¿Qué sucede con las especies animales respecto a la muerte? ¿Los animales sienten dolor, viven un duelo o tienen ciertos comportamientos ante la muerte de una cría, pareja u otro semejante? ¿Sienten tristeza por la muerte de su tutor en el caso de las mascotas domésticas?
Según la Real Academia Española, el duelo se define como las demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. El Día de Muertos —patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO— es una de las máximas tradiciones mexicanas y se celebra el 1 y 2 de noviembre, cuando los vivos honran a sus seres queridos a través de diferentes maneras, como colocar un altar con alimentos y objetos preferidos de la persona fallecida o asistir al panteón para limpiar su tumba y dejarle flores u ofrendas. Esta celebración por supuesto está ligada al duelo que los seres humanos sentimos cuando fallece un ser querido y que permite recordarlo e ir aceptando su partida.
El duelo es una emoción importante sin duda alguna, y de acuerdo con Barbara J. King —autora del libro How Animals Grieve (Como los animales se afligen; 2013)—, no es exclusiva de los humanos. En 2020, una conmovedora fotografía ganó el premio Ocean Photography Awards, donde dos pingüinos viudos se consuelan entre sí en Melbourne, Australia. Esta es sin duda una de las fotografías más mediáticas por su impacto emotivo, pues recordemos que los pingüinos en general son reconocidos por la fidelidad hacia su pareja.
Existen imágenes de elefantes y otras especies tanto terrestres como marinas en estados que pueden considerarse de sufrimiento al estar frente a un semejante muerto. En esta revisión se mencionarán brevemente algunos registros y lo que la ciencia sabe sobre la muerte y el duelo en los animales.
ESCEPTICISMO SOBRE EL DUELO ENTRE LOS ANIMALES
Sin duda, el duelo por la muerte se integra por un conjunto de emociones muy reconocidas en los humanos, pero puede resultar un tema escéptico para muchos científicos cuando se traslada al resto de las especies animales. Como se menciona en un artículo de Smithsonian Magazine, quizá la pregunta no es si los animales muestran duelo, sino más bien, cómo sufren y manifiestan la pérdida, ya que seguramente habrá diferencias al comparar con el caso de los humanos.
Si bien existen algunos trabajos antiguos sobre las emociones en los animales (por ejemplo, Charles Darwin publicó en 1872 el libro La expresión de las emociones en hombres y animales), el tema apenas está despertando interés en la comunidad científica, tanto en términos neurofisiológicos, etológicos (sobre comportamiento) y evolutivos.
En una búsqueda propia de artículos científicos sobre este tema en la plataforma Web of Science (30 de septiembre de 2024) solo se encontraron 320 trabajos cuando se combinan las palabras “grief” (duelo) y “animal”, la mayoría de ellos enfocados en el duelo de humanos al perder mascotas, mientras que aquellos que refieren al duelo animal excluyendo humanos fueron pocos, lo cual es una evidencia de lo incipiente de este tipo de investigaciones.
Myron Hofer (1996) investigó las respuestas fisiológicas y de comportamiento en ratas infantes al ser separadas de sus madres. Encontró cambios sensorio-motrices discretos, de temperatura corporal, nutrimentales, y mencionó que tienen efectos regulatorios importantes en componentes específicos del comportamiento, así como en la vulnerabilidad a enfermedades.
EL DUELO DEPENDE DE LA HABILIDAD DE LOS ANIMALES PARA CONSTRUIR ESTRUCTURAS SOCIALES
Para reconocer que otros mamíferos no humanos también tienen la capacidad de percibir el duelo y la pérdida de un ser cercano con el que se han compartido vínculos importantes debemos partir de la idea de que sus cerebros podrían procesar la información sobre la pérdida de un compañero de una manera similar a nosotros humanos.
En primero lugar, el duelo dependerá de la habilidad de los mamíferos para construir estructuras sociales. Solo 46 por ciento de cerca de las 5,400 especies de mamíferos tienen una estructura social (Smith, Lacey y Hayes, 2017). Partiendo de esta idea, se plantea que los mamíferos sociales mantienen en su vida diaria interacción con otros congéneres, lo que puede llevar a la construcción de una figura de apego.
De acuerdo con O’Connor y Seeley (2022), la figura de apego plantea un problema porque los mamíferos sociales son móviles y deben encontrar a sus seres cercanos nuevamente para satisfacer esta necesidad. El apego en los mamíferos sociales lleva a una predicción de la persistencia del otro, pues es el vínculo que permite a los mamíferos sociales irse y volver con sus parejas y crías varias veces al día.
