La hacienda pública mexicana contiene tres componentes: gasto de gobierno, deuda pública e impuestos. La primera mujer presidenta de México será evaluada básicamente por su manejo de la hacienda pública. Entender exclusivamente que las finanzas públicas son solo impuestos para entregarle dinero a los gobiernos ha sido un error histórico en nuestro país. En México se habla de reforma fiscal y los agentes económicos cautivos comienzan a sentir que, una vez más, habrá impuestos para ellos.
La clase política funciona dentro de la dinámica de obtener la mayor cantidad posible de recursos de los ciudadanos en la formalidad, sin retribuirles lo mínimo indispensable en términos de seguridad, salud y educación. Lo anterior nos ha llevado a la preocupante realidad de un gasto público creciente e ineficiente que no abona al crecimiento económico con una interminable escalada de programas sociales, el decaimiento de la infraestructura y los sistemas de salud y educativo, así como una abultada deuda pública con relación a la recaudación con apenas el 40 por ciento de la economía en la formalidad.
A esta insana práctica se le agrega el que hace años el gobierno ha incumplido en su principal responsabilidad de proveer seguridad a la sociedad. El gran problema ha sido que los cambios fiscales se han hecho bajo fuerte estrés de las finanzas públicas.
LAS FINANZAS POLÍTICAS, UN TEMA IMPORTANTE EN LA AGENDA DE LA PRIMERA PRESIDENTA DE MÉXICO
En las últimas décadas, los cambios fiscales han sido impulsados cuando los gobiernos se ven apretados de recursos como en la actualidad, omitiendo que, por un lado, existe el lado presupuestal, en donde se pueden lograr importantes ahorros y, por el otro, existe una cantidad considerable de agentes económicos que no aportan a las finanzas públicas y que bien pudieran fiscalizarse para que paguen lo que les corresponde.
Al final las finanzas públicas son un tema político, en ellas juegan los partidos políticos, la agenda electoral y los equilibrios de fuerzas políticas más que el balance contable o el impacto de sus medidas en la economía real. En este contexto podemos deducir que la política fiscal mexicana sugiere el ingresar recursos de parte de unos cuantos, con un gasto público orientado a los intereses político-electorales y una deuda cada vez más grande.
La caída en la producción de petróleo nos ha llevado de 3 millones de barriles diarios a 1.6 en menos de 20 años, lo que ha provocado que los últimos tres gobiernos busquen ingresos por donde puedan, dejando intocable a la informalidad. En estos sexenios experimentamos con los fiascos del impuesto empresarial a tasa única (IETU) y el impuesto sobre depósitos en efectivo (IDE), las facturas electrónicas, varias firmas para trámites fiscales y una inacabada revisión de las deducciones sin voltear al impuesto al valor agregado (IVA), en donde hay suficiente espacio para incrementar la recaudación.
¿Y UNA BUENA REFORMA FISCAL PARA CUÁNDO?
La falta de dinero se ha hecho más evidente con la desmedida carrera por crear programas sociales, con los cuales los nuevos gobiernos se encargan de aumentar los gastos sociales del anterior como un mecanismo para ganar elecciones, al igual que con el incremento sustancial del gasto en pensiones y apoyos a Pemex y CFE.
Así, tenemos un país cuya economía se viene deshidratando, limitando su capacidad de crecimiento bajo la constante lucha entre el Estado y una parte del sector privado que busca una tajada del presupuesto, desplazando a millones de empresarios que buscan tener los medios de Estado para generar empleos y una clase media cada vez más agobiada por soportar financieramente al propio gobierno.
Ya es generaliza la idea de que la nueva presidenta de México estará obligada a gastar buena parte de su bono político en una reforma fiscal. Esperemos que sea una presidenta que busque hacer un esfuerzo considerable para revisar el gasto de gobierno y la posición de la deuda para que después se pueda entrar en el tema de los impuestos. De no hacerlo en ese orden dicha reforma estará destinada al fracaso y, con ello, el gobierno.
LA PRIMERA MUJER PRESIDENTA DE MÉXICO
La primera mujer presidenta será evaluada básicamente por su manejo de la hacienda pública. No hay forma de hacer realidad propuesta alguna sin recursos. Al revisar las propuestas de campaña de las candidatas observamos más gastos en becas, seguros y apoyos. Los gastos también son en programas, aeropuertos, trenes y puertos. Se agrega un sinfín de ofrecimientos que contrastan con lo apretado de la disponibilidad de dinero de gobierno.
Cada inicio de sexenio los presidentes se llevan tremendas sorpresas cuando les presentan los recursos disponibles para administrar. El arranque del gobierno de la primera presidenta de México (2024-2030) no será la excepción. Esperemos que la excepción sea que esta vez estemos ante una reforma fiscal que erradique la informalidad. Además, revise a fondo el gasto, controle el aumento de la deuda, y solo después se analice cuántos más impuestos deberán de pagar los mismos de siempre. N
—∞—
Carlos Alberto Martínez Castillo tiene doctorados en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía, los tres con mención summa cum laude. Es profesor en la UP y la Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, la Secretaría de Hacienda y la Presidencia de la República. También fue ministro de Asuntos Económicos de la Embajada de México en Estados Unidos. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.