Las películas Amores perros, 21 gramos y A cielo abierto comparten dos elementos clave: un accidente automovilístico y la pluma de Guillermo Arriaga en el guion. Sin embargo, a diferencia de las dos primeras, la tercera es dirigida por Mariana y Santiago Arriaga, quienes, al leer el manuscrito original que su padre escribió hace 30 años, encontraron la inspiración para su ópera prima.
“Es su primer largometraje. La escribí en 1994, vendí los derechos, y originalmente yo iba a dirigirla, pero la productora nunca me la entregó. Tiempo después recuperé esos derechos”, sostuvo Guillermo en abril de 2023 en una entrevista con Newsweek en Español. Hoy, un año y medio después, retomamos la conversación con el escritor y sus hijos para descubrir de dónde proviene su fascinación por los accidentes y cómo una historia escrita hace tres décadas finalmente llega a la pantalla grande.
En diciembre de 1985, a las 6:13 horas, el productor y novelista mexicano sufrió un grave accidente automovilístico en la huasteca potosina, en San Luis Potosí. Según relata, viajaba dormido en el asiento trasero, sin cinturón de seguridad, “porque había manejado toda la noche y quería descansar”. El conductor, sin embargo, se distrajo y el vehículo cayó en un barranco. En el coche iban tres menores y cuatro adultos.
Guillermo despertó en plena caída libre; luego el auto comenzó a dar vueltas hasta detenerse en un lugar llamado Pueblo Nuevo. El estruendo del metal, los cristales rotos y los gritos de los niños lo marcaron profundamente, aunque él fue el único que resultó herido.
“Se me destrozó la nariz y tuve heridas en pómulos y frente. Subí la cuesta hasta la carretera junto con un amigo y pedí aventón a un tráiler. Como empecé a vomitar sangre, el trailero se asustó y nos bajó de su vehículo. El accidente me hizo percatarme de la cantidad de circunstancias que debieron concatenarse para que sucediera. Me pareció materia para narrar y decidí escribir una serie de películas en cuyo centro está un accidente de automóvil”, relata en un hilo de X, antes Twitter.
“DESCUBRÍ MI SANGRE EN EL ASIENTO”
La primera película fue A cielo abierto, luego vinieron Amores Perros, 21 gramos y un par de cortos: Texas, que aparece en la antología Rio, eu te amo, y Broken Night.
“Cuando fui a recoger la camioneta a un deshuesadero en Rioverde, San Luis Potosí, sentí muy feo porque estaba completamente destrozada. Acababa de pagar el enganche; mi papá me estaba ayudando con algunos pagos. Descubrí mi sangre en el asiento y los objetos que olvidamos dentro”, relata Guillermo para este medio; estos recuerdos son parte de las primeras escenas de la cinta dirigida por Mariana y Santiago, sus hijos.
El drama sigue la historia de dos hermanos jóvenes durante la década de 1990: Fernando (Máximo Hollander) y Salvador (Theo Goldín), quienes junto a su hermanastra Paula (Federica García) emprenden un viaje hasta la frontera entre México y Estados Unidos para vengarse del responsable que causó la muerte de su padre tras un accidente de auto.
Musicalizada por el compositor y pianista italiano Ludovico Einaudi, el filme explora temas como la pérdida, el duelo, la búsqueda del amor y la redención. Pero ¿qué tan complicado es filmar una road movie (género cinematográfico donde la trama gira en torno a un viaje en carretera)?
“Unos amigos nos comentaron: ‘Pensábamos que hacer películas era como grabar un video de bodas: alguien con una cámara al hombro, los actores y listo. Jamás imaginamos que implicara 150 personas y 18 camiones’. No se imaginan la magnitud de coordinar a decenas de individuos, cerrar carreteras y tantas otras tareas. Para directores debutantes, gestionar una logística de este tamaño resulta muy complejo y, además, al filmar en exteriores dependes de cómo va avanzado la luz”, pormenoriza Arriaga.
En tanto, en palabras de Santiago, cada día se cambiaba de locación y ello implicaba trasladar, montar y desmontar comedores, equipo de iluminación, rieles, grúas en lugares remotos, muchas veces inaccesibles.
“NUESTRO ESTILO VIENE DE CONOCER EL DESIERTO”, REFIERE UNO DE LOS DIRECTORES DE ‘A CIELO ABIERTO’
—¿Qué los llevó a elegir una historia escrita por su padre como punto de partida para su primer largometraje? —preguntamos a los directores.
—Es una historia muy familiar. En el guion hay parte de la memoria de nuestra familia. Afortunadamente todavía tengo a mis padres vivos, pero perderlos es uno de mis miedos más grandes. Nosotros filmamos en Coahuila porque es un estado al que vamos desde niños con nuestro padre; tratamos de ir una vez al año. Desde hace ocho años que Santiago se rencontró con este manuscrito, cuando hacíamos viajes también al norte, empezamos a imaginar las locaciones.
“Teníamos dos bases: Piedras Negras y Saltillo, y todas las locaciones eran alrededor de estas ciudades. Tuvimos presencia en Monclova, en el Rancho Santa Cruz —que es de unos amigos muy cercanos—; una semana de filmación en Ciudad de México y tres días en Toluca”, añade a la conversación Mariana Arriaga.
—¿Cómo fue dirigir una road movie y tener como protagonistas a jóvenes que era su primera o segunda cinta?
—Los productores fueron bien valientes al aventarse este proyecto porque era una película de primeros directores con primeros actores. Fue el primer filme de Theo y Federica y el segundo de Máximo, porque ya había actuado, pero con 14 años, después se distanció por completo del mundo cinematográfico.
“En A cielo abierto no hay referencias a otros trabajos de mi padre. Nos apropiamos de la historia y la hicimos nuestra. No obstante, cuando te pones a analizarla, te cuestionas por qué tiene ciertas obsesiones, por ejemplo, a las cicatrices, los choques y la ceguera; conocemos bien los miedos y demonios de nuestro papá. Pero nuestro estilo viene de conocer el desierto y el ámbito rural”, apunta Santiago en charla con Newsweek en Español.
NOMINADA A LOS PREMIOS ARIEL
Entre risas, en una videollamada, Guillermo cuenta su fascinación por la ceguera. La abuela de su compadre Lucio Estrada, un campesino de Tamaulipas, era ciega, y cada noche, al regresar de cazar —escena que también aparece en A cielo abierto—, él la visitaba. La mujer, de cabello blanco, se sentaba a su lado, le tomaba la mano y, mientras él veía las telenovelas, le preguntaba: “¿Qué está pasando, hijo?”. En tanto, las cicatrices son porque en su piel desaparecen rápidamente, y no en sentido figurado.
“Los directores con experiencia recomiendan a los de ópera prima no trabajar con actores primerizos y con animales (en el filme aparecen coyotes, perros, ovejas, entre otros). No filmar con no-actores (entre ellos, un campesino sin brazo y un niño de diez años) y evitar exteriores”, retoma el autor de las novelas Extrañas, Salvar el fuego y El salvaje.
A cielo abierto se estrenó en la Muestra de Venecia y estuvo nominada a cuatro premios Ariel: coactuación masculina (Julio César Cedillo), guion original (Guillermo Arriaga), música original (Ludovico Einaudi) y ópera prima. Desde el 17 de octubre se proyecta en cines comerciales, así como en la Cineteca Nacional. Por ahora la dupla Arriaga trabaja en una serie y pretende seguir colaborando para próximos proyectos.
“Hay temas de los que no me gusta hablar antes de que sucedan, pero estamos trabajando en una serie”, concluye Santiago. N