A finales de julio, dos instalaciones de COVID-19 en áreas de Sudáfrica donde MSF trabaja fueron incendiadas deliberadamente por miembros de la comunidad; resaltando el riesgo que representa el estigma al COVID-19 en la respuesta para combatir la pandemia y la necesidad constante de iniciativas destinadas a educar tanto a los miembros de la comunidad como trabajadores de la salud sobre la enfermedad.
“El estigma a menudo se encuentra donde existe el miedo. El estigma también prospera donde la información errónea no se controla”, explica el Dr. Liesbet Ohler, coordinador médico de MSF en Eshowe, y agrega que, “si bien la respuesta inicial del gobierno sudafricano a la pandemia del nuevo coronavirus fue rápida y coordinada, la educación comunitaria no ha sido universal”.
“Vemos que la cantidad de personas ingresadas con COVID-19 a los hospitales está disminuyendo en muchas partes del país, pero también sabemos que el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica reportó recientemente 33,000 muertes adicionales en Sudáfrica entre mayo y agosto; e incluso hay expertos sugiriendo que muchas de estas son directa o indirectamente atribuibles al COVID-19 y que el acceso limitado a los servicios de salud durante el cierre también podría estar implicado en esta cifra, pero ¿podría haber contribuido también el miedo a la estigmatización?”, se pregunta Ohler.
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Desde el comienzo de la pandemia, Médicos Sin Fronteras ha apoyado iniciativas contra el estigma en cuatro provincias de Sudáfrica, basándose en la experiencia previa de la organización y abordando el estigma de las enfermedades a través de sus longevos proyectos de tratamiento para casos de VIH y tuberculosis (TB) en la región.
“Sabemos que abordar el estigma hacia las personas con enfermedades infecciosas puede ser importante para controlar la transmisión y para reducir la mortalidad, porque las personas estigmatizadas pueden esconderse, evitar las clínicas y las iniciativas de diagnóstico y pruebas, y como resultado, esto puede retrasar el tratamiento que puede salvar sus vidas”, asevera Leigh Snyman, gestor de atención a los pacientes de MSF en Khayelitsha.
En Khayelitsha, MSF, en colaboración con el Departamento de Salud, desarrolló y gestionó un hospital de campaña de COVID-19 con capacidad de 60 camas para apoyar al hospital de distrito durante el periodo de máxima transmisión de COVID-19 en el área. Snyman dice que a ella y al resto del equipo les preocupaba cómo respondería la comunidad a la instalación.
NO USAR ROPA DEL HOSPITAL
Inicialmente, los contactos cercanos identificados durante el rastreo de contactos temían por la seguridad de sus hogares y sus familias, y los rastreadores de contactos tenían que usar vehículos sin marcas y vestirse de civiles para evitar el escrutinio público y la estigmatización. Incluso los pacientes con enfermedades no relacionadas con COVID-19, pidieron a los trabajadores de MSF que no usaran ropa de hospital durante las visitas domiciliarias por temor a ser etiquetados como casos positivos de COVID-19 por la comunidad.
MSF recurrió a las actividades de alcance y de educación comunitaria para abordar el estigma potencial.
“Para el COVID-19, igual que hacemos con las nuevas intervenciones contra el VIH y la tuberculosis, nos encargamos de consultar con los líderes comunitarios, y casi a diario nuestro equipo de promoción de la salud comparte información sobre el COVID-19 en los centros de taxis, distritos comerciales y clínicas. Afortunadamente, la comunidad vio el valor agregado de estas actividades y aceptó al hospital de campaña de Khayelitsha, y se salvaron muchas vidas”, concluye.
En Eshowe, la consulta con los líderes comunitarios ha sido clave para superar el estigma del VIH y la tuberculosis durante el trabajo de MSF sobre estas enfermedades desde 2012. Con el COVID-19 dejando una marca en el distrito, el personal de MSF ha vuelto a acercarse a los líderes tradicionales, curanderos y otros líderes comunitarios para apoyar la difusión de información verdadera sobre la COVID-19.
