EL PERIODO PRESIDENCIAL de Donald Trump ha coincidido con un cambio estratégico dirigido a confrontar a China, una tendencia que ha estado en marcha durante años y que fue reconocida públicamente, al menos desde el “pivote hacia Asia” de Obama.
En Washington, ambos partidos reconocen que China es la siguiente amenaza estratégica para Estados Unidos, y gran parte de la política exterior del próximo gobierno estará enfocada en castigar a Pekín y mantener la hegemonía estadounidense.
El gobierno de Trump ha atacado severamente a China, lanzando una amplia guerra comercial, confrontando a Pekín en puntos territoriales clave, respondiendo contra los abusos a los derechos humanos y arremetiendo contra la influencia diplomática, corporativa y tecnológica de China en Estados Unidos y en el extranjero.
Todo esto se ha visto impulsado con mayor fuerza por la pandemia del coronavirus, de la que Trump desea (y necesita, dado el impopular manejo de la crisis por parte de su gobierno) culpar a Pekín.
China es la excusa de Trump y su línea de ataque más fuerte contra Biden, de quien afirma que venderá Estados Unidos a Pekín.
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No hay mucha claridad entre ambos candidatos con respecto a China, aunque la estrategia de Trump sería, probablemente, más abiertamente agresiva y unilateral que la de Biden.
“Sospecho que muchos líderes chinos están divididos”, dice a Newsweek Robert Manning, miembro residente de alto nivel del Consejo Atlántico.
“Por una parte, el retiro de Estados Unidos de las organizaciones internacionales por parte del gobierno de Trump, lo cual sacudió a los aliados de Estados Unidos, ha sido un regalo para Xi.
“Las políticas comerciales de Trump han sido contraproducentes y las exportaciones chinas hacia Estados Unidos están al alza, no existe una reducción mayor en el déficit comercial y el capital estadounidense fluye hacia los mercados financieros más abiertos de China”.
China pronosticó gran parte de eso en 2016, afirma Jacques deLisle, experto en leyes y políticas chinas de la Universidad de Pennsylvania, lo cual “inclina a algunas personas en China, especialmente a los elementos más extremistas, nacionalistas y quizá más abiertamente confiados, a considerar un segundo periodo de Trump como algo bueno”.
Pero todo esto tiene un costo. Manning señala que “la incansable cruzada de ataques contra China, contra Huawei y, más ampliamente, contra la tecnología china, así como el creciente deterioro de las relaciones entre China y Estados Unidos, las cuales se encuentran en caída libre, son elementos peligrosos”.
¿CAOS Y RETÓRICA?
DeLisle añade: “Las ventajas de Biden son su previsibilidad y su estabilidad; sus desventajas para China son que podría ser mucho más efectivo, más regular y competente en la creación de políticas, más disciplinado en su implementación, y más capaz de cooperar con sus aliados para presionar a China.
“La desventaja de Trump es el caos y la retórica de la Guerra Fría; su ventaja es que no es muy efectivo: es errático, no se compromete a fondo con posturas adversas sobre temas que le importen a China, y es capaz de ganarse la enemistad de aliados reales y posibles”.
William Evanina, director del Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad, dijo en agosto que Pekín probablemente preferiría que Trump no ganara la elección porque lo considera un presidente “impredecible”.
De acuerdo con Manning, la conclusión es que China podría preferir a Biden “porque consideran que se basa en hechos”.
“Y aunque el consenso general contra las transgresiones económicas y militares de China no cambiaría mucho, es probable que Biden actúe para establecer una base en la relación y comience a definir lo que es y lo que no es un “competidor estratégico”, indica Manning.
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La pacificación de la guerra económica y tecnológica de los años de Trump, así como las amenazas del Partido Republicano de una amplia “separación” de Pekín, tendrán una gran importancia en la lista de prioridades de China.
Ocurre lo mismo con el continuo apoyo de Estados Unidos a Taiwán, al que China ha jurado absorber por la fuerza si es necesario, y las tensiones en el Mar del Sur de China, señalado como el sitio más probable para una confrontación entre Estados Unidos y China.
“La profundización al máximo de la enemistad entre ambas partes hace aumentar los temores de llegar a una confrontación militar”, señala Manning. “Xi y el Partido Comunista chino buscan estabilizar lo que sería una relación redefinida y más distante”.
DeLisle afirma que “este tono ideológico más agudo y del estilo de la Guerra Fría en la competencia entre Estados Unidos y China como grandes potencias” es motivo de preocupación dentro del Partido Comunista chino.
Los chinos “suelen ser pragmáticos, no personalizan en exceso su relación, y saben que tendrán que tratar con el próximo presidente al menos durante cuatro años”, afirma Manning.
“Entonces, si bien adaptarán sus respuestas y sus percepciones sobre el candidato que resulte ganador, no tendrán ilusiones que produzcan importantes cambios políticos, al menos en el futuro inmediato”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek