La cineasta mexicana-salvadoreña Tatiana Huezo ha filmado las desapariciones de mujeres y la violencia del narcotráfico, pero con El eco, un documental sobre una pequeña comunidad campesina del norte de México, cree haber enfrentado uno de los mayores riesgos de su carrera.
El eco obtuvo dos premios en la reciente Berlinale (mejor documental del festival y mejor dirección en la sección Encuentros) y es presentado esta semana en el festival Cinelatino de Toulouse, donde Huezo ejerce además de jurado de una sección del certamen.
Tatiana Huezo (1972) es autora de siete obras, entre cortos, documentales y un largometraje, Noche de fuego, que obtuvo en 2021 el premio especial de la sección Una Cierta Mirada en Cannes. De acuerdo con el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), en El eco, los niños y jóvenes despliegan emociones primigenias, al tiempo que el ciclo de la vida va marcando los momentos para crecer, aprender, tomar decisiones o partir.
—¿Por qué volver al documental después de su primer largometraje? No es algo habitual en el mundo del cine— pregunta AFP a la directora.
—Después de Noche de fuego como que necesitaba volver a poner los pies en la tierra. El documental te obliga a eso, a volver a ver a la gente a los ojos y poder trabajar con otro ritmo. La ficción es una vorágine. Es una máquina enorme, con muchísima gente, con una presión muy grande, porque hacer películas cuesta. En el documental tienes el enorme privilegio de poder esperar a que las cosas sucedan, a que el sol esté en el punto exacto para poder rodar las manos de un campesino, el rostro de los niños.
“‘El eco’ es una película que rodé a lo largo de un año en total, en diferentes etapas. Nunca había rodado a lo largo de tanto tiempo. Tampoco sé si lo volvería a hacer”.
—¿Por qué?
—Me sumergió en muchas cosas increíbles, pero también en una incertidumbre. Tuve miedo de que alguna de las historias principales se detuviera, de que algún personaje se retirara. En el documental todo es un imprevisto y al rodar a lo largo de tantos meses, los riesgos se vuelven muy grandes. Pienso que es tal vez una de las películas más arriesgadas que he hecho, en ese sentido.
“Mi alma necesitaba hacer esta película. Tengo más de 15 años trabajando con temas durísimos que tienen que ver con la desaparición, que tienen que ver con esta herida que atraviesa México de una manera tan brutal y que ha marcado la vida del país”, agrega.
“EL ECO” FUE UNA TOTAL INCERTIDUMBRE
—¿Como en otras películas suyas, el hombre está ausente en El eco?
—En América Latina siento que hay cosas esenciales que compartimos. Una de esas cosas es la profunda desigualdad económica que existe. En el caso de México, el tema de la ausencia del padre es algo totalmente común y cotidiano. Tal vez yo no era tan consciente de ello y me llamó mucho la atención. Fue casi un estudio, un estudio sociológico.
—¿Cómo se logra esa intimidad?— cuestiona la agencia de noticias.
—Estando ahí, con la gente. Pasando mucho tiempo… Y al mismo tiempo, el riesgo de perder la construcción de la imagen, la construcción de la atmósfera de una película no es algo que cabe en mi cerebro. Es una de las cosas que más cuido. Siempre preparo mucho, siempre imagino la película, aunque en el caso de El eco fue una gran incertidumbre.
“Sentí miedo en muchos momentos de no lograr hacer una película potente, por esta sensación de que no había una tragedia. Temía que la vida cotidiana tal vez no fuera suficiente. Pero sí que lo es. Y eso aprendí”.
Para Noche de fuego, Tatiana Huezo entrevistó a más de 800 niñas. Una de las preguntas era: “cuéntame algo de tu papá”. Y para su sorpresa, cree que más del 70 por ciento de las niñas que interrogó, esta pregunta las rompía, “las rompía por la mitad”. A muchas se les mojaban los ojos y otras tantas se quedaban en silencio.
“Es un agujero que existe en el alma de muchísimas niñas en México, muchos papás emigraron a Estados Unidos para buscarse la vida”, concluye. N