“El COVID-19 ha llegado tarde al distrito, pero a medida que aumenta el número de casos, vemos ocasiones en las que se estigmatiza a las personas, tanto las que dan positivo como las que esperan los resultados de las pruebas, y los familiares han reportado haber sido estigmatizados por asociación”, dice George Mapiye, coordinadora adjunta de terreno de MSF en Eshowe. Mapiye considera que la asociación activa con los líderes comunitarios para combatir el estigma es la mejor respuesta.
“Por ejemplo, la comunidad musulmana en Eshowe nos permitió usar el sistema de anuncios públicos en su masjid (mezquita) para transmitir mensajes sobre el COVID-19 en la carretera más transitada de Eshowe y en determinadas frecuencias de radio. Pudimos poner en marcha esta y otras iniciativas de educación comunitaria rápidamente gracias a las relaciones forjadas durante nuestra respuesta al VIH y la tuberculosis”, dice Mapiye.
EL ESTIGMA COMUNITARIO
La investigación y la experiencia de MSF sugieren que el estigma comunitario percibido puede conducir a una baja autoestima, depresión y comportamientos poco saludables como evitar el afrontamiento de la situación y la autoculpa. También puede hacer que los enfermos eviten los servicios de salud por temor a ser discriminados en las instalaciones, y cuando se trata de enfermedades como el VIH y la tuberculosis, el estigma de la comunidad lleva a muchos pacientes a dejar de recibir tratamiento.
“Hemos descubierto que las voces de los trabajadores de la salud son una herramienta vital contra el estigma”, dice Snyman.
“El estigma también existe en el sistema de atención médica, y si se puede forjar una cultura de compasión (que en Sudáfrica llamamos Ubuntu) en las instalaciones, especialmente para los pacientes que, sin tener la culpa, se han contagiado con COVID-19, la batalla contra el estigma está medio ganada”, dice Snyman.
Al 3 de agosto, 52 miembros del personal de MSF en Sudáfrica se habían contagiado de COVID-19. Afortunadamente, todos se recuperaron, aunque muchos experimentaron el estigma.
“Cuando me contagié, estaba muy ansiosa, pero lo que me hizo seguir adelante fue el apoyo de mis colegas, que me dieron la bienvenida al trabajo”, dice Tabitha Mutsiyekwa, directora de investigación de MSF en Khayelitsha.
Para aumentar la confianza de los trabajadores de la salud en Khayelitsha que regresaron al trabajo después de tener COVID-19, MSF pidió a la ONG local Ikamva Labantu que produjera pines de solapa con cuentas representando una corona.
“Una ‘corona’ es una corona, y la idea es que los sobrevivientes de este virus en nuestra comunidad usen sus coronas con orgullo”, dice Lulama Sigasana, directora del Programa de Personas Mayores de Ikamva Labantu, un colectivo de mujeres mayores que para mantenerse a sí mismas y a sus familias producen obras de arte con cuentas, que incluyen símbolos antiestigma como la cinta roja del VIH y ahora la corona por el COVID-19.
El equipo de Khayelitsha también ha estado combatiendo el estigma a través de canciones, componiendo letras contra el estigma y enseñándolas al personal de la clínica en instalaciones tan lejanas como Butterworth en Cabo Oriental, donde MSF apoya el desarrollo y funcionamiento de un hospital de campaña de COVID-19 con capacidad de 30 camas en los terrenos del Hospital Butterworth.
“En los primeros años de la lucha contra el VIH, movilizábamos a las comunidades cantando”, dice Fanelwa Gwashu, educadora de asesores laicos de MSF e integrante de la Te, la principal organización de abogacía por el SIDA en Sudáfrica.
“Nuestras comunidades cantan ante los desafíos. Cantamos para eliminar el estigma, la injusticia y para eliminar las barreras para una mejor atención. En nuestra canción para hablar de la COVID-19, le decimos a las personas que el nuevo coronavirus será superado con amor y apoyo”, dice.
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Médicos Sin Fronteras (MSF) es una organización médico-humanitaria de carácter internacional que aporta su ayuda a poblaciones en situación precaria y a víctimas de catástrofes de origen natural o humano y de conflictos armados, sin ninguna discriminación por raza, religión o ideología política.