La cara de Juanjo con bigote vestido de mesera de Sanborns es un cuadro que busca cuestionar los roles atribuidos a hombres y mujeres. A este pintor le gustaría que un varón heterosexual pudiera ser mesero de Sanborns con todo y su falda de olanes para que fuera una manera de transgredir y cuestionar aquellas características que culturalmente definen el género.
Juanjo Sainz estudió en la escuela de pintura de Bellas Artes de La Esmeralda, y en San Carlos, desde su obra, busca promover el respeto y la tolerancia.
“Lucho contra los roles de género establecidos. Me visto de hombre, mujer, lo que sea”, dice.
A Juanjo le gusta estudiar la historia del arte y, a través de esta, analizar las etapas homofóbicas y conservadoras desde el arte prehispánico hasta nuestros días. En sus obras plasma momentos importantes, pero cuestionando las cargas que se atribuyen a hombres y mujeres para generar rupturas que luego se traduzcan en cambios sociales por la igualdad.
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Platica que sus autorretratos nadie los quería exponer. Nadie quería ver su cara con cuerpo de mesera de Sanborns y, mucho menos, verlo con vestido del Porfiriato o como una monja coronada del Virreinato. Es increíble, reflexiona, el valor que se le da a una tela, la construcción social alrededor de una pieza de ropa. “Estoy haciendo un homenaje a la historia, pero incomoda”.
Por ejemplo, abunda, cuando vio los taxis rosa por primera vez, pensó por un segundo: “Cómo, esto es muy femenino para México que es tan machista”. Pero luego reflexionó y concluyó que era una excelente idea: “Esto es lo que necesitamos, una ciudad rosa, creo que el feminismo y la propuesta de romper con la idea del mundo binario hombre/mujer proponen ir más allá de —por decir algo— la igualdad en el trabajo, se buscan igualdades de cosas muy machistas que están escondidas, que no vemos”.
Cuando Juanjo era chico le gustaba disfrazarse, pero para su papá y mamá era muy fuerte cuando pedía un vestido o ropa de mujer, le decían que eso era “de niña”, devaluando la imagen de las mujeres, como si eso significara algo despectivo, inferior.
“Me causaba conflicto, no entendía, qué tiene de malo, a mí lo que me gustaba era el disfraz, no pensaba en nada más”.
Juanjo dice que todos los niños gays querían un hornito para hacer pasteles, ese hornito de juguete que todas las niñas tenían, comenta. Pero eso era para niñas y estaba prohibido. Desgraciadamente, hoy las jugueterías aún separan lo que es de niñas y niños.
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Se ha avanzado y se han ganado derechos, asegura, pero falta mucho. Las mujeres, los gays y la comunidad LGBT+ están dando la lucha. Juanjo puede ver cambios positivos desde la relación con su sobrino.
Le pidió a su mamá una Barbie, ella se la compró, pero también le gusta el futbol y lo juega. La Barbie no cambia su identidad ni sus preferencias, solo es una muñeca con la que quiere jugar.
Juanjo recomienda a papás y mamás que le den herramientas a sus hijos e hijas para defenderse, sea cual sea su identidad o preferencia sexual.
“A mí mi papá me decía: no busques pleito, no te metas en problemas. Ahora se arrepiente de no haberme dado herramientas para defenderme, ya sea por un tema de género o cualquier situación. Hay que preparar a los hijos para los comentarios negativos”.
Es importante que se hable de las diversas identidades sexuales y que se pongan los temas en la mesa porque podría suceder que en una familia se burlen, se rían de una persona gay, y el mismo hijo de esa familia es gay. “Lo están hiriendo y no se dan cuenta, eso tiene que cambiar”, declara.