El viajero español Alberto Blasco Ventas, de 23 años, observa el puente ucraniano de Irpin, destruido en 2022 para frenar a las tropas rusas. El sitio, que alguna vez fue testigo de la guerra entre Rusia y Ucrania, ahora es una atracción turística para las personas que visitan el país en busca de emociones fuertes.
Los soldados rusos, que ocuparon este suburbio de Kiev al inicio de la invasión, “intentaron cruzarlo” para alcanzar la capital, explica la guía Oleksei Goriachev, de 33 años.
Las tropas de Moscú se retiraron desde entonces a cientos de kilómetros, pero lanzan casi a diario bombardeos contra la capital ucraniana, que Blasco eligió como lugar de vacaciones.
“Es mi primera vez en una zona de guerra. Tengo un poco de miedo, no les voy a mentir, en una zona de guerra nunca se sabe “, afirma emocionado el ingeniero español.
Una decena de empresas ofrecen este tipo de viajes en Ucrania. El fenómeno del “turismo oscuro” es marginal, pero va creciendo. Para llegar a Ucrania, Blasco venció primero las reticencias de su familia y amigos. Después voló a Moldavia, a lo que siguió un viaje de 18 horas en tren.
Tras recorrer el puente de Irpin, visitó un cementerio de vehículos calcinados y luego Borodianka, una ciudad devastada al comienzo de la invasión rusa, en febrero de 2022.
El español, que también se reivindica como influente (influencer), grabó cada paso del viaje, que planea publicar en su canal de YouTube, seguido por 115,000 personas. En su cuenta tiene material desde el “hospital psiquiátrico más horrible” de Estados Unidos y “la frontera más peligrosa” del mundo, entre China, Rusia y Corea del Norte.
YA NO ES SOLO CHERNÓBIL, LA GUERRA AHORA ES UNA ATRACCIÓN TURÍSTICA
Antes de la guerra, Ucrania ya recibía cada año miles de turistas para visitar Chernóbil, donde en 1986 se produjo la peor catástrofe nuclear del mundo. A quienes consideran que un viaje así sería morboso o inmoral, Blasco responde que lo hace “con respeto”.
War Tours, que planeó su viaje, afirma que ha tenido unos 30 clientes en lo que va de año, principalmente europeos y estadounidenses. Los interesados pagan entre 150 y 250 euros (157 a 262 dólares) por la visita.
Parte de las ganancias se donan al ejército, según el cofundador de la empresa, Dmitro Nikiforov, que insiste en que “no se trata del dinero, se trata de recordar la guerra”.
Svitozar Moiseiv, gerente de la empresa turística Capital Tours Kyiv, considera que los beneficios son insignificantes, pero que las visitas tienen valor educativo. “Es como una vacuna para impedir que esto vuelva a ocurrir”, comentó.
Los recorridos generalmente se centran en Kiev y en los suburbios devastados por los soldados rusos a principios de 2022. Pero hay empresas que se acercan aún más al frente, incluida una visita de varios días al sur de Ucrania por 3,300 euros (unos 3,500 dólares).
El estadounidense Nick Tan, que trabaja en una empresa de tecnología en Nueva York, es uno de los que quiso ir más allá de Kiev. En julio visitó Járkov, la segunda ciudad mayor de Ucrania y que enfrenta constantes bombardeos de las fuerzas rusas, situadas a unos 20 kilómetros de distancia.
“Quería verlo porque creo que nuestras vidas en Occidente son demasiado cómodas y fáciles”, explicó Tan, de 34 años.
Argumentó querer acercarse aún más al frente, pero que su guía se niega. Este autodenominado buscador de emociones dice que ha hecho paracaidismo y que suele ir a clases de boxeo y fiestas rave, un evento de música electrónica
“Saltar de un avión, pasar la noche de fiesta y golpear a gente en la cara ya no era suficiente para mí. ¿Cuál era la siguiente opción? Ir a una zona de guerra”, expresó.
ALGUNOS CIUDADANOS INCÓMODOS POR LA VISITA DE TURISTAS
Su interés incomodó a algunos vecinos del suburbio de Irpin, que viven bajo la amenaza constante de ataques aéreos rusos.
“Un dron Shahed cayó recientemente a 300 metros de mi casa. Yo no deseo revivir este tipo de experiencia, pero si alguien lo quiere para sí mismo, es su derecho”, comentó Ruslan Savchuk, un asesor voluntario de la estrategia turística de Irpin, de 52 años.
Según Mijailina Skorik-Shkarivska, concejal de Irpin y exvicealcaldesa de Bucha, a la mayoría de los residentes no les importa el “turismo oscuro”, pero algunos lo consideran “dinero ensangrentado”.
“Hay acusaciones: ‘¿Por qué vienen? ¿Por qué quieren ver nuestro dolor?'”, comentó la concejal, en relación con conversaciones que ha tenido con vecinos.
Mariana Oleskiv, encargada de la Agencia Nacional de Desarrollo Turístico, admite que el turismo de guerra plantea muchas dudas éticas, pero afirma que el mercado podría crecer.
El año pasado el país registró 4 millones de visitantes extranjeros, según Oleskiv, el doble que en 2022, aunque se trata principalmente de visitas de negocios.
Ucrania se prepara para la posguerra y ya acordó acuerdos con Airbnb y TripAdvisor. “La guerra llamó la atención sobre Ucrania, así que tenemos una marca más fuerte. Todos saben de nuestro país”, sostuvo Oleskiv. N
(Con información de AFP)