En el peligroso barrio de Lyari, de la ciudad de Karachi en Pakistán, donde las pandillas hacían reinar el terror, emergió una generación de artistas y adeptos del rap.
El clima de violencia y anarquía, alimentado por las actividades de contrabando en el cercano mar de Arabia, se degradó en los años 80, cuando Karachi se convirtió en plataforma de los yihadistas que combatían al ejército soviético en Afganistán, propiciando la entrada de armas y de drogas en Lyari.
Pandillas y bandas de asesinos a sueldo al servicio de partidos políticos locales imponían su ley y la población vivía en la miseria y a menudo con problemas de drogodependencia.
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“Lyari era un lugar conocido por las pandillas y la guerra. Era casi imposible que la gente del exterior se planteara siquiera entrar en él”, explica un joven rapero local, Mohamad Omar.
En 2013 los paramilitares llevaron a cabo una operación contra la delincuencia en el barrio. La batalla fue ruda: las fuerzas de seguridad eran blanco de disparos de lanzagranadas y de fusiles de asalto. La gente permaneció enclaustrada en casa por miedo a balas perdidas.
“Los niños lloraban cuando oían los tiroteos intensos”, recuerda Mohamad Omar. “Y los pobres fueron víctimas de las guerras entre pandillas. Fuimos testigos de todo ello”.
El rap de Karachi
En cuanto la violencia bajó de intensidad, floreció la creatividad.
El barrio presume de futbolistas y boxeadores de alto nivel. Y ahora también de raperos.
El hip hop, nacido hace décadas en el barrio del Bronx en Nueva York, tuvo poco eco en Pakistán, donde triunfaba el pop, las melodías sufíes y las canciones de Bollywood.
Pero el rap, una expresión musical del hip hop con textos que hacen referencia a la vida en los guetos urbanos, acabó llegando a Lyari, donde los artistas se inspiran en el estadounidense Tupac Shakur y en sus propias experiencias para escribir las letras de las canciones.
“Se hace rap en otras ciudades y provincias pero en general hablan de chicas guapas y de coches de lujo”, afirma el productor Qammar Anwar Baloch. “Nosotros mostramos la realidad”.
Fue en 2017 cuando Pakistán descubrió el rap de Karachi con el éxito de la canción “The Players of Lyari”, del grupo Lyari Underground, que critica a las autoridades deportivas nacionales acusándolas de despreciar a los jóvenes del barrio. Pronto se convirtió en todo un himno.
“Es muy inusual en la historia ver a jóvenes de las clases populares como los de Lyari contribuir a la música que escuchan las más acomodadas”, afirma el autor Ahmer Naqvi.
Como hay pocas salas de concierto en Pakistán, los jóvenes artistas de Lyari se dan a conocer en internet, donde sus videoclips son vistos millones de veces.
“Quiero llamar la atención sobre los problemas de Karachi y sobre los míos en Lyari”, explica Waqas Baloch, un niño rapero de 8 años, que publicó este verano un vídeo bajo el apodo “Thousand”.
Otros muchos esperan probar suerte.
Para Jameel Ahmed, que dirige una escuela religiosa en Lyari, ver a los jóvenes interesarse por la música es un alivio. “Es mucho mejor que la droga, el alcohol y otras amenazas de este tipo. La música les ayuda a mantenerse a distancia” de estos males.