Testigos de los colapsos económicos de los últimos diez años y criados por pesimistas amargados, los graduados universitarios de este año son inquietos, tienen espíritu empresarial y están decididos a evitar los errores de sus predecesores.
Quizá si hubiera nacido siendo un hijo de la posguerra o un millennial, y si hubiera crecido con el mensaje de que uno puede ser lo que quiera y que las cosas resultarán bien, Zack Bauders, de 21 años, no lo habría pensado demasiado y se ganaría la vida como fotógrafo profesional, al igual que su padre. Ciertamente, tiene el talento.
Entre sus obras está una grandiosa fotografía de acción que le tomó al exmariscal de campo de la Infantería de Marina Keenan Reynold, a punto de dar un paso, con el brazo amartillado para lanzar el balón. También captó una melancólica foto de una lluvia nocturna de meteoritos sobre una montaña y un riachuelo, y publicó sus trabajos regularmente en revistas locales de su ciudad natal, en Filadelfia, en el noreste de Estados Unidos.
Pero Bauders no se graduó de la Universidad de Texas el mes pasado con una licenciatura en fotografía ni nada que tuviera que ver con las artes visuales. En cambio, eligió la ciencia actuarial, una vocación que, en su opinión, le garantizará tener un empleo bien pagado analizando riesgos y calculando tasas para compañías aseguradoras. Para él, la posible garantía de tener un empleo futuro fue una de las características más atractivas de su carrera.
La generación Z: Ansiosos, emprendedores y decididos a evitar errores de sus predecesores
“Si me hubieran dicho que tendría éxito como fotógrafo de la naturaleza o de paisajes, lo habría hecho sin pensarlo”, dice. “Pero eso no es nada seguro. Sabía que era bueno en matemáticas y que podía aplicar esas habilidades y ser recompensado por ello”.
Ahora que los miembros de la generación Z salen de la universidad este verano (la definición más comúnmente aceptada indica que esta generación nació después de 1995, un año más o menos), han recibido una creciente atención en las últimas semanas. Los miembros de la generación Z están a punto de salir a las calles para buscar trabajo en un mercado laboral más limitado que lo que ha estado en décadas. Y este año, los empleadores planean contratar alrededor de 17 por ciento más graduados para empleos en Estados Unidos, en comparación con el año anterior, de acuerdo con una encuesta realizada por la Asociación Nacional de Universidades y Empleadores de Estados Unidos. Todo el mundo desea saber en qué se diferencian las personas que pronto habitarán esos cubículos vacíos de quienes llegaron antes que ellas.
Según los orientadores vocacionales y expertos que los estudian, los miembros de la generación Z son pragmatistas económicos realistas… Saben cómo es un desastre económico.
Si el concepto del “mérito innato” es el más aplicado, merecidamente o no, a los millennials (es decir, a las personas nacidas entre 1981 y 1995), las palabras clave de la generación Z son practicidad y cautela. Según los orientadores vocacionales y expertos que los estudian, los miembros de la generación Z son pragmatistas económicos realistas. A pesar de graduarse en la mejor economía de los últimos 50 años, los miembros de esta generación saben cómo es un desastre económico. Eran chicos impresionables durante la crisis de 2008, cuando muchos de sus padres perdieron su empleo, sus ahorros de toda la vida, o ambas cosas. No les interesa asumir ningún riesgo. El auge económico parece haber hecho poco para mitigar su sentido generacional subyacente de ansiosa urgencia, especialmente para aquellos que tienen una deuda universitaria. Los balances de los créditos universitarios en Estados Unidos se encuentran actualmente en una cifra récord de 1.5 billones de dólares, de acuerdo con la Reserva Federal.
En una encuesta realizada por Accenture se encontró que 88 por ciento de los estudiantes que se graduarán este año eligieron su carrera teniendo en mente un empleo. Mientras tanto, en una encuesta realizada en 2019 entre estudiantes de la Universidad de Georgia, la oficina de carreras profesionales de esa institución encontró que el rasgo más deseable que los alumnos buscan en un futuro empleador es la capacidad de ofrecer un empleo seguro (seguida por el desarrollo profesional y la capacitación y, en tercer lugar, un propósito inspirador). La seguridad o la estabilidad laboral fueron el segundo objetivo de carrera más importante (el equilibrio entre la vida personal y la laboral fue el primero), seguido por el sentido de estar dedicado a una causa o sentirse bien por servir a un bien mayor.