Esto potencialmente puede extenderse a otros animales no mamíferos, como las aves, que son monógamas, donde se puede observar un comportamiento similar durante la crianza. Entonces, localizar a aquellos con quienes estamos vinculados es, por lo tanto, una función crítica del cerebro.
SI UN VÍNCULO SE FORMA ES POSIBLE QUE OCURRA UN DUELO
Recientemente, en una especie de ratón de campo se identificó en la región del cerebro llamada cuerpo estriado, específicamente en el núcleo accumbens, un grupo de neuronas muy activas denominadas “neuronas de aproximación a la pareja”. Estas neuronas están muy activas durante la interacción del ratón con la pareja y el número de neuronas activas se incrementa conforme la interacción es mayor y el vínculo crece. Este mismo sistema funciona en una gran diversidad de mamíferos, incluidos los primates no humanos y los humanos.
Entonces, si el vínculo se forma, la posibilidad de que el duelo ocurra es alta. Es como si el vínculo fuera un arma que se amartilla y la separación o pérdida apretara el gatillo.
Con la formación del vínculo se crea una codificación neuronal para desencadenar una respuesta de estrés fisiológico ante la separación, lo que incluye cambios epigenéticos (activación o inactivación de genes) en el núcleo accumbens que durante el apareamiento llevan a un aumento de los receptores de oxitocina y a la liberación de la oxitocina, una hormona importante en la formación del vínculo de pareja y los cuidados parentales, y este cambio asegura el vínculo monógamo en los mamíferos (O’Connor y Seeley 2022; Felman, 2017).
El rompimiento del vínculo lleva a otros cambios importantes en el cerebro. Al romperse el vínculo, ya sea porque la pareja muere o el congénere con el que se estableció el vínculo no se puede encontrar más, ocurre la producción del cortisol, la hormona del estrés, lo que puede liberarse rápidamente cuando se pierde el rastro de la pareja.
EL DUELO Y EL ESTRÉS FISIOLÓGICO ENTRE LOS ANIMALES
También se libera el neurotransmisor dopamina, que motiva la búsqueda del otro congénere para reducir el estrés resultante (O’Connor y Seeley, 2022). Aunque la respuesta al estrés por separación de una pareja cumple una función adaptativa cuando es posible la reunión, en el duelo por pérdida de la pareja o de un congénere con el que se estableció un vínculo profundo el estrés fisiológico continúa.
Sin embargo, debemos aclarar que el duelo está relacionado con las emociones, y que las emociones requieren la interacción de numerosas áreas cerebrales, además del cuerpo estriado, como la amígdala y la corteza orbitofrontal (Felman, 2017), las cuales no detallaremos aquí.
En cambio, debemos resaltar que todos los mamíferos tienen similitudes en las áreas cerebrales que subyacen a las emociones humanas, en tanto que las aves tienen diferentes estructuras que parecen generar emociones similares. Esto es la base para comprender desde un punto de vista neurobiológico que el duelo puede existir en los animales no humanos.
Según Marc Bekoff (2007), los animales muestran signos universales de duelo cuando responden a la muerte de un compañero, un familiar o un amigo. Al igual que los humanos, los animales en duelo pueden retraerse y buscar la exclusión, sentarse inmóviles, perder el interés en la comida y el sexo, obsesionarse con el individuo muerto, tratar de revivirlo y permanecer con el cadáver durante días. Todos estos comportamientos se pueden explicar con la hipótesis de que los animales están de duelo.
Por otra parte, reconocer la existencia del duelo en animales diferentes al Homo sapiens resulta complejo. McGrath y colaboradores (2013) realizaron una consulta pública, donde cuestionaron si los animales pueden sentir duelo. Los resultados indicaron que 90 por ciento de los encuestados indicó que la mayoría de los animales pueden sufrir algún tipo de emoción relacionada.
ALGUNAS PERSONAS CONSIDERARON QUE LOS ANIMALES NO EXPERIMENTAN EMOCIONES
Walker y colaboradores (2014), por otra parte, realizaron una encuesta para investigar si las personas que tienen mascotas son más susceptibles a creer que los animales pueden sufrir duelo en comparación con aquellas que no poseen. Las personas sin mascotas consideraron en su mayoría que los animales no experimentan emociones tales como la ansiedad o depresión, cambios en el comportamiento por pérdida o separación de un semejante, por lo que la investigación concluyó que aquellas tienen un rol fundamental en la percepción pública sobre el duelo en animales no humanos.
El mismo autor y otros colaboradores (Walker y col., 2016) investigaron en Australia y Nueva Zelanda el duelo en gatos y perros al perder a compañeros de casa y encontraron cambios de comportamiento como pérdida de apetito, comportamiento afectivo y territorial, así como en vocalizaciones.
Asimismo, Walker y col. (2014) en otra investigación hallaron que también hay una perspectiva de género sobre el tema del duelo en los animales, donde los hombres son menos afectos a creer que los animales experimentan emociones complejas como la depresión, ansiedad, amor y pesar, pero no hubo diferencias de género al cuestionar sobre emociones básicas como el estrés, miedo, felicidad, furia, tristeza y miedo.
Asimismo, los hombres encuestados fueron muy escépticos sobre cambios en el comportamiento de los animales relacionados con el duelo por muerte o separación. Como se podrá imaginar, el tema es muy complejo y aún incipiente, donde quizá gran parte del problema sea el antropocentrismo sobre las emociones, es decir, limitar su existencia en otras especies no humanas por el simple hecho de ser diferentes.
¿CÓMO SE MANIFIESTA EL DUELO ENTRE LOS ANIMALES?
Entre los comportamientos que pueden ser asociados como una manifestación de duelo se encuentran cambios en la conducta social, de alimentación, trastornos del sueño. Brooks-Pribac (2013) hizo un recuento sobre los argumentos neurofisiológicos que apoyan la existencia del duelo en otras especies animales, siendo no exclusiva de los humanos y señala también la importancia de los procesos cognitivos.
Fisiológicamente, se han detectado cambios en los niveles de hormonas de estrés ante momentos asociados a duelo en especies terrestres. Sin embargo, en las marinas prácticamente no existe tal información por la dificultad para obtener muestras.
Monsó y Osuna-Mascaró (2021) mencionan que los requerimientos cognitivos para tener el concepto de muerte están muy diseminados en la naturaleza, por lo que debe ser más común de lo que se piensa, aunque seguramente tampoco está presente en todas las especies animales. De acuerdo con estos autores, para tener esta percepción sobre la muerte los candidatos deben contar con tres condiciones: cognición (ir más allá de identificar cadáveres), experiencia (contar con aprendizaje previo sobre la muerte) y emoción (que el animal sea capaz de tener sentimientos tales como el amor, curiosidad, excitación, que pueda hacerlo reaccionar ante la muerte de un semejante).
Comportamientos asociados con el duelo han sido reportados tanto en especies marinas como terrestres. Reggente y colaboradores (2016) reportaron observaciones de duelo en delfines nariz de botella del Indo-Pacífico (Tursiops aduncus), delfines tornillo (Stenella longirostris), orcas (Orcinus orca), delfines jorobados australianos (Sousa sahulensis), cachalotes (Physeter macrocephalus), delfines de Risso (Grampus griseus) y ballenas piloto de aletas cortas (Globicephala macrorhynchus).
CASOS DE DUELOS ENTRE MAMÍFEROS MARINOS
Los autores comentan sobre un delfín de Risso que llevaba a una cría en su dorso mientras nadaba en círculos. En 2011 (Egipto) se tuvo un reporte de delfines tornillo nadando alrededor de una cría muerta, la cual posteriormente un delfín adulto acercó a una embarcación.
Una orca (conocida como L72, 24 años) fue registrada junto con su hijo de seis años (L105) en la costa de Washington, llevando en su rostrum (hocico) una cría muerta (aparentemente recién nacida). En el transcurso de una semana la orca fue avistada mostrando comportamiento normal. Otra orca (identificada como J35), pero ahora en Canadá, fue observada en 2019 llevando consigo a su cría muerta por 17 días; la transportó una distancia estimada de 1,600 km hasta finalmente abandonarla.
En los elefantes también se han registrado comportamientos que pueden asociarse al duelo. En un video publicado por National Geographic se observa que al morir una matriarca, llamada Queen Victoria, en la Reserva Nacional de Samburu (Kenia), miembros de tres grupos diferentes pasaron a inspeccionar y mostrar una conducta particular ante sus restos.
Aunque el comportamiento asociado con el duelo suele estar más registrado en animales grandes, también se ha observado en especies con cerebros más pequeños, como perros, gatos y aves.
En resumen, el tema sobre el duelo en los animales es aún incipiente y actualmente existen más preguntas que respuestas. Empero, a la luz de nuevos resultados en neurociencias, etología y la biología se podrá conocer la complejidad de entender la muerte y las emociones asociadas en las diferentes especies animales. N
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Marlenne Manzano Sarabia está adscrita a la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Y Jorge Humberto Limón Pacheco, al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional.