El pasado 11 de marzo el periodista hispano-venezolano y defensor de derechos humanos Luis Carlos Díaz fue detenido por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin). Al cierre de esta edición, a Díaz le fue otorgada la libertad condicional, pero se le prohibió salir de Venezuela y hacer declaraciones tras imputarle el delito de “instigación pública”. La siguiente es una entrevista sostenida con él semanas antes de ser detenido en Caracas.
A PRINCIPIOS de año los ojos del mundo se posaron ante Venezuela, un país que lleva varios años sumido en una crisis política y económica, que sufre una tasa de hiperinflación que este año podría aumentar a 10 millones, de acuerdo con estimaciones del Fondo Monetario Internacional. Pero, en los últimos meses, ha surgido un movimiento nuevo liderado por Juan Guaidó que trata de revocar al gobierno de Nicolás Maduro.
Para entender mejor lo que se vive en este país, platicamos con Luis Carlos Díaz, periodista con una larga trayectoria que trata de explicar la realidad política y social desde Venezuela.
—Primero, ¿nos puedes describir cómo es el día a día de un ciudadano promedio en Venezuela?
—Tienes a un pueblo viviendo los mayores niveles de incertidumbre en su historia porque la mayoría de la población no sabe qué va a comer hoy o mañana. Y eso te daña un poco la vida. ¿Por qué no sabe qué va a comer? El salario normal de una persona está rondando entre los 2 y los 5 dólares mensuales, la cuenta de que trabajas para comer ya no da. Llegar a este punto fue una crisis muy acelerada. Los venezolanos cayeron en picada, con un nivel de pobreza absurdo desde el 2014. Eso implica que alrededor del 90 por ciento del país es pobre y que de ese 90 por ciento, más del 50 por ciento está viviendo en pobreza extrema. Si se analiza esa cifra en otro país del continente, es mucho más bajo, ya que la pobreza extrema se entiende como vivir con menos de 2 dólares al día y te estoy hablando de gente que vive con 4 dólares al mes. Es un nivel que no tienen ni los cubanos ni los haitianos.
—¿Es por esta crisis económica que tanta gente está saliendo de Venezuela?
—Cuatro millones y medio de personas salieron: es el drama humanitario más importante en América del Sur en las últimas décadas. Ni siquiera con el conflicto colombiano salió tanta gente tan rápido. Hay que sumar el componente de la incertidumbre política, que es aún peor. El venezolano está preso, está viviendo en dictadura y no sabe cuándo se acabará. Ese no saber nos tiene desde hace muchos años con el corazón en la boca, con una tensión constante y hay gente que básicamente decidió irse.
—Entonces, el pasado 23 de enero cuando Juan Guaidó se juramentó como presidente encargado suena como una consecuencia lógica de estas crisis. ¿Pero, quién es Juan Guaidó?
—Juan Guaidó es el presidente de este periodo de la Asamblea Nacional. Cada año hay un presidente distinto, porque fue el acuerdo al que llegó la oposición. Es miembro de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, un partido de izquierda anotado en la Internacional Socialista. Guaidó es un poco como la biografía de muchos venezolanos, es decir, gente que intenta ascender socialmente a través de la educación. No es un líder de partido, es la persona que le tocó hacerse cargo por la coyuntura, ya que todos los líderes de su partido están presos o son perseguidos políticos.
—Muchos dicen que lo que hizo Juan Guaidó fue un golpe de Estado.
—No, lo que pasó es que Maduro para reelegirse como presidente tenía que haber hecho una elección, en el tiempo que indica la Constitución y con garantías electorales, pero no lo hizo así. Realizó unas elecciones fuera de periodo y para lograrlo persiguió a líderes opositores, los encarceló o los exilió. Es decir, hizo una elección a su medida que fue desconocida por la Unión Europea, Estados Unidos, el Grupo de Lima, la oposición y muchos más. Se hizo presión durante todo el año, pero finalmente Maduro decidió juramentarse el 10 de enero de este año. Cuando hace eso, como fue una elección no legítima, la Asamblea Nacional considera que hay un vacío de poder, es decir, que no hay presidente. Y como hay un señor llamado Nicolás Maduro que está ocupando esa silla, se considera que es un usurpador del puesto. Lo que le corresponde a la Asamblea, según la Constitución, es asumir el rol del ejecutivo.
—¿Por qué Juan Guaidó?
