El domingo pasado rebeldes islamistas irrumpieron en una conocida cárcel de Damasco, capital de Siria, y anunciaron en Telegram el “fin de una era de tiranía” en la prisión de Sednaya, también conocida como el “matadero humano”.
La caída del régimen de Bashar al Assad en Siria este fin de semana, luego de 50 años de gobierno totalitario, permitió la liberación de varios lugares que eran considerados inaccesibles durante décadas. Uno de esos sitios es Sednaya, conocido por sus ejecuciones semanales, a tenor de BBC.
De acuerdo con el medio británico, entre los principales objetivos del grupo islamista Hayat Tahrir al Shams (HTS), responsable de la caída de Bashar al Assad, estaba la liberación de las personas recluidas en el centro penitenciario.
“Se estima que más de 30,000 detenidos en la prisión de Sednaya fueron ejecutados o murieron debido a la tortura, la falta de atención médica o el hambre entre 2011 y 2018”, refiere en un artículo el medio.
Pero, ¿qué ocurrió realmente en el matadero humano? Con el levantamiento en contra de Bashar al Assad en 2011, Sednaya se convirtió en el principal centro de detención de opositores políticos. La prisión se construyó en la década de 1970 bajo la presidencia de Hafez al-Assad, padre del exlíder sirio. Desde entonces fue considerado el corazón del sistema penitenciario del régimen sirio.
La Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la prisión de Sednaya (ADMSP en inglés), citada por BBC, pormenoriza que el gobierno sirio realizaba al menos dos ejecuciones por semana. Incluso en un informe apunta que se trata de uno de los lugares “más secretos del mundo”, donde varias personas desaparecieron sin dejar rastro.
SIRIA: LAS CELDAS DE SAL EN SEDNAYA
“Según un informe publicado por Amnistía Internacional, entre 5,000 y 13,000 personas fueron ahorcadas allí en secreto en cinco años (2011-2015). Todo indica que la mayoría eran opositores civiles al gobierno: manifestantes, disidentes, activistas de derechos humanos, periodistas, personal de ayuda humanitaria, estudiantes, entre otros”, señala un análisis de la organización con fecha del 2017.
A tenor de medios internacionales, Sednaya tiene dos edificios: el antiguo o edificio rojo, el cual fue designado para los detenidos políticos y de seguridad que se oponían al régimen; y el nuevo o edificio blanco, destinado para individuos que dentro del gobierno cometían crímenes como corrupción.
Otras zonas registradas por medios y agencias que en su momento causaron indignación fueron las “celdas de sal”, una suerte de mortuorios muy básicos concebidos para preservar los cuerpos, a falta de morgues refrigeradas.
La ADMSP, tras una investigación sobre Sednaya, fechó la apertura de la primera celda de sal en 2013, uno de los años más sangrientos del conflicto.
“Hallamos que al menos se usaron dos celdas de sal para los cadáveres de quienes murieron por torturas, enfermedad o hambre”, dijo en una entrevista en la ciudad turca de Gaziantep el cofundador de la asociación, Diab Serriya.
En palabras de Serriya, cuando un detenido moría, en general se dejaba su cuerpo dentro de la celda, junto con sus compañeros, entre dos y cinco días. Solo entonces se le llevaba a la celda de sal, donde los cuerpos se acumulaban hasta que había suficientes como para llevarlos en un camión.
“EL MAYOR TORMENTO ERA EL HAMBRE”
El siguiente paso era un hospital militar, donde se expedían los certificados de defunción, en general por “ataque al corazón”. Las celdas de sal tenían por tanto el objetivo de “preservar los cuerpos, contener el hedor y proteger a los guardias y el personal de la prisión de bacterias e infecciones”, apuntó Serriya para la agencia AFP.
Los exprisioneros recuerdan que más allá de la tortura y la enfermedad, su mayor tormento era el hambre. Moatasem, una víctima del régimen, contó, por ejemplo, que entró en la cárcel en 2011 pesando 98 kilos y salió con apenas 42.
Los expresidiarios ven como una ironía macabra que la sal formara parte de la “maquinaria del horror”. El trigo, el arroz y las papas que comían se cocinaban siempre sin sal. Esta carencia puede causar náuseas, mareos y, en caso de privación total de este alimento, estado comatoso y muerte.
“Cuando un compañero de celda fue golpeado en los dedos de los pies y desarrolló gangrena, todo el pasillo pudo olerlo. Los guardias dejaron de venir por el olor. El doctor ni quiera podía mirarlo. Dijo que las piernas tendrían que ser amputadas. Murió delante de mí”, narró otro exdetenido. N