En el encierro como el que actualmente vive el mundo, según el escritor mexicano, el arte, la creación y el amor se convierten en posibilidades reales para salir.
En medio del confinamiento impuesto por la pandemia del nuevo coronavirus, el escritor mexicano Guillermo Arriaga tuvo que ingeniárselas para encontrar una manera de presentar su más reciente libro, Salvar el fuego. La solución: un video en directo para Twitter que lleva más de 169,000 vistas, el equivalente a más de un Estadio Azteca lleno.
Según Arriaga, es la presentación más masiva que ha tenido en su vida. Una respuesta que lo ha dejado muy contento, aunque, afirma, es “muy raro hablarle a un iPad”.
En Salvar el fuego se retratan las contradicciones presentes en México, así como las cuestiones del racismo, el clasismo y la injusticia. Es una aproximación, como su autor explica, de dos clases sociales que colisionan a partir del encierro.
Y precisamente esta especie de encierro es lo que están pasando millones de personas en el mundo a raíz de la repentina aparición del COVID-19, que vino a alterar el modo de vida de la sociedad actual.
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Desde la cuarentena en Ciudad de México, Arriaga cuenta que lo ha pasado con mucho trabajo ya que, al tener que verse obligado a cancelar la gira promocional del libro, ha tenido que adaptarse y encontrar nuevas formas de promover la novela.
“Yo estoy con mucho trabajo, la verdad, y estoy también en Twitter anunciando dónde pueden encontrar el libro. Que la gira se cancelara sí es un poco frustrante, pero tengo que adaptarme y buscar nuevas formas para entablar el diálogo con los periodistas y los lectores”, dice el autor, quien en enero fue anunciado como el ganador del premio Alfaguara 2020.
Un premio que él dedicó a todos los mexicanos. “Se los dedico porque gracias a que vivo en este país, gracias a que pertenezco a esta cultura, me he llenado de historias. Y por eso reconozco que los mexicanos son parte de este libro, entonces, sin esta cultura no hubiera podido hacer un libro como este”, asegura.
Salvar el fuego es un libro que tardó años en escribir y en ver la luz. Arriaga afirma que la mayor parte de las historias tardan mucho tiempo en madurar, que no es un proceso racional. De ahí que él no sea un escritor que arme o desarrolle algo cuando escribe sus novelas:
“Yo no armo nada, no hago diagramas, no investigo nada. Todo es a botepronto, pero el inconsciente está haciendo combustión y te está diciendo: ‘Ya vas, siéntate y hazla’”.
Según el autor, la novela no estuvo lista antes porque tenía otras historias que contar como Amores perros, que también estuvo años en su cabeza, o 21 gramos. Relata que es como si su cabeza tuviese diferentes barricas donde se están “añejando” las historias hasta que dice: “No, a la barrica que tiene tantos años le toca salir, ya está en su punto”. Afirma que no es un proceso racional, sino una dinámica de impulsos.
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En Salvar el fuego, uno de los personajes principales se encuentra encarcelado y, de nueva cuenta, este tema del encierro y la cárcel se hace presente en su escritura. Para Arriaga, la cárcel y los hospitales psiquiátricos son el extremo de la marginalización de la sociedad porque se es incapaz de determinar muchos aspectos de la vida como la hora de dormir, los horarios, la manera de vestir, entre otros.
“Entonces, frente a eso, ¿qué oportunidad tienes de mantener tu propia identidad?”, se cuestiona.
“Siempre me ha atraído la cárcel. Filmamos 21 gramos en una cárcel porque yo estaba interesado en eso. Entonces me pareció interesante la vinculación entre alguien de la cárcel y alguien de fuera que se encuentran por casualidad y ver cómo colisionan ambos mundos”, cuenta. “Mientras que en Búfalo de la noche era un hospital psiquiátrico, que también es muy parecido a la cárcel porque al enfermo mental le empiezan a quitar el control de su propia vida”.
Arriaga explica que, conforme uno avanza en la novela se da cuenta de que el encierro se empieza a agudizar, y es una situación que se hace cada vez más angustiosa. Eso provoca que el lector se dé cuenta de cómo los presos están sujetos a los vaivenes políticos. Que, si de pronto cambia el director de la cárcel, implica un cambio fundamental para estas personas, así como la represión y el aislamiento presentes.
Y el texto relata que, en medio de esta situación, alguien de una clase social alta que nunca se imaginó que existe esto, llega a ese mundo con todo lo que conlleva: impunidad, corrupción, ilegalidad, injusticia, hacinación y hambre. “Es toda una aproximación de dos clases sociales que colisionan a partir del encierro”, afirma Arriaga.
Por ello, según su autor, esta es una novela propicia para leer en estos momentos porque, en el encierro, el arte, la creación y el amor se convierten en posibilidades reales para salir. “No solamente es un escape, es una reconstrucción de tu identidad. El arte ayuda a reconstruir, repensar, alimentar el pensamiento crítico, la reflexión interior”, dice.
Y añade que el arte es una posibilidad de replantear lo que se está viviendo y quién se es con uno propio, con la pareja, familia o mascota. “La función del arte, y en particular de los libros es arrojar luz en aquellos sitios donde no podías o no querías ver o estaba demasiado oscuro para ver”.
En la novela también se ve reflejado su interés en incluir temas sociales como el racismo y la discriminación. Él cuenta que los temas le van surgiendo, casi como si alguien más se los dictara. Por ejemplo, el protagonista masculino ilustra perfecto esta problemática al ser un tipo que “ferozmente” está peleando en contra del racismo soterrado en el país, y cuando le mencionan los genocidios de indígenas en Estados Unidos o Argentina, afirma tajantemente que “en México hay un genocidio por goteo”.
Temas y problemáticas aún dolorosamente presentes en el México actual y que para Guillermo Arriaga es importante que se hablen y se arroje luz sobre ellos.
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Sobre Salvar el fuego, el autor dice que su ilusión es siempre que el lector encuentre algo de sí mismo en sus libros. “Yo quiero que encuentre algo de sí mismo o que había perdido o desconocía por completo. Quiero que camine hacia lugares de sí mismo que no sabía que iba a caminar y que se cuestione varias cosas”.
Como él mismo asegura, esta novela toca muchos asuntos, desde los celos y la violencia hasta la burbuja en la que viven algunos, la cárcel, el encierro, la fuerza del arte, la mediocridad del arte, etcétera. No es una novela unidimensional y por ello el autor tiene la ilusión de que el lector encuentre algo de sí en el texto.