Mientras el estado de Washington afronta un brote de sarampión que ha provocado que al menos 53 personas, la mayoría de las cuales son niños sin vacunar, contraigan esta enfermedad, potencialmente mortal, muchos jóvenes han comenzado a preguntar cómo pueden vacunarse sin que sus padres lo sepan.
Lo que se conoce como indecisión con respecto a la vacunación no solo impide que los más jóvenes reciban la vacuna MMR (que protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola), sino que también obstaculiza la inmunización contra otras enfermedades, desde el virus del papiloma humano hasta la influenza.
De acuerdo con el sitio web Vaxpodia, establecido por un pediatra certificado y miembro de la Academia Estadounidense de Pediatría para generar conciencia sobre el poder de salvar vidas que tiene la inmunización, las vacunas se consideran, en términos generales, como elementos terapéuticos. En la mayoría de los casos, eso significa que los padres tienen que dar su consentimiento antes de que los menores puedan ser vacunados.
Sin embargo, eso no significa que sea imposible que los menores reciban vacunas sin el conocimiento de sus padres. En Estados Unidos, el derecho de los individuos considerados legalmente como menores de edad a dar su consentimiento informado para someterse a un procedimiento médico depende de las leyes estatales y federales, así como de la opinión profesional de los médicos.
Por ejemplo, en Washington, donde los funcionarios del Condado de Clark luchan para contener el brote de sarampión, los menores pueden recibir servicios médicos no urgentes, entre ellos, la vacunación, si un médico los considera “menores maduros”.
Existen exenciones similares en Alaska, Arkansas, Delaware, Idaho, Illinois, Kansas, Luisiana, Maine, Massachusetts, Montana, Nevada, Oregón, Pennsylvania, Carolina del Sur, Tennessee y Virginia Occidental.
Los niños a los que se considera que no están ya bajo el control de sus padres por estar casados o carecer de un hogar pueden recibir tratamiento médico en la mayoría de los casos. Por ejemplo, en Alabama, donde una persona que tenga al menos 14 años de edad, se haya graduado de la escuela secundaria o esté casada o embarazada, puede dar su consentimiento para recibir servicios de atención a la salud. Lo mismo ocurre con los jóvenes que reciben servicios de atención a la salud considerados delicados, como los procedimientos relacionados con el embarazo o la prevención de enfermedades de trasmisión sexual.
En teoría, los niños también pueden obtener la ayuda de profesionales de la salud como defensores. Como escribió el doctor Douglas Diekema, catedrático de pediatría de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Washington, en el sitio web de la institución, “Los encargados de proporcionar atención a la salud tienen la obligación ética y legal de defender los mejores intereses de un niño cuando las decisiones de sus padres sean potencialmente peligrosas para la salud del menor, imprudentes, negligentes o abusivas”.
Los niños que buscan ser vacunados podrían ayudar a detener un brote en Estados Unidos que, de acuerdo con William Moss, especialista en epidemiología e inmunología de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de Johns Hopkins, podría ser el peor desde 1989, según declaró recientemente a Newsweek.
“[Este pronóstico] señala el hecho de que estamos perdiendo terreno ante esta enfermedad que alguna vez llego a matar a millones de niños cada año”, señaló Moss.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek