COMO PARTE de las consecuencias y lecciones que el sector pesquero ha enfrentado durante el primer año de la pandemia, organizaciones de la sociedad civil, pescadoras, pescadores, restauranteros y cooperativas pesqueras muestran los aciertos y debilidades que aprendieron para enfrentar los rezagos que trajo la crisis sanitaria a un sector que ya arrastraba algunos problemas graves de operación y gestión en la pesca de los recursos marinos en México.
En el reporte Lecciones de una pandemia: poniendo a prueba la resiliencia del sector pesquero mexicano, elaborado por la organización Environmental Defense Fund (EDF) en México junto con Ethos Laboratorio de Políticas Públicas e Impacto Colectivo por la Pesca y la Acuacultura Mexicanas (ICPMX), se muestran los retos y acciones que tuvieron que implementar diversos agentes que forman parte del sector pesquero en México.
De las 12 lecciones que se destacan en el reporte, cabe destacar el fortalecimiento de un sistema alimentario justo, resiliente y sostenible en el país, donde la pesca sea parte de este diálogo y tenga presencia en la agenda política.
Por otro lado, se debe profundizar en una cultura de salud preventiva en México, en la que los pescados y mariscos ocupen un mayor papel en la dieta. Además, mejorar las condiciones sociales de las comunidades pesqueras y demás personas que dependan y vivan de la pesca, donde las prácticas sostenibles sean la base de esto ante la crisis climática que ya comienza a afectar a este sector.
En este sentido, la pandemia de COVID-19 exhibe la necesidad de tener pesquerías y ecosistemas marinos sanos, es decir, con prácticas sostenibles que aseguren el recurso marino durante años y del que otras generaciones puedan alimentarse y, al mismo tiempo, sea una fuente de ingresos para las personas respetando el ciclo de vida de las especies marinas para evitar su extinción.
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Para ello, la Environmental Defense Fund (EDF) en México y organizaciones que formaron parte en la realización de este reporte proponen dentro de estas lecciones el proporcionar flexibilidad a las personas que dependen de los recursos marinos para su sustento o negocio que permita que los ecosistemas mismos sean resilientes.
“La crisis sanitaria que dominó el 2020 nos permitió ver que las pesquerías alrededor del mundo juegan un papel crítico en el abasto de alimentos y la seguridad alimentaria”, expresa Carlos Fuentevilla, Oficial de Pesca de FAO.
Y agrega: “En el pasado hemos tratado los mares como si fueran fuentes ilimitadas de recursos; hoy sabemos que es necesario aprovecharlos dentro de un marco de reglas que permita su uso responsable”.
Incluso, entre los rezagos que la pandemia por COVID-19 visibiliza en el sector pesquero se halla la importancia de contar e impulsar pesquerías sostenibles y sanas que permitan un incremento temporal en la actividad pesquera y que, al mismo tiempo, no ponga los recursos en riesgo y den un respiro a las comunidades pesqueras.
“Existe evidencia científica que demuestra que los ecosistemas más diversos y en buen estado son también los más resilientes ante cambios significativos en el ambiente. Esto es importante de cara a los impactos pronosticados del cambio climático, la crisis ambiental más preocupante de nuestros tiempos”, se lee en el reporte.
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Cifras presentadas en este informe contextualizan cómo la pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 en el mundo tuvo un fuerte impacto en todas las actividades productivas en el país, donde la pesca no fue la excepción.
Entre las afectaciones que destacan está la disminución del consumo de productos marítimos debido al cierre de restaurantes y hoteles, así como las restricciones de acceso a los mercados. “La situación no es halagüeña: prácticamente en todos los países, la demanda de pescados y mariscos ha caído entre 40 y 75 por ciento durante la pandemia”, señalan.
El reporte Lecciones de una pandemia… se integra por diez ensayos y ocho historias organizadas temáticamente en sistemas alimentarios, sostenibilidad, dimensión social y dimensión económica. Además, hay 12 lecciones de la Environmental Defense Fund (EDF) México, Ethos Laboratorio de Políticas Públicas e Impacto Colectivo por la Pesca y la Acuacultura Mexicanas (ICPMX).
El informe también presenta una visión integral de los retos que trajo la pandemia y la propuesta de las posibles vías para aumentar la capacidad de respuesta del sector pesquero frente a futuros desafíos, incluidos aquellos que deriven de la crisis climática.
Las voces que complementan este reporte se componen por personas involucradas directamente en la pesca, la academia, la sociedad civil organizada y el sector empresarial.
MÉXICO A UNOS AÑOS DE LA AGENDA 2030
Cabe recordar que entre las acciones a las que México se comprometió dentro de la Agenda 2030, la cual se compone por 17 Objetivos prioritarios de desarrollo sostenible, entre ellos, el 14, el cual tiene la finalidad de proteger los océanos como una prioridad, pues la biodiversidad marina es vital para la salud de las personas y del planeta.
Este objetivo señala que las áreas marinas protegidas se deben gestionar de manera efectiva, al igual que sus recursos, y se deben poner en marcha reglamentos que reduzcan la sobrepesca, la contaminación marina y la acidificación de los océanos.
Para el programa de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), contar con una gestión cuidadosa del recurso marino mundial es esencial para un futuro sostenible. Sin embargo, hoy día existe ya un deterioro continuo de las aguas costeras debido a la contaminación y a la acidificación de los océanos que está teniendo un efecto adverso sobre el funcionamiento de los ecosistemas y la biodiversidad. Asimismo, también está teniendo un impacto perjudicial sobre las pesquerías de pequeña escala.
Ante esto, Lina Pohl, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en México, escribe que —en el reporte Lecciones de una pandemia…- la situación de la pesca y la acuicultura durante la pandemia dejó ver que estas dos actividades en América Latina y el Caribe tienen un elevado impacto social, económico y nutricional, donde 85 por ciento de las capturas de pescados y mariscos que llegan a las mesas de los hogares de la región provienen de la pesca ribereña. Además, es el medio de vida de 1.8 millones de familias.
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Sin embargo, estudios realizados por la FAO y CEPAL para analizar el impacto del COVID-19 en la pesca y acuicultura señalan que la pandemia colisionó la operación del sector en diversas maneras: por un lado, la pesca extractiva industrial se vio afectada con la interrupción de la normal circulación y operación de sus tripulaciones, dañando así las actividades relacionadas a la captura.
En cambio, para la pesca ribereña el choque ha sido homogéneo en toda la región, pues, a causa de la pandemia, se disminuyó la demanda por el cierre de mercados y restaurantes. De acuerdo con Lina Pohl, prácticamente en todos los países la demanda de pescados y mariscos ha caído entre un 40 y 75 por ciento durante la pandemia.
“Los cambios de hábitos de consumo han afectado de manera dispar a la demanda. Mientras que ha disminuido el consumo de productos frescos y de alto valor económico, ha aumentado el de productos más baratos y conservas, como el atún enlatado. La contracción económica generalizada en la región ha supuesto una pérdida del poder adquisitivo de miles de familias, lo que ha presionado negativamente la demanda de los productos pesqueros”, se lee en el ensayo.