LEGISLADORES rusos buscan prohibir que la gente compare el comportamiento del ejército soviético y Joseph Stalin con las acciones de los soldados nazis y Adolfo Hitler.
El presidente ruso, Vladimir Putin, dio instrucciones de que el proyecto de ley sea presentado, después de una reunión del Consejo Presidencial para la Cultura y las Artes en octubre.
Quienes se oponen a la legislación la han criticado por violar la libertad de expresión. Sin embargo, quienes apoyan la propuesta de ley argumentan que no se trata de reprimir lo que dice la gente, sino de reconocer la contribución de Rusia en la caída de Hitler.
“El ejército soviético es un liberador y, por lo tanto, un benefactor de Europa”, declaró Elena Yampolskaya, presidenta del Comité de Cultura. “Es posible y necesario discutir cualesquiera situaciones específicas, hechos, documentos. Solo no olvidemos que la Unión Soviética, el pueblo ruso, entabló la principal lucha contra el mal universal del nazismo”.
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La participación de Rusia en la Segunda Guerra Mundial es una historia complicada que pone al país tanto en el bando del eje como en el de los aliados. Por casi dos años, Rusia colaboró con Alemania mientras ambas fuerzas avanzaban por Europa Oriental, llevando consigo muerte, destrucción, ocupación brutal y enviar a la gente a campos de trabajo y concentración.
Sin embargo, después de que Alemania invadió Rusia en 1941, el régimen nazi se convirtió en un enemigo de Rusia y su ejército se unió a la lucha contra Hitler. El invierno en Rusia y la constancia incansable del ejército durante la Batalla de Stalingrado, les asestaron un golpe duro a las fuerzas de Hitler, y muchos historiadores la consideran un importante punto de inflexión en la guerra a favor de las fuerzas armadas.
El ejército soviético también fue responsable de liberar Varsovia, Cracovia y Auschwitz, el más tristemente célebre campo de concentración nazi, donde murió más de un millón de personas.
Aun cuando Rusia ayudó a liberar a quienes sufrían en los campos de concentración a manos de los nazis, su líder, Stalin, es considerado como una de las figuras más despiadadas de la historia. Él creó los gulag, un sistema de campos de trabajos forzados que encarceló alrededor de 18 millones de personas y las sometió a condiciones brutales. Después de la guerra, él reclamó porciones de Europa como propias e hizo descender una “cortina de hierro”, separando a Berlín Oriental del resto del mundo y comenzando la Guerra Fría.
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Putin ha tratado de reprimir las críticas a las acciones de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial por años. En 2014, firmó una ley que convirtió el distorsionar el papel de la Unión Soviética en un crimen que amerita hasta cinco años de prisión.
“Es nuestro deber defender la verdad sobre la victoria; de lo contrario, ¿qué les diremos a nuestros hijos si una mentira, como una enfermedad, se propaga por todo el mundo?”, dijo Putin en un discurso en enero de 2020. “Debemos imponer los hechos sobre las mentiras flagrantes e intentos de distorsionar la historia… Esta labor es nuestro deber como un país ganador y es nuestra obligación con las generaciones futuras”.
Mark Kramer, director del Proyecto de Estudios de la Guerra Fría en el Centro Davis de Harvard, reconoció en 2020 que el heroísmo de los soldados soviéticos es “innegable”, pero expresó que el “lado mucho más oscuro de la acción bélica soviética” también es inevitable. Llamó como “desafortunado” el que Rusia solo tolere “imágenes y discursos gloriosos”, y dijo que una “discusión más imparcial” sería lo mejor para la nación.
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El proyecto de ley, que fue publicado en los registros de la Duma estatal el miércoles, culpó a los medios de comunicación, incluidas publicaciones en Rusia, de hacer declaraciones “derogatorias” sobre el papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Este le prohibiría a la gente comparar públicamente las acciones de los militares y lideres de la URSS con las de la dirigencia nazi, incluso en los medios de comunicación y la internet.
Sus autores dijeron que la meta era poner una barrera legislativa a los “insultos obvios a nuestros abuelos y bisabuelos”, a la vez que “se preserva el espacio para la investigación histórica” y las discusiones científicas, según una traducción de la propuesta de ley.
“La familia tiene sus ovejas negras. ¿Los particulares pueden desacreditar al todo? Nunca. El bien sigue siendo el bien, el mal sigue siendo el mal”, declaró Yampolskaya. N
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek