Decir que contar con una tarjeta de nómina equivale a estar “bancarizado” es una percepción engañosa. En México, millones de personas utilizan servicios financieros de manera superficial, pero sin integrarse realmente al sistema. En rincones insospechados del territorio, empero, la curiosidad, la necesidad y la búsqueda de alternativas están abriendo nuevas puertas a la inclusión financiera.
El uso de servicios bancarios se ha convertido en una necesidad prioritaria. Para un amplio sector de la población resulta impensable no poder consultar su saldo, disponer de efectivo o realizar pagos y transferencias. Sin embargo, estar satisfecho con un banco no siempre implica que se aprovechen al máximo las herramientas financieras disponibles. Esa aparente comodidad puede ocultar una desconexión más profunda.
Carlos Marmolejo, CEO y cofundador de Finsus, habla con NW Noticias sobre el panorama financiero mexicano desde la óptica del usuario. En su visión, la bancarización masiva aún es una meta lejana, especialmente cuando se observa el comportamiento real de los clientes.
“El panorama bancario mexicano se ha diversificado vertiginosamente en la última década: nuevos servicios, más opciones, más usuarios. Pero eso no significa que la banca se haya democratizado como requiere una de las economías más versátiles del mundo”, advierte Marmolejo.
TARJETA NO ES SINÓNIMO DE INCLUSIÓN
El directivo señala que en México existen cifras aparentemente altas de bancarización debido a la amplia presencia de tarjetas de nómina asociadas con el empleo formal. “Es muy común que casi cualquier trabajador formal tenga una tarjeta, pero eso no implica una verdadera inclusión financiera”, precisa.
“Una gran parte de la población retira en efectivo la totalidad de su salario el mismo día de pago, y no vuelve a tocar su tarjeta ni a interactuar con su banco hasta la siguiente quincena —añade el directivo—. Eso los mantiene fuera de muchos procesos financieros fundamentales, como el ahorro, el crédito o la inversión”.
Este uso limitado de los productos bancarios impide a millones de personas acceder a una educación financiera real y a los beneficios que acompañan un manejo activo de sus recursos. “En Finsus operamos en un entorno diferente al de la banca tradicional. Nuestro enfoque en servicio al cliente y agilidad nos permite crear un nuevo tipo de usuario, más interesado en encontrar soluciones y mejorar su relación con el dinero”, agrega Marmolejo.
Finsus es una sociedad financiera popular (sofipo) que, aunque no compite directamente con los grandes bancos, ha logrado abrirse paso en segmentos donde la banca tradicional simplemente no llega. Fundada en 2013, hoy opera en el 64 por ciento de los municipios mexicanos con menos de 15,000 habitantes.
“Cada vez que alcanzamos 100 usuarios en una comunidad, iniciamos un estudio sobre su comportamiento financiero y sus necesidades. Así hemos construido una red de atención en localidades donde a veces no hay ni un cajero automático”, explica Marmolejo.
En estos contextos, el acceso a un teléfono inteligente se ha vuelto indispensable, más allá del nivel socioeconómico. “Nuestra aplicación móvil permite abrir cuentas, realizar pagos, enviar dinero y acceder a inversiones. Todo eso desde el celular”, apunta.
Sin grandes campañas de mercadotecnia, Finsus ha logrado posicionarse en estas comunidades gracias a una herramienta infalible: el boca a boca. “La recomendación entre vecinos ha sido clave para llegar a poblaciones tradicionalmente excluidas del sistema financiero”, destaca el CEO.
EDUCACIÓN FINANCIERA DESDE LA EXPERIENCIA
Más allá del acceso, Finsus ha promovido una verdadera transformación en el uso de herramientas financieras. “La gente empieza con acciones simples como hacer recargas de tiempo aire o pagar servicios básicos desde la app. Luego descubren que pueden ahorrar e incluso invertir a mejores tasas que en la banca tradicional. Eso genera conciencia y nuevos hábitos”, asegura Marmolejo.
Municipios como Juanacatlán y Mazamitla, en Jalisco; Ecatzingo y Mexicaltzingo, en el Estado de México; y Totolapan, en Morelos, son ejemplos claros del impacto que puede tener una estrategia de inclusión financiera bien ejecutada. En estas localidades las dinámicas económicas han comenzado a cambiar gracias al uso responsable y activo de herramientas digitales.
Durante la conversación también se aborda un tema crucial para México: las remesas. Al cierre de 2024, el país recibió más de 64,745 millones de dólares por este concepto, lo que representa el 3.5 por ciento del producto interno bruto, según datos de Banxico.
“Según estudios oficiales, nuestros paisanos envían en promedio 300 dólares mensuales. Esos recursos tienen distintos fines: manutención, construcción de vivienda, apoyo a negocios, e incluso inversión”, explica Marmolejo.
La reciente discusión en Estados Unidos sobre aplicar un impuesto de 3.5 por ciento a las remesas preocupa a muchas comunidades. Ante este escenario, Finsus ha desarrollado una solución para recibir transferencias directamente desde Estados Unidos, de cuenta a cuenta, sin intermediarios ni cargos ocultos.
“Esta funcionalidad también permite que los mexicanos en el extranjero abran una cuenta en México para ahorrar, invertir y mover su dinero de forma segura. Todo esto respaldado por protocolos contra el lavado de dinero y con la promesa de mantener las remesas libres de gravámenes”, enfatiza Marmolejo.
El crecimiento de Finsus ha sido constante y ambicioso. Actualmente, la sofipo se acerca al medio millón de usuarios y espera alcanzar el millón de cuentas activas en el primer tercio de 2026. El objetivo es claro: ofrecer servicios financieros accesibles, eficientes y seguros a todo aquel que los necesite sin importar dónde viva.
Con la visión de Carlos Marmolejo al frente, Finsus continúa desafiando los límites del sistema financiero tradicional y apostando por una verdadera democratización bancaria. Porque la inclusión no se trata solo de tener una tarjeta, sino de empoderar a cada persona para tomar control de su futuro económico. N
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