No se trata de mirar solamente a los maestros o a los alumnos; necesitamos una participación permanente, activa y proactiva de los padres
2018, AÑO ELECTORAL. Es inaceptable que en México, los niveles de pobreza sean prácticamente los mismos que hace 25 años. Esto nos habla de que el modelo ha fracasado rotundamente. El país se ha convertido en una fábrica que genera pobreza, a pesar de estar en el top 15 de las economías mundiales. Este diagnóstico tiene que ser reconocido por los gobernantes, si es que quieren resolver el problema, y por los ciudadanos, quienes deben exigir compromisos reales y efectivos.
La materia educativa juega un rol nodal. Quienes sean electos durante la jornada electoral deben aprovechar el periodo conocido como bono demográfico —la etapa en la que hay mayor población en edad productiva que aquella que se encuentra en una edad de cuidado—. Actualmente, aunque hay cobertura casi del 100 por ciento en educación básica, existe un rezago en la calidad. La educación media superior está en el cuello de botella, pues pocas personas tienen posibilidad de ingresar en este nivel y, además, son expulsados de los sistemas de la educación tradicional sin herramientas necesarias para el mercado laboral.
La responsabilidad de los ciudadanos versa en fortalecer a las comunidades educativas. No se trata de mirar solamente a los maestros o a los alumnos; necesitamos una participación permanente, activa y proactiva, de los padres para mejorar las condiciones, desde las físicas hasta el desempeño y aprendizaje en cada escuela del país.
Podemos hacer un monitoreo permanente e identificar los problemas que afronta cada centro y después, en colaboración con las autoridades, buscar alternativas para mejorar las situaciones.
Para ello, el atender la situación de pobreza es prioritario para la nueva administración. Hoy hay más pobres, podemos comprar menos cosas con el salario y las condiciones de origen determinan, casi como una fatalidad, el destino de las personas. Como ciudadanos podemos hacer acciones pequeñas en nuestro entorno, acercarnos a los encadenamientos productivos —empresas que interactúan entre sí en pro de una mejora—, ver la economía social y cooperativas para generar dinámicas territoriales.
México atraviesa una problemática estructural, las condiciones de pobreza son un reflejo del país que tenemos. Debemos entrarle por distintas perspectivas y, aunque todos tenemos algo que hacer en este tema, difícilmente se va a resolver por acciones individuales o aisladas.
Se ha vuelto urgente un cambio de modelo de política social, fiscal y económica, que aproveche estratégicamente los multimillonarios recursos presupuestales que se dedican al combate a la pobreza, y que detenga las prácticas corruptas que desvían recursos para propósitos electorales.
En tiempos electorales es necesario remarcar que la democracia no se agota en elegir a tu gobernante o a tus representantes, una participación activa una vez que ejercen el poder, la participación debe ser permanente, en términos procativos y en términos de corresponsabilidad.
Como ciudadanía, debemos colocar la agenda de la desigualdad y la pobreza en el centro del debate público, que los funcionarios electos asuman compromisos reales y efectivos para impulsar un nuevo modelo, que dejen de replicar las prácticas que lucran con la pobreza. Debemos hacer seguimiento uno a uno a los funcionarios.
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El autor es coordinador de Innovación e Incidencia. Acción Ciudadana Frente a la Pobreza