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Este es un gran cambio con respecto a la generación anterior. “Los millennials querían más flexibilidad en su vida”, observa Tanya Michelsen, directora asociada de YouthSight, una empresa de gestión de marca con sede en el Reino Unido que lleva a cabo estudios periódicos de 60 días sobre la juventud británica, y estos hallazgos podrían aplicarse también a la juventud estadounidense. “La generación Z busca una mayor certidumbre y estabilidad debido al crecimiento de la economía de los empleos esporádicos (gig economy). Tienen problemas para ver un futuro financiero y son bastante reacios a asumir riesgos”.
¿Qué significa esto para el futuro de esta generación de graduados? ¿La incertidumbre y el rápido cambio los convertirá en una generación perdida de neuróticos aquejados por la ansiedad, aterrados por perder su lugar en un mundo de inestabilidad política y flagrante desigualdad de ingresos? ¿Quedarán atrapados entre las grandes esperanzas y sueños de sus padres y la realidad de una economía decadente y de una inminente catástrofe climática? ¿O bien, estas limitaciones los impulsarán a convertirse en la generación más industriosa y con más altos logros en décadas? ¿Será una opción o la otra, o ambas? Esta es la contradicción de la generación Z.
ANSIOSOS E INSEGUROS
Alyson Pisarcik, de 22 años, se graduó el mes pasado en Penn State, en la licenciatura de análisis de riesgos de seguridad y una asignatura secundaria en tecnología científica. Dice que su creciente deuda universitaria pronto la persuadió de dejar de lado su “obsesión” con la ciencia política y sus sueños de trabajar para Naciones Unidas una vez que se enteró del magro salario que podía esperar. Ahora, aunque ha conseguido trabajo en Accenture, una gran empresa de consultoría, la deuda inminente sigue siendo una fuente constante de preocupación para ella.
“Ahora que salí de la universidad me siento estresada las 24 horas del día, los siete días de la semana, pensando: ‘Tengo que pagar esta mensualidad, ¿tengo suficiente dinero para trasladarme a la ciudad?’ Todas esas cosas ahora forman parte de mi vida. Sé que las deudas siempre estarán ahí. Me convierten en una persona más estresada”.
La salud mental parece ser un tema de la generación Z. En una encuesta realizada en otoño pasado por la Asociación Psicológica Estadounidense entre estudiantes universitarios del último año, se descubrió que esta generación tenía una peor salud mental que cualquier otra: 91 por ciento de los adultos jóvenes señalan que han padecido síntomas físicos o emocionales relacionados con el estrés, como depresión o ansiedad. Y están llevando esta ansiedad al lugar de trabajo. Alrededor de 54 por ciento de los trabajadores de menos de 23 años dicen que se sintieron ansiosos debido al estrés durante el mes anterior, incluso superan a los millennials amantes de las tostadas de aguacate (40 por ciento) y quedan por encima de la media nacional de 34 por ciento.
Estas cifras podrían indicar que hay un crecimiento en los problemas de salud mental debido al estrés que implica madurar en el mundo tal como es actualmente. O bien, podría tener algo que ver con la nueva disposición a hablar sobre la salud mental. Es posible encontrar expertos que sostienen cualquiera de estas opiniones, lo que significa que, probablemente, ambos factores estén en juego.
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“Una de mis compañeras de habitación atravesaba por una depresión mientras estaba en la escuela”, dice Pisarcik. “La otra la padeció en una etapa anterior de su vida, y decía que no quería volver a ella. Definitivamente, las personas son muy abiertas para hablar de lo que ocurre en su mente, principalmente porque sentimos que todo el mundo padece estrés y cosas como esa. Uno no se siente raro si sufre algo como esto”.
En las universidades de todo Estados Unidos, los trabajadores de la salud mental son asediados por estudiantes estresados que necesitan apoyo en relación con su salud mental. Los orientadores vocacionales señalan que ahora están más ocupados que nunca. Scott Williams, director ejecutivo de servicios de carrera de la Universidad de Georgia, ha observado que los estudiantes establecen una relación con sus oficinas desde las primeras etapas de su carrera, tanto a hacer citas como en las ferias de orientación vocacional.
