El pez de hielo de aleta negra del Antártico (Chaenocephalus aceratus) es un animal que habita en los ambientes marinos más fríos de la Tierra y puede sobrevivir en temperaturas por debajo del punto de congelación del agua potable.
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Ahora, un equipo internacional de investigadores ha mapeado más de 30,000 genes del pez, completando su genoma —el conjunto completo de material genético en un organismo—, según un estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution.
El proyecto más reciente podría ayudar a los investigadores a entender mejor cómo el animal se adaptó a ambientes tan extremos en el transcurso de su evolución.
Los científicos desde hace mucho han estado perplejos por el C. aceratus y otros animales en la familia de los peces de hielo, debido al hecho de que son los únicos vertebrados que carecen de genes funcionales de hemoglobina.
Esto significa que sus cuerpos no producen los glóbulos rojos que transportan el oxígeno en la sangre de todos los demás vertebrados. Como resultado, su sangre es de un fantasmal color blanco.
En esencia, el pez existe en un estado constante de anemia, un trastorno común que ocurre cuando la sangre carece de suficientes glóbulos rojos sanos, o hemoglobina (la proteína específica que capta el oxígeno). Aun más, los peces de hielo tienen corazones demasiado grandes y sus huesos tienen una densidad mineral muy baja.
Si un humano tuviera todas estas características, un médico posiblemente determinaría que sufre de una enfermedad o trastorno. Sin embargo, estas características son esenciales para la supervivencia del pez, según los investigadores.
El suborden de los peces de hielo —Nototheniodei— se separó del linaje que produjo los peces espinosos hace aproximadamente 77 millones de años, según el estudio. Desde entonces, han adquirido varias características importantes.
“Los peces de hielo evolucionaron mecanismos que parecen compensar la pérdida de proteínas que captan el oxígeno, incluidos corazones enormes con un volumen mayor de latidos en relación con el tamaño del cuerpo, sistemas vasculares mejorados y cambios en la morfología (estructura ósea)”, escribieron los autores en el estudio.
Tal vez lo más beneficioso sea que evolucionaron la capacidad de producir proteínas que actúan como una especie de “anticongelante”, permitiéndoles sobrevivir conforme se enfrió el océano austral. Hoy, las temperaturas promedio del agua en la región rondan los -2° Celsius (es importante señalar que el agua marina tiene un punto de congelación más bajo que el agua potable).
Los peces de hielo también han perdido muchas características en el transcurso de su evolución, incluidos conjuntos de genes asociados con los ritmos circadianos. Estos desaparecieron conforme los peces se acostumbraron a un ambiente en el que los veranos e inviernos implicaban luz u oscuridad continuas por meses seguidos.
Según John Postlethwait, de la Universidad de Oregon y coautor del estudio, investigar el genoma de los peces de hielo incluso podría tener implicaciones para nuestro conocimiento del cuerpo humano.
“Entender cómo estas características surgieron en el tiempo evolutivo en los peces de hielo podría ayudarnos a apreciar cómo características similares —pérdida ósea, disminución en la capacidad de producir glóbulos rojos, problemas del sistema circulatorio, obesidad— surgen en humanos viejos al paso de su tiempo de desarrollo”, dijo él en una declaración.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek