Alrededor de un millón de aves marinas del Pacífico Norte conocidas como araos o guillemot de pico negro según la región, murieron durante una ola de calor en la temporada 2015-16 que interrumpió su suministro de alimentos, dijeron científicos, en el mayor registro de mortalidad masiva jamás registrado entre especies de aves.
Julia Parrish, ecologista de la Universidad de Washington y coautora de un artículo sobre el tema publicado en la revista PLOS ONE, dijo a AFP que la mayor frecuencia de tales olas de calor parecía ser “relativamente nueva” y vinculada al cambio climático.
Desde 2014 hasta 2016, el fenómeno El Niño se unió a una enorme masa de agua de mar cálida apodada la “gota”, y los dos se combinaron para crear una ola de calor marina que se extiende desde California hasta Alaska.
El Niño es un fenómeno climático global que ocurre de manera irregular asociado con el desarrollo de aguas cálidas en el Pacífico ecuatorial central y oriental.
Durante el período comprendido entre el verano boreal de 2015 y la primavera de 2016, alrededor de 62,000 araos demacrados llegaron a tierra muertos o muriendo a lo largo de la costa del Pacífico de América del Norte. Solamente en Alaska, la tasa de muerte fue mil veces mayor de lo normal.
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Dado que solo una pequeña fracción de las aves que mueren estaba en tierra en áreas accesibles, estimaron que la cantidad total de muertes fue en realidad de entre medio millón y 1,2 millones de ejemplares.
Como cifra comparativa, se recuperaron 30,000 cadáveres de aves después del derrame petrolero de Exxon Valdez frente a la costa de Alaska en 1989, lo que llevó a estimaciones generales de muerte de 300,000 a 600,000 animales, dijo John Piatt, un biólogo investigador del Centro de Ciencias de Alaska del Servicio Geológico de Estados Unidos y autor principal del informe.
Efectos por duplicado
Parrish explicó que los efectos de la ola de calor resultaron dobles. Primero, las temperaturas elevadas redujeron la calidad y cantidad de fitoplancton, lo que a su vez redujo la cantidad y calidad del pescado comido por estas aves, presas como arenques, sardinas y anchoas.
En segundo lugar, a medida que las aguas se calentaron más, aumentaron las necesidades de energía de peces más grandes como el salmón y el bacalao del Pacífico, que tienen la misma presa que los araos, pájaros de unos 30 centímetros de largo con vientres blancos y negros, los cuales vuelan rápido y son expertos en bucear a profundidades de hasta 200 metros debajo de la superficie del agua para aprovisionarse.
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Piatt agregó que el “talón de Aquiles” evolutivo de este tipo de aves era su necesidad de consumir la mitad de su masa corporal todos los días.
“Todo lo que hacen depende de ese músculo del pecho. Y cuando no pueden comer tres o cuatro días, queman todo ese músculo”, y ya no pueden volar ni bucear, detalló a la AFP.
Para agravar el problema, muchas de las aves que murieron estaban en edad reproductiva. El estudio encontró que las colonias reproductoras de araos en toda la región no lograron producir crías por años durante y después de la ola de calor.