Nota del Editor: Esta entrevista a Antonio Fraguas “Forges” fue realizada en noviembre de 2016 y se publica en paralelo en la revista Gurb con autorización del autor y director de esta publicación.
Oficinistas cabreados, jefes tóxicos, ricachones desalmados, funcionarios camastrones, blasillas aldeanas que saben más que los ratones coloraos, náufragos solitarios, futboleros obsesos, matrimonios aburguesados y aburridos, políticos trincones, niñatos cibernéticos, toda la gran fauna hispana contemporánea ha desfilado bajo el pincel prodigioso y costumbrista de Antonio Fraguas “Forges” (Madrid, 1942) maestro indiscutible del humor gráfico español. Ilustrador ilustrado, filósofo sin agobiar, historiador ameno (no de los que van por ahí dando la brasa) periodista siempre, Forges es una especie de hombre del Renacimiento que toca todos los palos y los toca con maestría. Durante décadas ha sentado al español en el diván de su viñeta y lo ha psicoanalizado de una forma tan minuciosa que ni Freud. “¿Lo que no hemos aprendido todavía en este país? A escuchar y a no gritarnos”, asegura con resignación. Cuando empezaba a pintar sus primeras ilustraciones en el diario Pueblo, allá por 1964, su padre le dijo una frase lapidaria que se le quedó para siempre: “hagas lo que hagas que sea original”. Y eso es lo que Forges ha estado haciendo desde entonces. Crear un estilo propio y universal. Inventar personajes arquetípicos, inventar una escuela de humor sociológico que ha arrastrado a una legión de seguidores “forgianos” y sobre todo inventar un lenguaje nuevo cargado de modismos que se han extendido por toda la sociedad. Por llegar ha llegado incluso a poner varias palabras como picas en el Flandes de la Real Academia Española de la Lengua, lo cual no está al alcance de muchos. ¿Quién no ha dicho alguna vez aquello de voy a comer un “bocata”? “Somos hijos de nuestras lenguas, pero una madre que no permita a sus hijos tomarle un poco el pelo (y viceversa) no es una buena madre. Y yo tomo un poco el pelo a nuestro habla”, explica. Forges, Cervantes en viñetas, puso el humor y el lienzo que le faltaba a la Transición, que fue un neobarroco decadente lleno de borbones, falangistas, militarotes y curas asustando todo el rato al personal. Hoy, tras miles de dibujos y una montaña de mandíbulas destrozadas por la risa, no hace falta decir que el maestro sigue teniendo el ingenio afinado de siempre. Y ya va medio siglo. “Gensanta”.
Trump gana las elecciones, Forges tiene que dibujar sobre ello: ¿cómo sería esa última viñeta, así a vuelapluma?
Se ve un bisoñé gigantesco rubio amenazando Nueva York y la gente huyendo espantada.
En cualquier caso, el personaje promete grandes tardes de risa…
No hay que hacerse muchas ilusiones; los zoquetes muy orgullosos son más propensos a conflictear que a hacer reír.
Se ha puesto de moda el político showman, ¿a qué crees que se debe ese gusto de la gente de hoy por el caricato faltón, chulo y prepotente?
¿En España? Mira los índices de audiencia de las cadenas privadas y tendrás la respuesta.
Olvidémonos de Trump por un momento y vayamos a otra dictadura más nuestra: la España de 1956. Tienes 14 años y empiezas a trabajar en la tele. ¿Qué recuerdos guardas de aquella televisión?
Que se correspondía con una realidad social. Todo era en blanco y negro, la gente de aquella época no recordamos los colores. Y el recuerdo que tengo de aquella tele es mucho esfuerzo, mucha ilusión, muchas horas trabajando…. Y gente muy amable y divertida… Creo que era por los nervios; todo era en directo y en los directos de la tele ni antes ni ahora puedes rebotarte o poner una mala cara: te juegas grandes estropicios que verá todo el mundo.
Luego dejas la pequeña pantalla y te lanzas al humor gráfico en Diario Pueblo y en Informaciones. Te he oído decir que tu padre fue el primer crítico de tus viñetas…
Mi padre era periodista y me dijo que si quería dedicarme a esto de los chistes tendría que tener un estilo original. ¿Y qué es un estilo original?, le pregunté. Que un dibujo hecho por ti en un periódico se reconozca como tuyo a quince metros, me contestó.
Hiciste la mili como furriel de artillería, eso imprime carácter. ¿Dibujabas en el cuartel?
Yo era furriel de doscientos artilleros; una especie de amo de casa de la batería y, la verdad, era mucho curre furrieril, así que dibujaba en casa por la noche.
La censura: dicen que era buena para la imaginación, que la estimulaba y mejoraba el trabajo… ¿tú qué opinas?
A lo mejor; pero la censura, de verdad, lo que te enseñaba era a valorar la libertad todos los días, cuando te sentabas al tablero.
Me gustaría que nos contaras esa anécdota que te ocurrió con cierto guardia un día de viento…
Pues nada, que hacía mucho frío y viento aquel domingo de noviembre y al pasar por delante de la Dirección General de Seguridad a un policía armado que estaba de guardia en la puerta se le llevó la gorra una ráfaga de viento. Tiró de porra y se puso a perseguirla a porrazos hasta que consiguió reducirla y se la encasquetó muy iracundo… Pero la gorra estaba hecha fosfatina, saliéndole cartones por doquier y a mí se me ocurrió reírme. Me detuvo por escarnio a la autoridad, me llevó ante un comisario al que le relató la ofensa y este, con lágrimas de risa muy contenidas, me regañó un rato y me dijo que a la próxima al trullo. Y me mandó a mi casa.
Trabajaste en aquellas míticas revistas de la Transición, Hermano Lobo, Por Favor… Hoy parece que la revista de humor registra un revival, ¿será que estamos viviendo una segunda Transición y la gente pide sátira para sobrellevarla?
Hay webs en internet espectacularmente buenas, como es vuestro caso, y en las redes están apareciendo auténticos fenómenos, muchas, muchas mujeres que gracias a las facilidades que dan las redes sociales están logrando en ellas algo impensable en otros cometidos: la muy buscada paridad.
Visto que es imposible cambiar las cosas y que Rajoy parece eterno, ¿la sátira es lo único que nos queda ya?
De eso nada; nos queda currarnos la libertad todos los días: no podemos delegarla con nuestro voto durante cuatro años. Eso ya es muy antiguo… Nunca, a lo largo de la Historia de la Humanidad, los seres humanos hemos tenido tan a mano acabar con ancestrales injusticias, como el hambre. Por cierto ¿cuánta gente en el mundo sabemos que posiblemente antes de diez años se habrán acabado las hambrunas para siempre?
Has inventado palabras que la gente reconoce como “forgianas” (“gensanta”, “stupendo”, “bocata”, “firulillo”, “esborcio”, “jobreído”, “gürtélido”, “tontolcool”…) Pocos autores nos han enseñado tanto como tú sobre el humor que está encerrado en las palabras. ¿Cómo descubriste ese truco que tanta gloria te ha dado?
Menos lobos, caperucito, con lo de gloria. Y el truco es muy simple: nosotros somos hijos de nuestras lenguas, pero una madre que no permita a sus hijos tomarle un poco el pelo (y viceversa) no es una buena madre. Y yo tomo un poco el pelo a nuestro habla.
Por tus viñetas pasan personajes cotidianos, un costumbrismo español en imágenes. ¿Cómo lo haces para inspirarte, pegando la oreja a las conversaciones de la gente de la calle, con recortes de prensa o simplemente echándole imaginación?
Todo eso que has dicho y, además, estando muy atento a las redes sociales.
Pero por encima de tus personajes, creo que hay uno que los sobrevuela: esa cosa que llamamos España. ¿Crees que tenemos futuro como país o nunca saldremos de los Reyes Católicos?
Sí hemos salido, porque somos una potencia centrífuga, pero potencia somos.
Tú que has dibujado la historia de España en viñetas, ¿qué no hemos aprendido todavía?
A escuchar y a no gritarnos.
Pero vayamos uno a uno con tus personajes, que se lo merecen: Mariano y su mujer gordita, la Concha, representan el matrimonio. Por momentos parece que hay cierta amargura en tus viñetas sobre el papel que juega el amor…
De eso nada; lo que hay es lógica: en el noventa y ocho por ciento de los fracasos parejiles el culpable es el de los pantalones, que siempre se cree (nos creemos) el Rey del Mambo. ¿Que no? Una prueba: ¿tú has oído alguna vez la frase Reina del Mambo? Pues eso.
Los náufragos, otro clásico tuyo. ¿Estamos los españoles un poco náufragos?
Sí, y muchos viven de eso.
Aunque a veces, visto cómo está el país, ¿no te dan ganas de cogerte una barca y naufragar en cualquier isla desierta?
Daría lo mismo; Montoro y Tele5 nos acabarían encontrando: con una inspección y un repetidor digital, respectivamente.
Luego están tus ‘Blasillos’ y esas viejas entrañables que quieren estar a la última. Con ellos representas la España rural, una España que fuimos durante mucho tiempo. ¿Estamos perdiendo esa esencia del pueblo?
No lo creas; señoras del pañolón negro quedan a manta y mucho más inteligentes que muchas de ciudad.
Hay un mundo muy “forgiano”, que son tus viñetas sobre oficinistas. En eso no hemos cambiado demasiado respecto a los 50 o 60, algo que queda reflejado en aquellas viejas películas de Berlanga, Ozores y otros muchos. Siempre hay un jefe sargentón y un currito explotado…
Ahora es mucho más descarado: gracias a esta clase de Europa que nos han montado los mercaderes, para su propio beneficio, se están haciendo cosas en el mundo laboral que los franquistas no se hubieran atrevido a hacer. Los mayores lo sabemos.
Porque el jefe explotador es algo muy español. Supongo que la reforma laboral te ha dado más material de inspiración para tus dibujos…
Claro, a todos los de nuestro gremio nos dan motivos para repartir cera humorística contra esos desalmados tan impunes. Por lo menos, que quede constancia de su desalmación.
Las viñetas de jóvenes pijos y no tan pijos me encantan: denuncias todo ese lenguaje posmoderno y tecnológico que está acabando con el castellano. ¿Puede llegar a ocurrir que hablemos como las máquinas o mucho peor, como los ingleses?
No, seguro que no: el inglés no es el peligro; el chino, sí.
Y luego está el maldito “fúmbol”. Pocas cosas tan españolas como eso. ¿Eres futbolero?
Soy del Athletic Club, el Bilbao, como decimos en Madrid (porque tenemos aquí el Atleti, Aletí o Alético). Es el mejor equipo español; bueno, para ser exactos también es el único equipo español.
¿Y sobre los toros, qué opinas? ¿habría que abolirlos?
En pleno siglo XXI y en plena era digital es como preguntar si habría que abolir las hogueras inquisitoriales.
Tienes muchos dibujos de burocracia, otro gran mal endémico que no superamos…
Ahora lo tienen más difícil lo de perdernos una instancia.
A los borrachos sueles tratarlos con ternura… ¿será por eso de que un borracho siempre dice la verdad?
Excepto algunos presidentes de Estados Unidos recién electos, sí.
¿Con los curas qué tal te llevas? ¿Y con Dios?
Depende cuálos curas: por ejemplo, me llevaba muy bien con mi amigo de la infancia Nacho Martín-Baró, que fue uno de los jesuitas asesinados en El Salvador… O con el Padre Ángel. Y Dios, creo que es la humanidad que sufre.
Sin embargo, a los médicos no les pasas ni una, y sobre todo a los de la Seguridad Social. Me impactó una viñeta tuya de un señor al que le trasplantan un pie en la cabeza. Desde entonces cuando entro en un hospital no voy tranquilo…
La verdad es que desde la sanidad universal del PSOE, allá por 1984, la cosa mejoró sustancialmente. Ahora es difícil que ocurriera eso.
¿Nos hemos olvidado de Haití?
Muchos no.
Y llegamos al político corrupto, otro clásico forgiano. Esos intrusos os están quitando el trabajo a los humoristas…
Sus caras de incomprensión en los juicios por sus actos, acusados de hacer lo que han visto hacer impunemente en sus familias durante muchos años, son un poema trágico, pero poema.
¿Quién da más juego para el humor, Rajoy, Iglesias o Rivera (del PSOE no te menciono a ninguno porque de momento no hay)?
Rajoy e Iglesias; cada uno en su estilo. Rivera tiene menos relieves caricaturizables, creo.
Siempre me dio algo de miedo ese personaje tuyo, el rico poderoso gordo, trajeado y con gafas negras que no respeta a nadie y pisotea a todo el mundo. ¿No te inspirarías en un tal Carlos Fabra?
Ahora que lo dices, quizá un poco sí.
Y esto nos lleva otra vez al principio: ¿se va a acabar el mundo con Donald Trump?
En absoluto; eso le costaría mucho más dinero de lo que ha afanado a los demás…
Por cierto, ya sabes que nuestra revista está inspirada en el marciano de Eduardo Mendoza que se pierde en España por accidente. Por curiosidad, ¿qué diría Gurb sobre esta España nuestra en una viñeta de Forges?
¡¡¡Jopelisforrombillos fotando steliéntido!!! (¡¡¡Qué país, Miquelarena!!!)