La luz del sol entra por las ventanas iluminando las paredes pintadas de colores brillantes, mientras la risa de los niños se escucha por encima de la música festiva que sale del radio.
Si no lo supieras de antemano, nunca habrías adivinado que el centro de atención comunitaria juvenil Puerta a las Misiones está justo en el centro de una zona muy peligrosa.
Aquí, en Rivera Hernández, uno de los barrios más duros de San Pedro Sula, Honduras, y quizás del mundo, las calles se dividen en cinco pequeños distritos, cada uno bajo el control de una pandilla distinta.
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En este barrio, son los líderes de las pandillas, y no el gobierno, quienes tienen la autoridad local, y gobiernan con mano de hierro. Si cruzas por el lado equivocado de la ciudad, o violas sin saberlo una de las reglas de tu pandilla local, ello fácilmente podría costarte la vida.
Con algunas de las pandillas más famosas del mundo, entre ellas, MS-13 y Barrio 18, al mando de las calles del barrio, hay pocos lugares en Rivera Hernández donde los jóvenes que desean huir de una vida criminal puedan acudir en busca de orientación. Sin embargo, durante años, se ha sabido que Puerta a las Misiones es uno de ellos.
En él, los jóvenes reciben orientación, juegan, toman clases de computación y, de manera muy importante, se capacitan para el trabajo.
Al formarse como electricistas o cosmetólogos, “muchos jóvenes vienen aquí” para aprender a abrirse camino fuera de las pandillas, declaró a Newsweek el Pastor Arnold Linares. “Esta es una alternativa”.
‘Los más pobres sufrirán las consecuencias’
Sin embargo, en todo Honduras, los centros de atención comunitaria como este están en riesgo, señala Linares, gracias a la decisión del presiente estadounidense Donald Trump de reducir la ayuda estadounidense a Honduras, Guatemala y El Salvador, países que conforman el denominado Triángulo Norte, debido a que piensa que no han hecho lo suficiente para detener el flujo migratorio hacia Estados Unidos.
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“Estamos dándoles cantidades tremendas de dinero, y no les daremos más porque no han hecho nada por nosotros”, dijo Trump en marzo pasado, cumpliendo su amenaza, sostenida durante meses, de recortar cientos de millones de dólares en ayuda.
Linares dice, sacudiendo la cabeza: “Es una decisión precipitada… y los más pobres sufrirán las consecuencias”.
Todo lo bueno que ocurre en el centro comunitario de Puerta a las Misiones, afirma el pastor, “comenzó con USAID”.
Y en el centro, la presencia de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos puede sentirse por todas partes. En el exterior de las instalaciones, una placa de USAID celebra la función que tuvo Estados Unidos para que este centro fuera una realidad, mientras que en el interior, hay adhesivos de USAID pegados prácticamente en cada parte del equipo del centro, desde las guitarras que tocan los niños hasta los lavabos que utilizan los futuros peluqueros y las computadoras que funcionan como una ventana hacia el mundo para los chicos de la comunidad.
Si bien el centro comunitario Puerta a las Misiones ha dejado de depender gradualmente de la financiación de USAID al haber cumplido sus “metas planificadas” de avance, el solo hecho de que el mismo programa que ayudó a dar vida a este centro esté sufriendo recortes ha provocado la indignación en toda la comunidad.
“Esto provoca desilusión e irá, y somos nosotros quienes corremos el riesgo”, dice Linares.
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La financiación de USAID se ha utilizado para adquirir la mayor parte del equipo que se utiliza en el centro comunitario de Rivera Hernández. Foto: Chantal Da Silva
‘No puedes prometerle a estas personas algo que no puedes cumplir”
El riesgo, señala el pastor, puede ser de grandes dimensiones debido a que, en todas las comunidades de Honduras, no son solo los jóvenes quienes se sienten decepcionados por los recortes del gobierno de Trump, sino también los líderes de las pandillas del país.
En pocas palabras, en barrios como Rivera Hernández, los líderes de las pandillas están profundamente interesados en lo que ocurre en su comunidad. Si el coordinador de un centro comunitario como Linares promete talleres comunitarios para los jóvenes, ellos esperan que cumpla.
“Entonces, si USAID viene aquí me dice que no tenemos presupuesto, tengo que ir a la comunidad y decírselos y hablar con las pandillas e informarles… Yo soy quien acaba poniéndose en riesgo”, dice.
“Los pandilleros nos dicen que, si no tenemos algo, no debemos prometerlo”, afirma. “No puedes prometerle a estas personas algo que no puedes cumplir”.
Incontables expertos han advertido que la decisión de Trump de recortar el presupuesto de USAID a los países centroamericanos únicamente provocará mayor inestabilidad en naciones como Honduras, dándole a sus residentes más razones para huir a la frontera con Estados Unidos.
Para Linares, esto debería resultar obvio para el líder estadounidense.
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“Los coyotes, los pandilleros, todos ellos provienen de nuestras comunidades”, dice Linares, que utiliza el término “coyotes” para referirse a los traficantes de personas, que frecuentemente se aprovechan de quienes buscan asilo y esperan llegar al territorio estadounidense.
“Rivera Hernández exporta gente problemática”, dice el pastor.
Sin embargo, en los últimos años, afirma Linares, en el barrio se ha producido una importante reducción de la violencia, de “alrededor de 50 por ciento”.
Esta importante reducción de la violencia, afirma, se debe, en gran parte, “a estos programas”.
En una declaración a Newsweek, Ryan Essman, vocero de USAID, dijo que el organismo “seguirá adelante con la decisión del presidente en relación con la ayuda exterior para El Salvador, Honduras y Guatemala”.
Aunque USAID continuará trabajando para lograr los objetivos establecidos antes de los recortes presupuestarios, “hemos dejado de asignar nuevos fondos a estos tres países”, dijo Essman.
“El Presidente y el Secretario piensan que los gobiernos del Triángulo Norte deben frenar la migración hacia Estados Unidos, y esperan ver reducciones en el número de migrantes provenientes del Triángulo Norte antes de tomar cualquier decisión relacionada con el reinicio de la ayuda para El Salvador, Guatemala y Honduras”, dijo.
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Mientras tanto, señaló, “el Departamento de Estado colabora con los gobiernos de El Salvador, Honduras y Guatemala en los esfuerzos adicionales que esos países deberían realizar para disminuir la inmigración ilegal hacia Estados Unidos, como combatir el tráfico de personas, mejorar la seguridad fronteriza, disuadir a sus ciudadanos de emigrar ilegalmente y recibir y reintegrar a sus ciudadanos que han sido deportados”.
La justificación del gobierno de Trump para estos recortes no tiene sentido para Linares.
“La ayuda de USAID no la filtra el gobierno [hondureño], sino que va directamente a los programas activos o a través del personal de USAID”, dice. “Sin embargo, quizás el presidente Trump no sepa que el gobierno de Honduras no toca ese dinero”.
Retirar los fondos que permiten que centros como este funcionan, dice Linares, no solo tendrá consecuencias en Honduras, sino que, sin duda, también tendrá el efecto opuesto al que Trump desea lograr: hará que más personas traten de llegar a la frontera con Estados Unidos.
“La violencia es una enfermedad”, dice Linares. “Y siempre tenemos que darle un remedio”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek