Tras dos años de pandemia devastadora para millones de personas y para la economía global, y ante la incipiente e incierta recuperación, surge un conflicto bélico, Ahora en Ucrania. ¿Cómo es posible? Es posible porque el ser humano, como especie, es un animal territorial y agresivo, en constante búsqueda de pertenecer, escalar y dominar. En esa lógica, la guerra ha sido de nuestra existencia.
En este momento somos testigos de que el análisis y discurso en la opinión pública están dominados por la agenda estadounidense y sus aliados, quienes han hecho los juicios y posicionamientos más penetrantes. ¿Por qué es obligado condenar este nuevo episodio de guerra? La razón es clara, por la violación al derecho internacional que señala la prohibición expresa para invadir militarmente a cualquier país.
Así, siguiendo la formalidad jurídica de condena a la invasión, occidente utiliza armas de arranque como las sanciones, que nunca sirven, y la propaganda. En caso necesario, continuará con el siguiente paquete, típicamente, bombardeos y entrega de armas. Meterse directamente en el conflicto con efectivos lo deberá pensar so pena de repetir vergonzosos episodios como: Corea, Vietnam, Odesa, Crimea, Indochina, Afganistán, Irak y Siria, con el agravante de que aquí sería el preámbulo de la tercera guerra mundial.
Bajo esta lógica, en materia de sanciones se ha tratado a la élite rusa exactamente igual que a la de Venezuela, Cuba, Irán, Irak, Panamá y Libia. Es decir, como personas que saquean sus países para luego llevar fortunas enormes al sistema financiero occidental susceptibles de ser bloqueadas con un destino final incierto.
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Al finalizar el año 2021 el rublo cotizaba 77.74 rublos por dólar. El 1 de marzo de 2022 se encontraba en 107 rubros por dólar. Siguiendo la estrategia occidental, al presidente Vladimir Putin, quien por lustros ha dialogado, negociado y apoyado a la gran mayoría de líderes del mundo. Se le ha hecho ver como un autócrata, paria internacional y aprendiz de Adolfo Hitler. Él es tan autócrata y autoritario como Filiberto, Catalina la Grande, Pedro, Iván el Terrible, Nicolás II, Lenin, Stalin, Jrushchov y Gorbachov, solo que más inteligente de la mayoría de ellos.
Al margen de calificativos incluso psicológicos podemos argumentar que, en efecto, como se advierte, invadir militarmente un país es inadmisible. Es lo que estamos observando, una sociedad global en pleno activismo en contra de esta incursión armada.
Suscribimos el posicionamiento de la ONU, también el de los países del Oeste, sustentado en las bases de la democracia y la libertad de los pueblos para decidir su propio destino y adquirir los valores, costumbres y bienes que consideren pertinentes. Es de extrañarse la falta de posicionamiento de naciones tan relevantes como China.
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El rigor, sin embargo, obliga a completar el análisis, para ello es pertinente interpretar la postura de enfrente. El estadounidense Noam Chomsky, profesor del MIT, en entrevista con Truthorg esboza algunos apuntes. Durante la Perestroika y la Glasnost impulsada por Mijaíl Gorbachov, los países occidentales encabezados por Estados Unidos, Inglaterra y Francia pidieron expresamente al líder soviético que permitiera la reunificación de Alemania. En contrapartida, la URSS solicitó que no se permitiera jamás la mínima expansión militar al Este, ni un solo soldado más que en Alemania como límite.
PRECURSORES DEL FIN DE LA GUERRA FRÍA
Entonces, el presidente George W. H. Bush, en ánimo de contribuir a una disolución de la URSS de manera ordenada y sin sobresaltos, lo concedió. Así pasó a la historia como uno de los precursores del fin de la Guerra Fría al lado de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, San Pablo II, Lech Walesa y Helmont Kohl.
Así, Gorbachov expresó pública y de manera textual: “No solo para la URSS, sino también para los otros países europeos, es importante tener garantías de que, si Estados Unidos mantiene su presencia militar dentro de Alemania en el marco de la OTAN, ni una pulgada de la actual jurisdicción militar de la OTAN se extenderá jamás en dirección al Este”.
El sucesor, Bill Clinton, mantuvo el mismo compromiso. Hasta que llegó el 50 aniversario de la OTAN, momento en el que invitó y aceptó ni más ni menos que a Polonia, Hungría y la República Checa.
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El siguiente presidente, George W. Bush Jr., se fue a fondo cuando, incursionando militarmente en Afganistán, incorporó a los estados bálticos e invitó abiertamente en el año 2008 a Ucrania, siendo esta el corazón geoestratégico de Rusia.
La invitación se mantuvo abierta pese al rechazo de sus aliados Alemania y Francia. Estos eran sabedores de que ningún líder ruso populista, autócrata, demócrata, socialista o capitalista lo permitiría, empezando por el orquestador de la disolución de la URSS, el propio Gorbachov.
El presidente Barack Obama decidió atinadamente no encender el fuego en la región central de Europa. Desde que Bush invitó a Ucrania a la OTAN ha ocurrido la agresión occidental a Irak, Libia y Serbia, pese a la oposición de Rusia, que no fue escuchada.
Hoy, Estados Unidos y la OTAN tienen presencia en Rumania, Bulgaria, Polonia, Alemania, Lituania, Letonia y Estonia, otrora naciones bajo la influencia de seguridad militar de Rusia. Ucrania era demasiada afrenta.
Al fallar el entendimiento de este proceso histórico, estamos frente a la primera guerra del siglo XXI, la cual tendrá repercusiones impredecibles. La solución que a todos puede satisfacer está en considerar a Ucrania como un país neutral tal y como lo son Suiza y Austria. No cuesta mucho trabajo escuchar a Francia y Alemania para dejar fuera de la OTAN al vecino puerta con puerta de Rusia. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, Washington, Secretaría de Hacienda y Presidencia de la República. Es socio de Excel Technical Services. Su correo es drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.