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El viaje interior de una periodista con miedo a salir de casa

Publicado el 8 de diciembre, 2025
El viaje interior de una periodista con miedo a salir de casa
La agorafobia es un tipo de trastorno de ansiedad que implica tener miedo y evitar lugares o situaciones que podría provocar pánico. (AdobeStock)

TRAS AÑOS DE ATAQUES DE PÁNICO, SILENCIOS Y EVASIONES, una joven reportera encontró en la terapia, el oficio y la disciplina una forma de volver al mundo sin sentir que el mundo la devoraba.

Las arrugas alrededor de los ojos de Julieta se marcan como cicatrices cuando cierra los párpados con fuerza. Son las líneas del insomnio, las huellas de otra noche en vela. Su mano presiona el pecho mientras el aire escapa entrecortado de sus labios. La libreta de apuntes descansa en su bolso, junto a la grabadora; toma un vaso de agua, deja que un trago recorra su garganta y suelta un respiro largo Solo tiene dos minutos para salir de casa, a pesar de que su cuerpo pide quedarse adentro, a salvo, en silencio.

Siente cómo se aproxima ese visitante indeseado que conoce tan bien: un ataque de pánico. No hay tiempo para esto, se dice. Afuera la espera una cobertura, una historia por contar, el oficio que eligió a pesar de todo. Es periodista y vive con agorafobia.

En realidad, Julieta no es su nombre, pero lo escogió para este testimonio por una razón: significa fuerte de raíz, una fortaleza autoimpuesta mientras su propio organismo parece conspirar contra ella. Además, porque sigue siendo un asunto desconocido para muchos, apenas 2 por ciento de la población la padece cada año, según los Manuales MSD, un referente médico desde 1899.

EL DÍA QUE EL MUNDO SE VOLVIÓ DEMASIADO GRANDE

Julieta tenía 16 años cuando el mundo se volvió amenazante. Fue en un supermercado. Llegaron mareos, manos temblorosas, dolor en el pecho, inestabilidad, visión borrosa. En ese entonces quiso correr, huir de ese espacio abierto y concurrido. Temerosa por preocupar a sus padres, calló durante largo tiempo; su hermana había sido la única testigo.

Desconocía si esos síntomas eran parte de alguna enfermedad, si le pasaba a alguien más o si era la única. Su decisión fue simple: no volver. Si tenía que ir al supermercado inventaba mucha tarea o fingía estar cansada. Así estuvo hasta los 20 años.

En 2017, ya en la universidad, buscó algún referente, periodistas con síntomas como los suyos. Se encontró con un artículo de BBC: “La agorafobia no me define: cómo una mujer que teme salir de su casa logra recorrer el mundo”. Lo anterior le trajo un alivio instantáneo. La protagonista de la historia era Jacqui Kenny, una mujer de 43 años apasionada a la fotografía, pero con temor a salir de su hogar. Bajo el nombre de “Agoraphobic Traveller“, abrió una cuenta en Instagram para compartir sus lugares favoritos: monjas en Perú, bloques de apartamentos en Rusia, niños que corren en el desierto de Atacama, entre otras imágenes desde Google Earth.

Recibir un resultado de ansiedad proporciona tranquilidad al confirmar que los síntomas son reales. (AdobeStock)

Después de leer el artículo, Julieta se dio cuenta de algo: puedes encontrar una forma de vivir tus pasiones a pesar del temor, aunque todavía no sabía si realmente compartía ese diagnóstico. Decidió ir un paso más allá que Kenny, quien en su momento fue inspiración: acudir a terapia. A los 21 años llegó el diagnóstico oficial: trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y agorafobia. Con la noticia llegó la calma.

UN DIAGNÓSTICO NO DEBE PARALIZAR

De acuerdo con Angélica Ariadna Stephania Muñoz Zimbrón, psicóloga clínica con enfoque humanista, la agorafobia es un tipo de trastorno de ansiedad que implica tener miedo y evitar lugares o situaciones que podría provocar pánico y sensación de estar atrapado, indefenso o avergonzado, por ejemplo, al usar el transporte público, estar en espacios abiertos o cerrados, hacer fila, o ir al cine.

La mayoría de las personas con agorafobia la desarrollan luego de tener uno o más ataques de pánico. La preocupación por tener otro episodio las lleva a evitar los lugares donde probablemente volverían a experimentarlo. El miedo puede ser tan abrumador que incluso algunos son incapaces de salir de su hogar. El ataque de pánico puede incluir síntomas devastadores: frecuencia cardiaca acelerada, dificultad para respirar, sudoración excesiva, escalofríos, malestar estomacal o diarrea, miedo a morir y sensación de pérdida de control.

“El cerebro funciona mediante sinapsis, la conexión neuronal que transmite señales eléctricas. Este proceso genera serotonina, conocida como la ‘hormona de la felicidad’, también un neurotransmisor. Cuando las conexiones neuronales fallan, disminuye la producción de este, que desencadena depresión, estrés y, en casos avanzados, ataques de pánico”, explica Muñoz Zimbrón en entrevista con NW Noticias.

Los profesionales utilizan el DSM-5 para diagnosticar. El manual contiene criterios específicos basados en síntomas físicos, emocionales y conductuales del paciente. El tratamiento varía según la intensidad. Algunos individuos gestionan su ansiedad mediante ejercicios de respiración, práctica deportiva, modificaciones alimentarias y terapia psicológica. Quienes presentan manifestaciones más agudas requieren medicación, siempre combinada con terapia.

Tras años de ataques de pánico, silencios y evasiones, una joven reportera encontró en la terapia, el oficio y la disciplina una forma de volver al mundo sin sentir que el mundo la devoraba. (AdobeStcok)

La psicóloga sostiene que un diagnóstico no debe etiquetar ni paralizar. Recibir un resultado de ansiedad proporciona tranquilidad al confirmar que los síntomas son reales y no producto de la imaginación. Esta certeza elimina la sensación de “estar volviéndose loco.

EL ESTUCHE DE ALIVIO

Actualmente Julieta acude a terapia psicológica con enfoque humanista. Su “estuche de alivio” incluye correr varios kilómetros a la semana, practicar Body Combat un entrenamiento cardiovascular de alta intensidad inspirado en artes marciales, escuchar música tranquila, avisar a su familia cuando tiene un día difícil y anotar todos sus síntomas y progresos en una libreta.

En caso de presentar un ataque de pánico, ahora sabe cómo actuar. La agorafobia no desaparecerá. Aprendió a convivir con el miedo sin obedecerlo. A caminar aun cuando sus piernas tiemblan. Con casi 30 años trabaja en una editorial; acude a su oficina y a las ruedas de prensa, hasta a los chacaleos, donde los periodistas se abalanzan con preguntas urgentes. Lleva como mantra las palabras de Henry Anatole Grunwald, periodista y diplomático estadounidense: El periodismo jamás puede callar; esa es su mayor virtud y su mayor defecto. Debe hablar y hablar de inmediato…”.

Hoy puede escribir una nota con el ruido de la redacción como música de fondo; sonríe, no por haber vencido al miedo, sino por haberlo enfrentado hasta convertirlo en un compañero silencioso que ya no dicta sus pasos. Gracias a la ayuda de un profesionista, de sus seres queridos, amistades y de ella misma, ha logrado enormes avances. Ha entrevistado a muchos personajes: exgobernadores de México, líderes nacionales de partidos políticos, escritores de la talla de Guillermo Arriaga (Salvar el fuego) y John Boyne (El niño con el pijama de rayas), actores de teatroNada de eso le ha impedido su viejo conocido. N

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