La salud mental parece ser un tema de la generación Z. En una encuesta se descubrió que esta generación tenía una peor salud mental que cualquier otra.
Bob Orndorff, quien dirige la oficina de servicios de carrera en la Universidad de Penn State, ha visto un importante incremento en la demanda. En cada uno de los dos últimos años académicos, señala, las citas para recibir asesoramiento vocacional han estado cerca de su “máximo nivel”. Cada vez llegan estudiantes más jóvenes, incluso del primer año, con un mayor sentido de urgencia. Reaccionan ante el estrés provocado por el aumento en las expectativas: ahora se supone que un estudiante buscará participar en al menos un trabajo como interno, y quizás en más de uno.
Sin duda, gran parte de esta ansiedad se debe a sus padres, que parecen más preocupados que nunca por obtener lo más posible para sus hijos a cambio de pagar colegiaturas astronómicas. Los miembros del personal de carrera son convocados cada vez con mayor frecuencia a distintos eventos de admisión para hablar con los padres, y también como parte de la orientación para nuevos estudiantes, señala Orndorff, veterano con 30 años de experiencia. Los alumnos y sus padres mencionan términos como “retorno de la inversión”, los cuales habrían suscitado miradas perplejas hace una generación.
Con el índice de graduaciones universitarias más alto que lo que solía ser, y con la competencia por trabajos de oficina más feroz que nunca, un grado universitario ya no es suficiente para obtener el trabajo de tus sueños.
“Creo que los días en los que decíamos: ‘Bueno, si simplemente voy a la universidad, lo tendré todo resuelto’, se han terminado”, dice Orndorff. “Ahora pienso que han despertado y ven que sus hermanos y hermanas mayores se gradúan con una gran deuda y entran en un mercado laboral muy difícil, y que, si no se inclinan realmente a tratar de encontrar un trabajo como interno, o dos o tres, no lograrán destacar”.
Las opiniones sobre lo que hay detrás de este aumento general en la ansiedad varían ampliamente. Sin embargo, la mayoría de las personas están de acuerdo en que entra en juego una combinación de factores. Roberta Katz, becaria investigadora de alto nivel de la Universidad de Stanford, que dedicó los últimos dos años a la investigación para escribir un libro sobre la generación Z, señala que la inseguridad, que parece ser una de las características principales de esta generación, es consecuencia de un ritmo más rápido en los cambios, y del hecho de que el cambio es implacable.
Por ejemplo, la economía de empleos esporádicos ha hecho que sea más difícil pronosticar dónde terminará una persona y cuánto tiempo permanecerá en su empleo actual. Y las empresas, cada vez más comunicadas y conectadas con el resto del mundo, han cambiado la cultura tradicional de la oficina, haciendo que el lugar de trabajo mismo parezca portátil y menos permanente.
“Estamos a mitad de una reconstrucción de nuestra sociedad —dice Katz—, y esto ocurre realmente rápido y en una forma verdaderamente desordenada”.
Estos problemas han hecho mella en la generación Z. “Necesitamos respetar a estos chicos porque enfrentan preocupaciones más grandes de lo que nos habíamos dado cuenta”, dice. “Están creciendo en un entorno diferente. Realmente están muy conscientes del cambio climático. Hacen frente a nuevas amenazas de violencia por arma de fuego, las cuales son muy reales. Y el ritmo de los cambios no se parece a nada de lo que hayamos experimentado”.
Kelley Bishop, directora de servicios de carrera de la Universidad de Maryland, afirma que el factor más importante que diferencia el punto de vista de los chicos a los que ve actualmente, en relación con sus predecesores, tiene que ver con la actitud de sus padres.
Observa que la mayoría de los millennials fueron criados por miembros de la generación de la posguerra, la cual se sentía privilegiada y empoderada al crecer en una época de auge económico después de la Segunda Guerra Mundial y criados por la generación del “yo”. El punto de vista de esta generación queda patente en la icónica película The Graduate (El graduado), en la que Benjamin Braddock, el protagonista de 21 años (interpretado por Dustin Hoffman) se acuesta con una amiga de sus padres y se enamora de la hija de esta. Sin embargo, al final todo sale bien, cuando irrumpe en la boda de la hija y ambos se fugan, tirando al viento la precaución y el estilo de vida convencional de sus padres.
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De igual forma, los padres de la generación de la posguerra les dieron a sus hijos el mensaje de que podían hacer lo que quisieran y que todo saldrá bien; todos los chicos obtendrían un trofeo, ganaran o perdieran.
Pero la generación Z no fue criada por los miembros de la generación de la posguerra. Son hijos de la célebremente amargada generación X, una generación de pesimistas con un punto de vista característicamente distinto al de aquellos que llegaron antes.
El estado de ánimo de los miembros de la generación X fue captado perfectamente en películas como Reality Bites (La dura realidad), la cinta de 1994 dirigida por Ben Stiller, y protagonizada por el mismo Stiller, además de Wynona Rider y Ethan Hawke, en la que un grupo de graduados de la universidad tratan de adaptarse a una nueva realidad de trabajos ínfimos y desmoralizantes mientras se preocupan de no contagiarse de sida.
“Los miembros de la generación X hablan sobre cómo se quedaban solos en casa mientras sus padres trabajaban y cómo estos crecían mientras ellos aún eran niños”, dice Bishop. “Por lo que, definitivamente, hay un sentido mucho mayor de ‘tienes que ser resistente, tienes que estar siempre atento, debes tener cautela, tienes que estar consciente, porque puedes quedar seriamente decepcionado’”.
Señala que, a diferencia de los millennials, muchos miembros de la generación emergente “no tienen la misma confianza absoluta en que los adultos lo resolverán todo y que se asegurarán de que todo funcione perfectamente”.
DESASTRE ECONÓMICO
Si les preguntamos a los miembros de la generación Z, lo más probable es que mencionen una causa distinta para su ansiedad y su precaución: una resaca provocada por ver el desastre en cámara lenta de los millennials graduados, cuyas esperanzas y sueños alimentados por sus padres de la generación de la posguerra chocaron contra una dura realidad económica.
Bauders, que pasa mucho tiempo en Reddit, dice que su enfoque de la universidad y de la educación preuniversitaria ha sido modelado en gran medida por historias sobre “el pesimismo y abatimiento de los millennials y la forma en que apenas logran arreglárselas” y “lo terrible que es” para los chicos de poco menos de 30 años.
“Si hubiera entrado en la universidad sin ningún plan en absoluto, entonces no tendría absolutamente ninguna habilidad para ofrecer en el mercado de trabajo, por lo que tendría que volver de inmediato a casa para vivir con mi mamá y mi papá y trabajar en una tienda de abarrotes”, dice.
Esto podría parecer exagerado, dado el auge económico actual en Estados Unidos. Pero no lo habría sido hace un par de años. Muchos millennials llegaron a la edad adulta y se incorporaron a la fuerza de trabajo en el punto máximo de una incapacitante recesión económica. Y “los efectos a largo plazo de este lento inicio para los millennials será un factor de la sociedad estadounidense durante décadas”, escribió Michael Dimock, presidente del Pew Research Center, en un artículo publicado en enero pasado, en el que comparaba las condiciones que enfrentará la generación Z con aquellas a las que hicieron frente sus hermanos y hermanas mayores.
En caso de que alguien hubiera olvidado cómo lucía el espectro que acosa a la juventud de hoy, Dimock refirió un informe de Pew publicado en 2012 en el que se cuantificaba la desmedida proporción de la miseria provocada por la crisis de las hipotecas subprime que los millennials debían cargar sobre sus hombros.
En ese entonces, únicamente alrededor de 54 por ciento de los jóvenes adultos de entre 18 y 24 años tenían empleo, el nivel más bajo desde que el gobierno comenzó a recopilar datos en 1948. Quienes tenían un empleo experimentaron una mayor caída en sus ganancias semanales que cualquier otro grupo etario en los cuatro años anteriores. Y la diferencia de empleo entre los jóvenes adultos y quienes tenían edad para trabajar era de 15 por ciento, la más amplia de la historia registrada. Cerca de la mitad de los millennials encuestados señalaron que habían aceptado empleos que no deseaban solo para pagar sus deudas, más de un tercio dijo que tuvo que regresar a la escuela debido a la economía y uno de cada cuatro señaló que había vuelto a vivir con sus padres.
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“El entorno económico negativo influyó en sus decisiones de vida, en sus futuras ganancias y en su entrada a la adultez en una forma que podría no aplicarse a sus homólogos más jóvenes, escribió Dimock.
Kyle LeScoezec, quien se graduó en mayo de la Universidad Estatal de Ohio con una licenciatura en negocios y una asignatura secundaria en ingeniería, señala que los sucesos de 2008 produjeron “una saludable actitud pesimista” de que “las cosas no siempre van a funcionar”. Él tenía unos 10 u 11 años en esa época, y recuerda cómo su padre, que era asesor financiero, pasaba noches en vela y constantemente estaba al borde del colapso. Muchos de sus clientes, recuerda LeScoezec, le llamaban “preguntándose lo que le había ocurrido a todo su dinero”.
Cuando llegó al campus, unos años después, LeScoezec, nativo de Cleveland, ya tenía una idea de lo que quería hacer, y eligió la Universidad Estatal de Ohio porque le permitiría estudiar negocios e ingeniería a través de su programa integrado de ambas áreas. Ha realizado varios trabajos como interno en empresas grandes y pequeñas. Y durante el último año y medio ha trabajado como interno en una nueva empresa tecnológica en el centro de Columbus, y comenzará a trabajar ahí a jornada completa después de graduarse.
Muchos de los estudiantes que han decidido seguir vocaciones aparentemente más riesgosas tienen un plan de respaldo
Al parecer, incluso muchos de los estudiantes que han decidido seguir vocaciones aparentemente más riesgosas tienen un plan de respaldo. De pie, junto a la máquina de hielo en el corredor exterior de las canchas de baloncesto del gimnasio de la Universidad de Bridgeport, en Connecticut, Katrell Thompson-Nickey, de 22 años, habló recientemente sobre sus sueños de aprovechar su licenciatura en música para construir una lucrativa carrera como ingeniero de audio y compositor. Sin embargo, en caso de que esto no funcione, actualmente estudia una maestría en educación musical.
“Idealmente, todo el mundo desea tener una carrera en la que se sienta feliz, pero también algo en lo que tenga estabilidad”, dice. “Quieren esas dos cosas en su trabajo ideal. Realmente podré hacer lo que deseo una vez que tenga esto. Pero necesito tener este respaldo ahora, en lugar de tratar de hacerlo en 20 años, cuando tenga una familia y muchas más responsabilidades”.
OTRA GRAN GENERACIÓN
Esta precaución y pragmatismo generacionales presentan una ventaja. Es posible que la generación Z simplemente resulte ser la generación más competente, productiva y de mayores logros que hemos visto en mucho tiempo. Además de ser la generación más diversa en la historia de Estados Unidos, también están en vías de convertirse en la más educada.
En muchas formas, las mismas habilidades que han adquirido mientras planean meticulosamente su carrera universitaria con la vista puesta en un empleo estable harán que sean muy efectivos en el lugar de trabajo. Es posible que los miembros de la generación Z sean cautelosos, pero de ninguna manera carecen de poder. Muchos de ellos tienen conciencia social y se muestran optimistas con respecto al impacto que pueden tener. Los empleadores informan que, para estos recién graduados universitarios, la “misión” es aún más importante que para los millennials, y sus posibles empleadores se aseguran de articularla, independientemente de si es curar el cáncer para Merck, construir cohetes y armas para proteger la seguridad nacional en Lockheed Martin, o usar la tecnología para mejorar la vida de los habitantes de los países en desarrollo y resolver problemas en IBM.
Hace unos años, McKinsey & Company, la empresa de consultoría, llevó a cabo amplias investigaciones entre la reciente generación de graduados como preparación para su llegada como futuros empleados. “En términos generales, se mostraron esperanzados, sienten que tienen una función que desempeñar para cambiar las cosas que, en su opinión, fueron injustas o incorrectas, y sienten que tienen cierta influencia y que pueden provocar cambios”, afirma Caitlin Storhaug, directora de la empresa Global Recruiting Communications & Marketing.
Los empleadores se muestran optimistas con respecto a la actual generación de posibles empleados. Una vez que los miembros de la generación Z consigan su objetivo de tener un empleo estable, un espíritu de exploración y de aventura comenzará a emerger, de acuerdo con Storhaug y otros posibles empleadores. Todos ellos informan constantemente sobre la existencia de un deseo de explorar distintos roles, de trabajar en el desarrollo de carrera y de habilidades, y de avanzar dentro de la empresa que los contrate, cualquiera que esta sea.
Los miembros de la generación Z también aportan sus conocimientos tecnológicos al lugar de trabajo. Si los millennials fueron conocidos por ser los primeros en adoptar las redes sociales y otros aspectos de la era digital, y quizá por compartir demasiada información personal para su propio detrimento, los miembros de la generación Z son los primeros “nativos digitales” verdaderos. Han aprendido de los peligros de las huellas en el mundo digital y del hecho de compartir demasiada información en línea al ver a sus hermanos y hermanas mayores. Tienen más cuidado al construir su presencia digital y al utilizarla para construir una marca.
Bauders señala que muchos de sus amigos de la Universidad de Texas tienen dos cuentas de Instagram: una que está disponible públicamente y que puede ser vista por futuros empleadores, y una cuenta privada con un nombre falso que comparten únicamente con unos cuantos amigos selectos. La práctica es tan común que incluso tiene un nombre: los miembros de la generación Z llaman “finstas” a sus cuentas falsas, una abreviación en inglés de “cuenta falsa de Instagram”.
El factor imponderable para los empleadores es en qué medida los miembros de la generación Z asumirán una vía empresarial en lugar de una corporativa. Las grandes corporaciones, que tienen pocos reparos para “disminuir” el número de empleados cuando les conviene, ya no son consideradas como una alternativa estable. Muchos miembros de la generación Z, como Elizabeth Dana, de 22 años, ya han comenzado a dirigir sus propios negocios.
De manera típica de la generación Z, Dana ya había construido su propia empresa cuando se graduó este año con una doble licenciatura en cinematografía, televisión y medios de comunicación e idioma italiano en la Universidad Fairfield. Durante los últimos dos años, dio una serie de pasos pragmáticos y bien planeados para asegurarse de que no acabaría viviendo en el sótano de sus padres. Se hizo de un conjunto de clientes para los que realizaba labores como profesional independiente, los cuales ahora proporcionan un flujo de efectivo para su empresa, Ella Creative, centrada en la gestión de redes sociales, creación de contenido en fotografía y video, y trabajo de marca para pequeñas empresas.
Los miembros de la generación Z son los primeros “nativos digitales” verdaderos. Han aprendido de los peligros de las huellas en el mundo digital… Tienen más cuidado al construir su presencia digital y al utilizarla
La mayoría de los amigos de Dana buscan trabajos tradicionales de jornada completa para pagar sus incapacitantes deudas estudiantiles. Pero muchos “creativos” han decidido ejercer la carrera que eligieron simplemente como una manera de “ganar dinero extra”. Dana, que no tiene ninguna deuda estudiantil, prefiere crear una empresa propia, en parte porque piensa que será más estable a largo plazo. Afirma que la idea de que un empleo a jornada completa dará estabilidad es un mito.
Dana dice que adquirió esta manera de pensar después de escuchar varios podcasts y a través de su experiencia personal. Su tío trabajó en GE en Connecticut y ahora debe hacer un recorrido de más de una hora hasta la ciudad de Nueva York porque la empresa decidió mudarse. La tía de Dana estuvo sin trabajar durante un año cuando su empresa redujo el número de empleados.
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“Si trabajas para alguien más, muchas personas piensan: ‘Oh, es algo seguro, tengo un empleo de jornada completa que siempre va a estar ahí’ —dice—. Pero en cualquier momento puedes ser despedido. Te pueden echar. Las empresas están reduciendo su tamaño. Si trabajas para ti mismo, estás a cargo de eso. Sales y encuentras el trabajo, y en cierta medida, controlas si tienes empleo o no. Evidentemente, necesitas encontrar el trabajo. Pero si trabajas para una empresa, en cualquier momento pueden dejarte ir y tu trabajo se habrá terminado”.
La valoración de Dana es, ciertamente, clara y pragmática, y ella tiene un plan para actuar en consecuencia. Suena como un típico miembro de la generación Z.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek