. Aquí la idea es contar como si fuera una novela, pero sin que haya ficción, que empieza con los últimos días de 1968 y termina con 1985. Mi intención es que sea una narrativa que te permita adentrarte en el pensamiento del sujeto histórico y que te permita visualizar la historicidad del momento y de los calendarios pasados”.
—¿En qué situación se halla hoy en día la guerrilla, los movimientos guerrilleros, y su contraparte, la guerra de baja intensidad?
—Actualmente existen. Hasta el censo último que obtuve tanto por fuentes de seguridad nacional como por la hemerografía, existen en la actualidad, en activo, 19 grupos armados. Si no en activo, por lo menos se han expresado de manera no violenta. Hace unas semanas tuvimos un comunicado del subcomandante Galeano anunciando la creación de 11 nuevos caracoles, 11 nuevas participaciones sociales dentro del zapatismo en Chiapas.
“Entonces, ahí están, hay guerrilla en México todavía —concluye Glockner—. Y aquí sí hablo de la llamada violencia ideológica revolucionaria, que no tiene nada que ver con el boom de la violencia lumpen, o de la violencia del crimen organizado que se activa sobre todo a partir del año 2007 con el entonces presidente Felipe Calderón”.