Alfonso Cuarón presenta un nuevo libro fotográfico que narra cómo se realizó su galardonada película “Roma”: una historia de pérdidas familiares y nacionales ocurridas en 1971. Y que continúa hoy día.
La película semi-autobiográfica “Roma” fue tan personal para Alfonso Cuarón que el director impidió la lectura completa del guión. La decisión aplicó incluso a la productora, Gabriela Rodríguez.
“Lo tenía conmigo porque hice el registro de los derechos de autor, pero él nos pidió que no lo leyéramos y respeté su decisión”, dice Rodríguez, en entrevista con Newsweek.
Filmada magistralmente en blanco y negro, “Roma” acaba de recibir dos Globos de Oro (mejor película extranjera y mejor dirección). De hecho, este año podría Cuarón podría obtener su tercer Óscar, luego de que en 2013, se convirtió en el primer director mexicano en conquistar dos estatuillas por su cinta “Gravedad”. Si bien aquella película fue estelarizada por Sandra Bullock y George Clooney, la protagonista de “Roma” es una perfecta desconocida en Hollywood.
Yalitza Aparicio, es una actriz novata de herencia mixteca y trabaja como maestra de preescolar. El personaje de Cleo está inspirado en la nana que cuidó de Cuarón durante su infancia en México, país donde los indígenas componen casi 20% de la población. Aunque Cleo tiene a su cargo a los cuatro hijos de una familia de clase media -quienes representan a Cuarón y sus hermanos-, su vida es drásticamente distinta. Por ejemplo, Cleo y Adela (la otra empleada doméstica) trabajan casi de sol a sol, duermen en una habitación muy pequeña, y tienen prohibido usar electricidad durante la noche.
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Cleo encarna la injusticia social y económica que se entreteje en el relato de Cuarón. Cuando queda embarazada, nos enteramos de que no tiene seguro de gastos médicos. Y más adelante, constatamos el marcado contraste entre la Colonia Roma -vecindario de clase media en la Ciudad de México- y las barriadas de Ciudad Nezahualcóyotl, donde vive el exnovio de Cleo. Si parpadeas, podrías perderte los carteles políticos del entonces presidente Luis Echeverría y Carlos Hank González, el empresario y político mexicano más influyente en aquellos años.
Aún más impactante es lo que nos aguarda en la calle que discurre frente a la ventana del segundo piso de una mueblería, desde donde Cleo presencia una manifestación estudiantil que deriva en una violencia brutal. Esa escena recrea la Matanza del Jueves de Corpus de 1971, cuando el ejército mexicano asesinó a más de 120 estudiantes. La masacre fue perpetrada por “Los Halcones”, un grupo militar de élite del que formaba parte el exnovio de Cleo. En 1968, ese mismo grupo fue responsable de la masacre de Tlatelolco, ataque ordenado para reprimir a los estudiantes que protestaban contra el Partido Revolucionario Institucional de Echeverría, quien era secretario de Gobernación.
“Las discrepancias sociales, económicas y étnicas están presentes en toda la película”, afirma Rodríguez, quien ha trabajado con Cuarón desde hace más de 14 años. El director “no intenta forzarte a aceptarlas, simplemente están allí. Puedes verlas, sentirlas, asimilarlas… o no”, agrega.
Quienes estén más al día con la política mexicana reciente captarán mucho más. En 2014, durante el mandato de Enrique Peña Nieto, las autoridades enfrentaron a unos estudiantes que pretendían conmemorar la masacre de Tlatelolco. En esa ocasión, el saldo fue de 25 heridos, 6 muertos y 43 desaparecidos; y el misterio sobre el paradero de aquellos jóvenes sigue enfureciendo a millones de mexicanos. “Roma” debutó en Netflix el pasado 14 de diciembre, apenas dos semanas después que el nuevo presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, emitiera un decreto ordenando una investigación sobre los 43 estudiantes desaparecidos. López Obrador hizo campaña como defensor de los grupos menos favorecidos de México; entre ellos, las comunidades indígenas que son la esencia de “Roma”.
En una entrevista con Variety, Cuarón reveló que su película “fue motivada, probablemente, por un sentimiento de culpa frente a la dinámica social, la dinámica de clases, la dinámica racial. Fui un niño blanco de la clase media mexicana, así que vivía en una especie de burbuja”. De célebre minuciosidad, el director dedicó más de un año a buscar una actriz que interpretara el papel de la mujer que lo llevó a tener conciencia de esa dinámica: su querida nana Liboria “Libo” Rodríguez. Después de unas 3,000 audiciones, dio con Aparicio (hoy, de 25 años) en la pequeña ciudad de Tlaxiaco, en la misma región oaxaqueña donde creciera su niñera.
Aparicio no tenía idea de quién era Cuarón. “Alfonso amablemente me explicó el proceso para hacer la película. Me ayudó a prepararme para las escenas más impactantes, desde el parto del mortinato de Cleo hasta la manera como que el personaje evita que los niños se ahoguen”, recuerda Aparicio, quien, como todos los actores de la película, recibía solo unas cuantas páginas del guion antes de filmar la escena.
Su conexión con el personaje fue inmediata. “Puedo verme reflejada en Cleo. Estoy muy apegada a los niños -soy maestra de escuela, y me encanta-, y a veces soy sobreprotectora”. Cuando conoció a Libo Rodríguez, la nana de 74 años le recordó a su madre, quien también es empleada doméstica.
Gabriela Rodríguez señala que, si bien la cinta no tenía la intención de evidenciar el trato que reciben las trabajadoras domésticas en México y Estados Unidos, la productora y Cuarón están muy complacidos de que así fuera, y hacen todo lo posible para proseguir con esa conversación. En enero, Cuarón asistió a los Globos de Oro acompañado de Ai-jen Poo, directora ejecutiva de la Alianza Nacional de Trabajadores del Hogar (NDWA), y otros integrantes de la organización estadounidense no lucrativa.
“NDWA ha proyectado ‘Roma’ a miles de trabajadores”, informa Rodríguez, agregando que, en noviembre, la organización no lucrativa envió al Congreso una Carta de Derechos para las Trabajadoras del Hogar, la cual “otorgaría protecciones en el lugar de trabajo a dos millones de empleados domésticos”. Copatrocinado por la senadora demócrata Kamala Harris (California) y la representante demócrata Pramila Jayapal (Washington), el proyecto de ley es un logro importante para los derechos de los trabajadores domésticos de Estados Unidos. “Sería fantástico reconocerlos y reconocer el trabajo que realizan”, comenta Rodríguez acerca de “Roma”, película que está “llegando a muchos mexicanos en un momento políticamente importante”.
Cleo entra en trabajo de parto durante la Matanza del Jueves de Corpus y, gracias a los contactos de sus patrones con algunos profesionales de la salud, logra abrirse paso en un hospital sobresaturado. Mas no todas las empleadas domésticas son igual de afortunadas.
En diciembre de 2017, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social de México informó que, pese a haber transcurrido casi cinco décadas desde los acontecimientos que retrata “Roma”, 98% de los trabajadores domésticos mexicanos carece de un seguro médico; no tiene acceso a guarderías, medicamentos ni pensiones ; y percibe menos de 8 dólares al día.
En 2015, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación halló que 33% de las 1,243 empleadas domésticas mexicanas sufrían discriminación debido a su ascendencia indígena. Y de ellas, 25% manifestó que los empleadores les prohibían hablar en lengua indígena en el lugar de trabajo.
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El gobierno de López Obrador ha tenido algunos logros. En diciembre, la Corte Suprema de México aprobó un proyecto para inscribir a más de 2 millones de trabajadoras domésticas en el sistema de Seguro Social y brindarles acceso a programas de atención infantil, vivienda y jubilación. Ese mismo mes, el flamante presidente se comprometió a ratificar el Convenio sobre el Trabajo Decente para las Trabajadores y Trabajadores del Hogar. Aprobado en 2013 por la Organización Internacional del Trabajo, dicho convenio define estándares como derecho al salario mínimo y horas de descanso.
López Obrador siempre ha pugnado por la representación étnica. En mayo pasado, declaró: “Se va a atender a todos los mexicanos y se le dará preferencia a los más necesitados, a los más pobres. Como sabemos, aunque duela hasta decirlo, los más pobres entre los pobres son los indígenas”. Y el 1 de diciembre, cuando asumió el cargo, se reunió con representantes de las comunidades indígenas en el Zócalo de la Ciudad de México, donde tomó parte de un rito de purificación tradicional con hierbas e incienso de resina, simbolizando su responsabilidad de gobernar con honestidad y trabajo arduo. Es el primer presidente mexicano que hace esto.
Su campaña estuvo repleta de promesas optimistas, mas no todos creen que pueda cumplir sus objetivos: a mediados de diciembre, De Las Heras Demotecnia publicó una encuesta señalando que solo tres de cada 10 mexicanos opinan que tendrá éxito.
Si bien López Obrador ha prometido evitar que aumenten la deuda y los impuestos en el primer trienio de su mandato, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos señala que México debe aumentar sus impuestos para financiar los programas sociales propuestos, los cuales incluyen la construcción del Tren Maya: proyecto de 8 mil millones de dólares que, dentro de cuatro años, conectará los sitios arqueológicos de cinco estados del sur de México, y que reforestará más de 800 hectáreas en los estados de Chiapas y Tabasco, generando empleos para sus habitantes y los migrantes centroamericanos.
“No hay en otras partes del mundo [que tengan] una región con tanta riqueza cultural”, aseguró el presidente electo en noviembre, durante una rueda de prensa.
“Espero, sinceramente, que ocurran los cambios propuestos en términos de igualdad y adelantos, sobre todo para las comunidades indígenas”, comenta Aparicio. “Sin embargo, hace falta más que expresar la voluntad; se necesitan medidas concretas”.
Los indígenas mexicanos tienen poca influencia en la política y viven sumidos en la pobreza. Igual que los nativos americanos de Estados Unidos, enfrentan un racismo profundamente arraigado. Por ejemplo, en un estudio de 2016, BuzzFeed encontró que los indígenas rara vez figuran en las 15 revistas más importantes de México. En opinión de Aparicio, “Roma” brinda una representación muy necesaria. “Es un gran logro que alguien como yo -con una piel más oscura de lo que acostumbramos ver- aparezca en la portada de una revista [de modas mexicana]”, asegura Aparicio, quien ocupó la portada de diciembre de Vogue México.
El propio Cuarón ha sido criticado por hacer esta representación desde su perspectiva de hombre blanco y privilegiado. Richard Brody, crítico cinematográfico de Nueva York, resaltó el “estereotipo trillado que utilizan los cineastas intelectuales de clase media para representar a la clase trabajadora… el ángel silencioso cuya incapacidad o indisposición a manifestarse simboliza una virtud estoica”.
Por respuesta, Rodríguez insiste en que “nunca hubo la intención de relatar más allá de lo que Alfonso siente como propio, y sobre la persona que ama. Es así como lo recuerda, y ha sido franco en cuanto a que la memoria no siempre es precisa”.
“La película ha provocado comentarios negativos y positivos”, reconoce Aparicio, “pero al fin estamos teniendo una conversación sobre la importancia de una representación diversa”.
En cuanto a Libo Rodríguez, quien colaboró con Cuarón y Aparicio para crear el personaje de Cleo, lo único que hay es entusiasmo. Se enamoró de “Roma”. “No estuve presente la primera vez que vio ‘Roma’ con Alfonso”, dice Gabriela Rodríguez, “pero [Libo] no dejaba de decirle que estaba muy preocupada por los niños de la película. Alfonso respondió: ‘Pero trata de ti, no de los niños’. [Libo] sigue siendo esa persona”.
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Nana y productora al fin vieron juntas la película en el Festival de Cine de Nueva York, y Rodríguez recuerda: “Libo lloraba mucho. Y mientras Alfonso caminaba por la alfombra roja, me dijo, ‘¡Ay, mi niño! ¡Estoy muy orgullosa!’. Sigue consintiéndolo mucho”.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek