Eve Babitz fue una legendaria “It girl” de la década de 1970 y una sensual cronista de Los Ángeles hasta que la fiesta terminó, en la década de 1990. Quizá ya no escriba, pero aún tiene mucho que decir.
Cuando Eve Babitz era una joven socialité de Los Ángeles que consumía LSD con Yoko Ono en fiestas organizadas por Andy Warhol, escribía para Rolling Stone, se acostaba con Jim Morrison y, una vez, jugó ajedrez desnuda con Marcel Duchamp, estaba segura de que moriría antes de cumplir 30 años. Para Babitz, el objetivo de la vida era llenarla con tanto placer como fuera posible. “Para mí, la muerte siempre ha sido la máxima instancia en la que la gente se divierte sin ti”, escribió en su primer libro, Eve’s Hollywood (El otro Hollywood), una colección de relatos breves publicada en 1974. Le siguieron Slow Days, Fast Company: The World, the Flesh and L. A. (Días lentos, compañía rápida: El mundo, la carne y Los Ángeles, 1977) y Sex and Rage (Sexo y furia, 1979).
Tras la intoxicación de las décadas de 1960 y 1970 vino la sobriedad de los años 80 y 90, y Babitz, encontrándose todavía bastante viva, tenía algo que decir en L. A. Woman (Mujer de Los Ángeles, 1982), la recientemente reeditada Black Swans (Cisnes negros, 1993) y el libro de no ficción Two by Two: Tango, Two-Step and the L. A. Night (Dos por dos: Tango, Two-Step y la noche de Los Ángeles, 1999). En aquellos años, Los Ángeles había sido sacudida por la tragedia provocada por la crisis del sida y los disturbios raciales de 1992.
Un personaje libre e intrínsecamente Babitz recorre los relatos de Black Swans, manteniendo una sorprendente semejanza con la autora (al igual que todos los demás personajes femeninos). Pero como ella señala cuidadosamente, sus escritos no son autobiográficos. “Mi vida y la vida de mis personajes con frecuencia se combinan, pero no son lo mismo”, dice Babitz acerca de sus memorias imaginarias. “Los personajes sobre los que escribo son aquello en lo que me centro, no mi propia vida. Esta última me pertenece”.
Babitz no ha publicado ni un solo libro desde 1999, pero cada reedición (Black Swans va en la sexta) atrae a nuevos fanáticos. “Yo escribo cuando tengo algo de que escribir”, señala la escritora de 74 años, que vive aún en Hollywood y ha jurado nunca irse. “Quizá lo haga de nuevo”. Babitz niega ser una reclusa, reputación alimentada por rehusarse hacer presentaciones de sus libros e incluso hacer entrevistas telefónicas; sin embargo, estuvo de acuerdo en realizar el siguiente intercambio de correos electrónicos.
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—En tu trabajo realizado en la década de 1970, lidias con la posibilidad de vivir simplemente divirtiéndote, sin tener que realizar el serio trabajo de crecer. ¿Has podido lograrlo?
—Guau, me equivoqué con eso, ¿eh? La verdad es que tenemos que crecer. A pesar de lo mucho que luché contra ella, aquí está… la vida. Y si tú no creces, el mundo crece a tu alrededor. Entonces, tú tienes que crecer de todos modos.
—Los relatos de Black Swans muestran ansiedad sobre los cambios en el panorama político con la presidencia de Ronald Reagan. ¿Qué representan para ti las décadas de 1980 y 1990? ¿Fueron una llamada de alerta, y piensas que estamos en medio de otra?
—Para mí, la década de 1980 se relacionó únicamente con el dinero, quién lo tenía y quién no, y por qué sí tenía y por qué no. La gente comenzó a valorar a los demás según su cuenta bancaria. Esto fue muy diferente de cualquier otra cosa en mi vida. Desde luego, el mundo es más sombrío [ahora]. Espero que estemos en medio de una llamada de alerta, o al menos no lo sé aún. Eso es lo espantoso de una llamada de alerta: no sabes lo que está ocurriendo.
—En el relato “Free Tibet” (Liberar al Tíbet), el personaje principal se va con un amante al hotel Chateau Marmont de Hollywood mientras que afuera se desatan los disturbios, en Los Ángeles. ¿Qué significó aquel momento para ti?
—Cuando escribí Black Swans sentí que no había vuelta atrás. La fiesta había durado demasiado y, como ocurre al final de todas las fiestas, la magia se desvanece. Al final, sale el sol y miras a tu alrededor y ves ceniceros repletos, bebidas derramadas y flores muertas. Desde luego, sabía que el tiempo había pasado y que habíamos pasado a una nueva década, la vida había seguido, pero los disturbios fueron un momento definitorio para nosotros y, ciertamente, para la gente de Los Ángeles. La diversión había dejado de ser el objetivo. Para mí, parecía que había llegado el momento de la conciencia, la gracia, el respeto y la dignidad.
—Con frecuencia, tus personajes se refieren a su propia belleza y sexualidad, en forma muy parecida a la forma en que se comentaba tu propia belleza y sexualidad. ¿Fuiste subestimada o despreciada por esas cualidades?
—Es extraño, pero nunca tuve ni idea de cuáles eran las expectativas que las demás personas tenían de mí. Y no sé si alguien me despreciaba porque era una escritora. Ni siquiera sé si era bella. Solo sentía que era… quizás eso baste para ser bella. Y, como lo he dicho muchas veces, todos somos bellos cuando somos jóvenes y ese, y no otro, es el sentido de la juventud.
—¿Las redes sociales habrían cambiado la visión que tienes de ti misma?
—¡Absolutamente! Ya no hay misterio, ya no hay romance; incluso esa palabra probablemente esté muerta. Todo el mundo luce y se viste igual. Me alegra que más personas encuentren las reediciones de mis libros, pero fuera de eso, odio las redes sociales. Las personas ya no saben cómo hablar entre ellas. Podría seguir hablando eternamente de esto, pero no lo haré.
—¿Cómo te hace sentir que tu historia sexual y la lista de tus amantes sean analizadas interminablemente?
—Bueno, ya me he acostumbrado. Creo que es mi culpa, porque en Eve’s Hollywood escribí acerca del tema. Sin embargo, en ese momento no parecía ser gran cosa. No me parecía que fuera parte de la “historia”. Nunca se me ocurrió que mis libros se leerían tantos años después. Y recuerda, esos son personajes. ¡Todavía tengo algunos secretos!
—¿Cuándo eras joven te dabas cuenta de la medida en la que el abuso sexual era un problema entre actores, músicos y artistas?
—Aquello formaba parte de la cultura de la época por ambas partes. Hoy me doy cuenta de que era una época complicada, pero para mí, y solo hablo por mí misma, nunca quise nada a cambio. El sexo solo era eso. Nunca aparecería en la portada de un disco ni tendría un contrato para escribir si dormía con cualquiera.
—Décadas después de Sex and Rage, ¿qué consejo le darías a las jóvenes que buscan divertirse?
—Sean ustedes mismas y no duden ni se critiquen a ustedes mismas, aunque no creo estar en posición para dar consejos en 2018. Ya no es mi mundo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek