A casi tres décadas de haber sido abandonados, los test de género resurgen en el deporte olímpico. Esta vez, impulsados por federaciones internacionales como World Athletics, World Boxing y World Aquatics, que han comenzado a condicionar la participación en competencias femeninas a la ausencia del gen SRY, un marcador de masculinidad situado en el cromosoma Y.
La medida marca un giro drástico en el rumbo trazado por el Comité Olímpico Internacional (COI), que desde 2021 había delegado la regulación del acceso a categorías femeninas a las federaciones deportivas. Pero con la reciente elección de Kirsty Coventry como presidenta del COI —la primera mujer en ocupar el cargo y doble campeona olímpica de natación—, el organismo promete retomar un rol más activo.
“Protegeremos la categoría femenina”, declaró Coventry al asumir el liderazgo del olimpismo desde su sede en Lausana, Suiza. Anunció también la creación de un grupo de trabajo para alcanzar una decisión común, aunque su margen de acción se acorta ante el avance unilateral de varias federaciones.
TEST DE GÉNERO: ENTRE LA BIOLOGÍA Y LA POLÍTICA
Organizaciones como World Boxing ya han exigido a deportistas como la campeona olímpica Imane Khelif someterse a pruebas cromosómicas. La boxeadora argelina, quien fue objeto de ataques mediáticos durante los Juegos Olímpicos de París —incluidos comentarios del expresidente Donald Trump y la escritora J.K. Rowling—, se retiró de una competencia en Eindhoven tras la solicitud del test.
Según las federaciones que promueven esta medida, el objetivo es restringir la participación en la categoría femenina a deportistas con genotipo XX, excluyendo tanto a mujeres trans como a personas intersexuales con cromosomas XY. Un test PCR oral puede detectar la presencia del gen SRY, pero los expertos advierten que esta simplificación ignora la complejidad biológica y ética de la cuestión.
CRÍTICAS DESDE LA CIENCIA Y LOS DERECHOS HUMANOS
La reinstauración de estas pruebas ha sido duramente cuestionada por la Asociación Médica Mundial, organizaciones de derechos humanos y expertos como Madeleine Pape, socióloga del deporte en la Universidad de Lausana y exolímpica australiana. Pape subraya que no hay evidencia científica concluyente que demuestre que personas con diferencias del desarrollo sexual (DDS) tengan una ventaja desproporcionada.
“Los mismos problemas que llevaron al abandono de los test siguen presentes: son poco precisos y altamente perjudiciales para los atletas”, dijo Pape a la AFP.
También destaca que algunas mujeres con cromosomas XY —como la española María José Martínez Patiño, excluida injustamente de los Juegos Olímpicos de 1988— no responden a la testosterona, lo que elimina la supuesta ventaja física.
Las nuevas normativas, pese a la apariencia objetiva del análisis cromosómico, podrían derivar en pruebas invasivas y costosas, como exámenes anatómicos o secuenciación genética, difíciles de implementar en muchos países y sin un marco ético sólido.
SEMENYA Y EL FRETE LEGAL EN EUROPA
El mundo deportivo espera una resolución definitiva del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) sobre el caso de la sudafricana Caster Semenya, campeona olímpica de 800 metros y excluida por World Athletics bajo estas nuevas reglas. En primera instancia, el TEDH falló a su favor, abriendo una puerta legal que podría marcar un precedente en el futuro de estas regulaciones.
Mientras tanto, las tensiones entre ciencia, política, inclusión y equidad de género continúan agudizándose, dejando a la nueva presidenta del COI en una encrucijada que podría definir su legado desde el primer año de su gestión. N
(Con información de AFP)