—Porque es la única autoridad electa legítimamente en Venezuela en este momento. La asamblea fue electa a través de los votos en un proceso electoral aceptado. Por eso no es un golpe de Estado. Tan no es así que no hubo un ataque armado a Maduro, no hubo una intervención militar, solo fue un acto simbólico donde el Parlamento dice: “yo asumo el rol de la presidencia hasta que se organicen elecciones limpias y libres nuevamente”.
—En tu opinión, ¿hay una intervención de Estados Unidos en este proceso?
—No es un intervencionismo extranjero porque nadie ha entrado a Venezuela, es una presión internacional en nombre de dos cosas: la restauración de la democracia y por la violación masiva de derechos humanos. Hay que resolver un conflicto que internamente es jodido porque la gente muere de hambre o muere por falta de medicinas, y además es también un problema regional. Los dos actores más importantes no son la Unión Europea o Estados Unidos, sino Colombia y Brasil, porque han recibido cerca de un millón y medio de migrantes vulnerables.
—En este punto, ¿qué crees que vaya a pasar?
—La idea con esta jugada es que a Maduro se le empiecen a quebrar los apoyos que tiene. Quizá no quiera ceder, pero sí puede haber militares institucionales que ya no lo acompañen, porque el costo de permanecer en este conflicto es mucho mayor que el costo de hacer la transición a la democracia. El régimen de Maduro tenía una opción hace años de cambiar la manera de gobernar. Pero no lo ha tomado, lo que ha hecho es radicalizar aún más la crisis.
—Entonces, ¿se organizó de nuevo la oposición?
—Lo que no estaba en el plan de Maduro, ni de nadie, era que la oposición se volviese a aglutinar en torno a un líder.Tampoco que la gente lo apoyara y que saliera a la calle porque el gobierno nos ha disparado muchas veces. Recogimos muchos muertos en la calle. La gente protestaba y les disparaban el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), la Dirección General de Inteligencia Militar, la Policía y la Guardia Nacional. No solamente hubo muchos muertos y detenidos sino también muchos torturados. Me preguntaban hace poco: “¿Tú no tienes miedo de que te maten?”. No, lo peor es estar vivo en Venezuela. Así de feo.
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–Has hablado de cinco puntos que consideras importante para el día después, para la recuperación de Venezuela…
—1. Es importante que cada ciudadano haga su plan de reconstrucción para el día después. ¿Por qué el día después y no hoy? Porque no hay democracia. Si tú hoy haces una empresa, te la expropian. La dictadura no te permite hacer nada.
2. Mantener proyectos de vida. Es importante que el trauma de la migración, el trauma de la dictadura no acabe con tus sueños, no acabe con lo que quieras hacer.
3. Hay que hacer dinero como sea. Hay que producir mucho dinero porque no vamos a vivir del petróleo por mucho más tiempo.
4. Tenemos que registrar y documentar todo. Hay que contar esta historia mil veces para que nunca más vuelva a ocurrir.
5. Hacer indicadores de alerta temprana. Así como los sismos hay una alarma que te avisa antes, que cuando una democracia entre en riesgo, se tenga un sistema que encienda todas las alarmas.
—Una última: ¿qué le dirías a las personas que dicen que México se va a convertir en Venezuela?
—Que tienen la oportunidad de experimentar cambios sociales que hace mucho tiempo han querido. Eso es válido, los pueblos tienen la capacidad y la necesidad de soñar. Pero nunca deben poner la revolución o los cambios por delante de la democracia. Las formas, los contrapesos, no aplastar a las minorías son importantes. Si haces cambios, pero excluyes y aplastas a los demás es un fraude. Eso termina en totalitarismo. Lo mejor que podemos hacer es ver los mejores estándares internacionales disponibles: ahí ya no vale el discurso de la soberanía y la autodeterminación, eso falso. Por esto, Venezuela es la muestra que debe quedar para el mundo de cómo una democracia puede pervertirse a sí misma cuando pierdes controles y contrapesos. Cómo una democracia puede terminar siendo una tiranía absoluta basada en el populismo y cuando se dice: “vamos a darle al líder todo el poder que necesite para ejecutar los cambios”. Esa creo que es la gran lección de Venezuela: nadie puede ni debe tener tanto poder. Nadie, ni aunque sea bueno o sea la madre Teresa de Calcuta. Nadie, ni Superman. No se puede poner a la revolución por delante de la democracia.