La desigualdad de género en la alimentación y la agricultura cuestan al mundo un billón de dólares, asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En un nuevo informe el organismo indicó que abordar esta problemática en los sistemas agroalimentarios y cambiar el papel de la mujer en el sector reduce el hambre, estimula la economía y refuerza la resiliencia ante crisis tales como el cambio climático y la pandemia del covid-19, revela la FAO.
El documento La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios, publicado este 13 de abril, es el primero de este tipo desde 2010. El informe no se limita a la agricultura, sino que ofrece un panorama completo de la situación de las mujeres que trabajan en los sistemas agroalimentarios, abarcando desde la producción hasta la distribución y el consumo.
LAS MUJERES EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS
“Las mujeres se desempeñan como productoras, empresarias, vendedoras, trabajadoras y también como consumidoras. Entonces, participan en todas las dimensiones que forman parte de los sistemas agroalimentarios”, declara el director del Departamento de Transformación Rural Inclusiva e Igualdad de Género de la FAO, Benjamin Davis.
La Organización destaca que los sistemas agroalimentarios son una importante fuente de trabajo a nivel mundial: el 36 por ciento de las mujeres que trabajan están empleadas en el sector, una cifra que alcanza el 38 por ciento en el caso de los hombres.
LA DESIGUALDAD DE GÉNERO SE RELEJA EN EL TRABAJO PRECARIO E INFORMAL
Ante la pregunta de por qué se habla de desigualdad en el sector, con una cifra tan pareja, el director explica que el trabajo de las mujeres está menospreciado y sus condiciones laborales tienden a ser peores que las de los hombres.
“Las mujeres tienen un trabajo más informal, es más precario, a tiempo parcial, de escasa cualificación y es más laborioso, y finalmente peor pagado. Otro elemento de la desigualdad es la mayor carga como cuidadoras no remuneradas y el trabajo doméstico, que a nivel mundial es tres veces más alto para las mujeres, ahí es donde está la desigualdad”.
DISCRIMINACIÓN, UN ESPACIO PARA LA BRECHA DE GÉNERO
Las mujeres también tienen menos acceso a la posesión de la tierra, al crédito, a la formación y a las nuevas tecnologías. Junto con la discriminación, estas desigualdades dan lugar a una brecha de género del 24 por ciento en la productividad entre mujeres y hombres agricultores para explotaciones de igual tamaño.
Benjamin Davis explica que abordar las desigualdades de género en los sistemas agroalimentarios tendría muchas consecuencias en la vida cotidiana de las familias y de las comunidades, y que las mujeres tendrían un papel protagonista dentro de la vida colectiva.
UN BILLÓN DE DÓLARES CONTRA LA DESIGUALDAD EN LA ALIMENTACIÓN
“También hicimos un cálculo en términos económicos de que, si se cerrara la brecha de género de la en la productividad agrícola y si se suprimiera la diferencia salarial existente en los sistemas agroalimentarios, el producto interior bruto mundial aumentaría en un 1 por ciento, es decir, un billón de dólares”, indica el director.
Añade: “Y con ello, la inseguridad alimentaria mundial se reduciría alrededor de 2 puntos porcentuales y el número de personas con inseguridad alimentaria se reduciría en 45 millones, y eso solamente un cálculo conservador, en el sentido de que no se calcula su impacto a largo plazo”. N