La relación entre México y Estados Unidos ha sido históricamente complicada. Las políticas migratorias y la compleja colaboración bilateral han dificultado atender muchos de los problemas que suceden en la frontera.
Las agendas de ambos gobiernos no han fijado como prioridad temas apremiantes, dejando entre muros cuestiones como la contaminación en el Río Tijuana, una situación alarmante, dado que al desembocar hacia el Océano Pacífico, las aguas residuales se extienden por toda la región transfronteriza, dejando a la población a la deriva de riesgos exponenciales y cada vez mayores.
En nuestro caso, el crecimiento descontrolado y desmedido de la ciudad ha dificultado la instalación de un sistema de drenaje eficiente, y tal problemática se acrecenta por la falta de mantenimiento en la infraestructura dedicada al tratamiento de las aguas residuales.
El pasar de los años y la ausencia de insumos por parte de los diferentes gobiernos mexicanos para atender esta situación, ha acumulado una serie de desafíos sanitarios en las áreas colindantes.
En ambos casos, existe una disminución importante de la calidad del agua en las playas. Muchas de ellas, se identificaron con una elevada presencia de enterococos: patógenos causantes de diversas enfermedades y que amenazan la flora y fauna circundante.
Según un estudio realizado el 25 de enero de 2024 por el Proyecto Fronterizo de Educación Ambiental, en 5 playas tijuanenses examinadas se detectó una alta presencia de enterococos. En todas ellas, el número supera el límite para su uso recreativo.
Al ser una problemática que concierne tanto a Tijuana como a San Diego, la solución debe ser colaborativa; en específico, porque la capacidad de las autoridades mexicanas requiere de esfuerzos conjuntos para conseguir controlar los 25 millones de galones de aguas residuales que llegan diariamente al otro lado de la frontera.
Sobre ello, en el 2022 entró en vigor el acta 328 de la Comisión Internacional de Límites y Agua (CILA), donde México y Estados Unidos se comprometieron a invertir casi 500 millones de dólares en proyectos para abordar las problemáticas de flujo de aguas residuales hacia el Océano Pacífico en la región de San Diego y Tijuana.
Estos acuerdos han abierto la perspectiva sobre cómo atender las adversidades transfronterizas: con una estrecha colaboración; identificando las fortalezas y debilidades de ambos actores.
Actualmente se han logrado acuerdos con Estados Unidos para la rehabilitación de la planta de tratamiento de San Antonio de los Buenos, en Tijuana. Sin embargo, el esfuerzo no debe terminar ahí, es necesario que la infraestructura reciba un mantenimiento constante e íntegro para preservar su capacidad operativa.
Las elecciones de este año son, indudablemente, una valiosa oportunidad para retomar y priorizar la atención hacia la recuperación del Río Tijuana; las propuestas de las y los candidatos deben abordar las soluciones a este tema, y posicionarlo en el foco de la planificación transfronteriza.
Nos urge ampliar la facultad de crear proyectos estratégicos compartidos e impulsar políticas de prevención en lugar de soluciones reaccionarias. Las fronteras no pueden ser un obstáculo para dejar a la suerte el bienestar de la ciudadanía de ambos países.
Tenemos que gestionar de manera coordinada los temas que nos competen y fortalecer una agenda bilateral sólida, actuando con el objetivo de evitar y mitigar contingencias que figuran un riesgo para la población, consolidando una capacidad de colaboración constante entre ambas naciones. No podemos dejar de lado que nuestros retos son compartidos. N