El 3 de septiembre de 2017, el mundo se estremeció, figurativa y literalmente. Ese día fue la sexta y mayor prueba nuclear de Corea del Norte hasta la fecha. Mientras que los analistas se apresuraron a calcular lo que significaba la prueba para la seguridad global, los científicos comenzaron a recopilar la información que pudieron para determinar qué había pasado exactamente.
Un conjunto de resultados de aquél esfuerzo acaba de publicarse en la revista Science. El equipo detrás del estudio usó dos tipos de datos geológicos para calcular la ubicación de la detonación, información crucial para descubrir qué tan poderosa fue la explosión.
“Nunca antes había visto un desplazamiento tan grande causado por la actividad humana a través de las imágenes SAR [Synthetic Aperture Radar]”, escribió en un correo electrónico a Newsweek el autor del reporte Teng Wang, un especialista en teledetección de la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur.
Los datos de radar son recopilados por satélites que circundan la Tierra, haciendo rebotar haces de luz de microondas hacia la superficie y midiendo la cantidad de tiempo que les lleva regresar. Los científicos pueden usar los datos producidos por diferentes pases de esos satélites para formar una imagen de cómo la superficie de la Tierra cambió entre esas dos veces.
“Es como una instantánea con algunos días de diferencia”, dijo a Newsweek Meng Wei, un geocientífico de la Universidad de Rhode Island. Wei no estuvo involucrado en este estudio, pero intentó hacer un análisis similar de una prueba previa de Corea del Norte, realizada en enero de 2016. “Cualquier deformación que veamos en la imagen ocurre en estos pocos días. Pero si es una hora, unos segundos, un día, no lo sabemos”.
En el caso de la prueba nuclear del 3 de septiembre, eso significaba observar los cambios en la montaña bajo la cual se realizó la detonación, llamada Mantapsan. Todas las pruebas nucleares de Corea del Norte hasta la fecha se han llevado a cabo en las profundidades de esta montaña para reducir la probabilidad de que los materiales radiactivos se filtren y contaminen el aire o el agua alrededor de una detonación.
Pero seis pruebas nucleares habían sacudido la montaña. En el caso de la última prueba, la más poderosa, los datos del radar mostraron una increíble cantidad de movimiento desde antes de la prueba hasta después de ella: la tierra se hundió aproximadamente 50 centímetros y fue empujada hasta 3.5 metros hacia los lados.
Eso es bastante movimiento. “El tamaño del evento es emocionante”, dijo Wei. “Este evento es el más grande hasta ahora realizado por Corea del Norte, y ha creado metros de deformación, que nunca hemos visto antes, al menos durante los últimos 20 años”.
Al combinar los datos del radar con la información recopilada por los sismómetros sobre los movimientos en la Tierra provocados por el evento, Wang y sus colegas pudieron reconstruir una estimación de dónde se realizó la prueba. Calcularon tanto la latitud como la longitud de la detonación y su profundidad, a unos 450 pies por debajo de la punta de la montaña.
Una ubicación no es simplemente agradable de tener; afecta los cálculos de la característica individual más importante de una detonación, su rendimiento o la energía producida. Pero sin una estimación bastante precisa de la ubicación de la detonación, es imposible calcular el rendimiento. Wang y sus colegas estiman que la detonación produjo energía equivalente a la explosión de entre 120,000 y 300,000 toneladas de dinamita.
Y aún más importante que producir un rendimiento para esta prueba, el trabajo realizado en este documento debería ayudar a los científicos a revisar pruebas nucleares pasadas y aprender más sobre lo que sucedió.