Teherán es acosada en casa y en el extranjero. Pero incluso los enemigos que se benefician con la agitación social —como Estados Unidos— temen que el caos pudiera ayudar al grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) a reconstruirse.
Por cuatro décadas, Estados Unidos no ha tratado de ocultar su deseo de ver caer a la revolucionaria República Islámica Chiita de Irán, algo que ahora podría ser una victoria para los intereses de Washington en una región donde sus políticas han sido definidas más recientemente por reveses sucesivos.
Sin embargo, en vez de traer la paz a Oriente Medio, una escalada significativa en las manifestaciones que sacuda a Irán o cualquier intervención extranjera importante podría terminar empoderando a un enemigo aún peor: el grupo miliciano Estado Islámico.
La organización, mejor conocida como ISIS, surgió hace años de la muerte y destrucción que asolaron a Irak y Siria, y desde entonces los yihadistas han buscado tener acceso a los movimientos que luchan contra el gobierno iraní desde dentro, y sacar provecho de las fuerzas externas que empujan al país a la implosión.
Los enemigos de la República Islámica, tanto en casa como en el extranjero, se benefician con el caos actual en todo el país, pero incluso los rivales de Teherán temen que la inestabilidad pudiese crear las condiciones para que ISIS prospere.
“Diferentes grupos hostiles al gobierno iraní, incluidos ISIS, separatistas u otros, han y habrán de sacar ventaja de cualquier agitación en el país”, dijo a Newsweek Abas Aslani, un erudito invitado en el Centro de Estudios Estratégicos para Oriente Medio, organización con oficinas en Estambul y sin fines de lucro o partidistas.
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“Cualquier colapso o debilitamiento de un Estado en la región posiblemente provoque más inestabilidad en la zona”, añadió Aslani, quien también es el editor en jefe del canal privado de noticias Iran Front Page, con oficinas en Teherán. “Esto también es una conspiración incluso para los opositores en Irán, pues no están seguros, en el caso del colapso del sistema actual en el país, de quién los remplazará y cuál será la situación”.
Para Irán, la lucha contra ISIS siempre fue existencial. Así como el Pentágono empezó a coordinar su propio involucramiento en junio de 2014, Irán movilizó milicias de musulmanes chiitas principalmente tanto en Irak como en Siria con el fin de hacer retroceder los triunfos veloces hechos por los insurgentes musulmanes suníes, quienes se deleitaban con la matanza masiva de quienes consideraban fuera de su ideología ultraconservadora.
Esto resultó vital para cambiar el curso en contra de los yihadistas, quienes en gran medida han sido derrotados en años recientes.
Rodger Shanahan, un investigador del programa Asia Occidental del Instituto Lowy y exdirector del Centro de Estudios de Guerra en Tierra del Ejército Australiano, dijo a Newsweek: “Irán fue crucial en proveer apoyo logístico y asesor a las fuerzas paramilitares iraquíes que combatieron a ISIS en Irak, en especial durante los primeros días de la campaña”.
En cuanto a Siria, dijo que el apoyo de Irán al presidente Bashar al-Assad “también significó que ha contribuido con la campaña contra ISIS”, pero que “es justo decir que ello de ninguna manera era el motivo de su apoyo a Assad y el atacar a ISIS ha sido esporádico a lo sumo”.
El llamado califato de ISIS ha sido destruido desde entonces, pero James Jeffrey, enviado presidencial especial a la coalición encabezada por Estados Unidos contra ISIS, calculó en agosto que todavía quedaban alrededor de 15,000 milicianos en Irak y Siria.
Las matemáticas son confusas, pues se cree que algunos miembros se han unido a otros grupos, están ocultos o de plano huyeron. Incluso, admitió Jeffrey, esta cifra tenía “una desviación estándar de cuantiosos miles en cualquier dirección”.
A pesar de las pérdidas en el campo de batalla, el grupo sigue vivo mediante mortales células durmientes y sofisticadas operaciones mediáticas que transmiten propaganda sin parar. Teherán también ha construido un sistema robusto de actores no estatales también hostiles con Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos. Aun cuando establecer este llamado Eje de Resistencia resultó ser una importante victoria estratégica, se dio a un alto costo.
Las campañas de Irán costaron capital, tanto humano como financiero, y las sanciones estadounidenses cada vez más estrictas han limitado mucho el acceso de Teherán al ingreso disponible. Aun cuando se cree que el gobierno iraní aún tiene acceso a una riqueza considerable para administrar sus operaciones, los efectos duales de un asedio comercial impuesto por Estados Unidos y el mal manejo local han hecho difícil la vida para los iraníes comunes incapaces de capitalizar las reformas económicas prometidas por el presidente iraní, Hassan Rouhani.
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Demoledores cambios
La decisión el mes pasado de la administración de Rouhani de recortar los subsidios a la gasolina y finalmente pasar a un sistema basado en la beneficencia en realidad había sido planteada desde hace tiempo y fue apoyada por el Fondo Monetario Internacional.
Aun así, el cambio súbito resultó demoledor para muchos iraníes acostumbrados al combustible barato y los ciudadanos se levantaron con una intensidad rara. La reacción del gobierno al momento fue rápida y, contra quienes los funcionarios dijeron que eran amotinados, mortal.
Amnistía Internacional ha calculado que más de 200 iraníes han muerto durante la agitación. Brian Hook, un representante del Departamento de Estado para Irán, mencionó que las fatalidades suman “muchos cientos, quizá más de mil”, una cifra mucho más alta que otros cálculos provistos por monitores de derechos humanos. No existe un recuento concluyente y el gobierno iraní ha disputado estas cifras.
Una de las resistencias más fuertes a la represión ha surgido en la provincia iraní occidental de Juzestán, donde grupos separatistas árabes como el Movimiento de Lucha Árabe por la Liberación de Ahvaz han reportado “enfrentamientos violentos entre residentes, fuerzas de ocupación y milicias”. Aun cuando los manifestantes también expresaron aquí sus frustraciones con la situación económica del país, otro peligro potencialmente más grave se cernía: grupos separatistas en áreas fronterizas claves.
Esos grupos son “la amenaza no estatal más grande para Irán hoy día”, dijo a Newsweek Ariane Tabatabai, una politóloga adjunta de la Corporación RAND y alta investigadora adjunta de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia. Las áreas fronterizas más volátiles son Sistán y Baluchistán, Juzestán y Kurdistán. A los observadores les preocupa que cualquier escalada de insurgencias en estas partes podría llevar a Irán a la lucha sectaria que se ve en Siria.
“Eso es parte de lo que disuade a muchos iraníes de presionar de plano por el colapso del régimen: las lecciones de Siria se avecinan”, añadió Tabatabai.
Las insurgencias han sido llevadas a cabo por milicias separatistas árabes, baluchis y kurdas por décadas antes de ISIS, Al-Qaeda o incluso la Revolución Islámica de 1979 que derrocó al sah pro-Occidente, quien por mucho tiempo gozó de que la CIA mantuviese su régimen.
La República Islámica ha logrado en gran medida mantener en línea a estas comunidades intranquilas. Pero los ataques mortales persisten, como un auto bomba en febrero que hizo pedazos un autobús militar, matando a 27 miembros de las Guardias Revolucionarias entre las ciudades de Khash y Zahedán, en la provincia de Sistán y Baluchistán.
La operación fue reivindicada por Jaish ul-Adl, que junto con el grupo islamista suní Ansar Al-Furqan, se ha aprovechado de periodos anteriores de agitación en un intento de socavar al gobierno iraní. ISIS, tristemente célebre por su capacidad de construir puentes entre continentes, ha buscado activamente explotar estas luchas nacionales como lo hace en países tan lejanos como Filipinas.
Dina Esfendiary, miembro de La Fundación Century, un grupo progresista de expertos en Nueva York, dijo a Newsweek: “ISIS ha dejado en claro que combatir a los chiitas es uno de sus objetivos centrales; como resultado, Irán es un objetivo de primer orden”.
“ISIS posiblemente ayude a fomentar el descontento en las áreas de Irán con comunidades más pequeñas de minorías étnicas”, añadió. “Esto tiene el mismo efecto que Estados Unidos declarando su apoyo a los manifestantes: permitir que el gobierno iraní desarrolle la retórica de que extranjeros están instigando las protestas, lo cual usan como justificación para su represión”.
El alcance del grupo dentro de Irán sigue siendo más bien insignificante, añadió Tabatabai. Sin embargo, ella también explicó que “ISIS ha enfocado sus acciones principalmente en las áreas con poblaciones minoritarias kurdas y árabes significantes, porque estas son poblaciones que han sido descuidadas históricamente si no es que reprimidas por la autoridad central”.
Shanahan dijo a Newsweek que, desde el principio, “a Irán le preocupaba la amenaza que representaba ISIS para el territorio iraní, y la posibilidad de apoyo para las insurgencias de bajo nivel entre grupos árabes suníes y baluchis dentro de Irán”.
“Tienen apoyo limitado dentro de Irán, pero bien podrían buscar explotar el enfoque de las agencias de seguridad en las protestas para llevar a cabo algunas acciones tácticas locales”, añadió, no obstante, señaló que las manifestaciones actuales eran “por la insatisfacción de los iraníes con el sistema en general, con el retiro del subsidio al combustible como catalizador; no se trata de derechos de minorías”.
Duro ataque
Incluso con un éxito limitado de su infiltración, ISIS logró golpear el corazón de la República Islámica en junio de 2017. Menos de dos meses después de que ISIS hizo público un video en idioma persa, varios milicianos musulmanes suníes kurdos alineados con el grupo montaron ataques paralelos contra el parlamento iraní y el santuario del difunto ayatolá Ruhollah Jomeini. Dieciocho personas murieron.
El caos estalló de nuevo en septiembre con escenas terribles de civiles buscando refugio y soldados cargando niños ensangrentados en Ahvaz. Tiradores abrieron fuego contra un desfile de las Guardias Revolucionarias que conmemoraba la guerra entre Irán e Irak —durante la cual Saddam Hussein también trató de fomentar el separatismo árabe en Juzestán— en una emboscada que mató a dos docenas de personas, la mitad soldados, y fue reivindicado tanto por ISIS como por separatistas árabes ahvazis.
Una semana después, el cielo nocturno de Kermanshah y Kurdistán se iluminó con las llamas de misiles Zulfiqar y Qiam mientras volaban cientos de kilómetros sobre Irak y hacia la provincia oriental siria de Deir ez-Zor, un baluarte de ISIS por entonces, que era asaltado por fuerzas apoyadas por Washington y Teherán. El ataque sin precedentes fue visto no solo como un mensaje para ISIS, sino como un testimonio del poderío en misiles de Irán dirigido hacia sus tres principales enemigos nacionales.
Irán a menudo culpa a Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita de fomentar la desavenencia dentro del país en un intento de derrocar a un gobierno que ven como desestabilizador para la región. No hay evidencia concluyente de tal conspiración con respecto a las manifestaciones actuales, aunque altas figuras de Washington, como John Bolton, el belicista exasesor de seguridad nacional, han cortejado abiertamente a fuerzas opositoras como la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán, o Mujahedin-e-Khalq (MEK), y separatistas árabes ahvazis.
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De vuelta en Teherán, el periodista Reza Khaasteh dijo que no piensa “que los manifestantes estén de acuerdo con tales ideologías secesionistas, y deben tener miedo de que tales grupos exploten sus demandas legítimas al gobierno”.
Un estudiante universitario local Kiarash (quien pidió ser identificado solo por su nombre de pila) dijo que, para los iraníes, “el trauma del ataque anterior de ISIS contra Irán todavía está presente en nuestra mente”. Y añadió: “Ya sea que estas manifestaciones puedan o no llevar a inestabilidad provocada por ISIS o grupos separatistas, el miedo de esto existe en el público. A la mayoría de los iraníes le preocupa que, en caso de un conflicto militar con Estados Unidos o Arabia Saudita, o una agitación grave a escala local, la situación pudiese llevar a inestabilidad o incluso ser atacados por ISIS u otros grupos”.
Aun cuando Irán ha reforzado su seguridad fronteriza en años recientes, una inestabilidad al grado de una retirada del gobierno podría permitirle a ISIS el convocar fuerzas de más allá. Séamus Malekafzali, un analista de International Review en línea, dijo a Newsweek que, en el caso de una guerra internacional o una civil, “no tengo la menor duda de que ISIS la aprovechará”.
“Nunca he dudado menos de algo en mi vida”, dijo Malekafzali, y añadió que, si ISIS establece una posición en las tierras baldías, porosas y montañosas entre Irán y sus vecinos, “no creo que Estados Unidos sea capaz de derrotar a ese grupo”.
Los siete individuos entrevistados por Newsweek dijeron creer que el colapso del gobierno iraní es poco probable en el futuro cercano, a pesar de la campaña de “presión máxima” de Estados Unidos en su contra. Incluso para Washington, esto no necesariamente sería algo malo: ha aprendido en repetidas ocasiones que la pérdida de control de un gobierno enemigo a menudo tiene repercusiones de largo alcance en la forma de flujos masivos de refugiados, la formación de enemigos nuevos y más poderosos e intervenciones militares costosas para combatirlos.
En la víspera de la invasión a Irak en 2003, Colin Powell, el entonces secretario de Estado, le advirtió al presidente George W. Bush: “Si lo rompes, lo pagas”. Un año después, Estados Unidos tenía técnicamente el control de 25 millones de personas, heredando una nación devastada por la guerra de la cual nacería ISIS, y la siguiente administración aun así se embarcó en aventuras nuevas en Libia y Siria.
La caída de Irán —cuya población supera a la de esos tres países juntos— posiblemente tendría efectos aún más devastadores y les daría a ISIS y otras fuerzas clandestinas un espacio nuevo para operar. Por ahora, la amenaza de ISIS parece estar bajo control. Pero empeorar las penurias económicas resultantes de las restricciones estadounidenses y la lucha interna en Irán entre los de línea dura y los moderados aseguran que el grupo miliciano siga apoyando, si no es que buscando activamente, la capitulación de Irán.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek