El líder norcoreano Kim Jong Un abandonó este viernes Vladivostok tras una “amistosa” primera reunión con el presidente ruso Vladimir Putin, del que buscaba apoyo en la crisis nuclear ante la “mala fe” de los estadounidenses, según sus propias palabras.
Tras una visita sin avances concretos pero que permite a Pyongyang renovar lazos al más alto nivel con su aliado de la Guerra Fría, y a Moscú volver al primer plano en la crisis coreana, el tren blindado verde oliva de la delegación norcoreana partió a las 5:30 de la estación de este puerto del Pacífico, para un viaje de unas diez horas hasta Pyongyang.
A las 13:00, el tren atravesó la pequeña ciudad fronteriza de Khassan, según las agencias de prensa rusas.
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“Prometió volver, le gustó la ciudad”, dijo a la prensa el gobernador Oleg Kojemiako tras la salida del tren.
Kim pasó el jueves cinco horas con el presidente ruso, en solitario durante dos horas y reunidos luego con delegaciones y durante una cena de gala en la que intercambiaron brindis y regalos.
Un encuentro “abierto y amistoso”, estimó Kim, según la agencia norcoreana KCNA, quien informó que Putin “aceptó prontamente” su invitación a visitar Corea del Norte.
Nada que ver con el fiasco de la cumbre de Hanói con Donald Trump en febrero, que supuso un frenazo a la distensión observada en los últimos meses en la península coreana.
Estados Unidos “adoptó una actitud unilateral de mala fe”, denunció el dirigente norcoreano, según KCNA, advirtiendo: “La situación en la península coreana y en la región se encuentra actualmente en un impasse y alcanzó un punto crítico”.
“Reparar errores” de Washington
“Kim se reunió con Putin porque quería mostrar que tenía a alguien de su lado” explicó a la AFP Lee Woo-young, profesor de la Universidad de estudios norcoreanos en Seúl, para quien Kim Jong Un “busca una posición favorable ante futuras negociaciones con Estados Unidos”.
En Hanói, escenario de la segunda cumbre Trump-Kim, Corea del Norte buscaba obtener un alivio inmediato de las sanciones internacionales impuestas para obligarle a renunciar a sus armas atómicas. Pero las conversaciones se acortaron por los desacuerdos profundos con Washington, sobre todo respecto a las concesiones a las que Pyongyang estaba dispuesto.
La semana pasada, Pyongyang alzó la voz y atacó con inusual dureza a Mike Pompeo, exigiendo que el secretario de Estado no vuelva a participar en las conversaciones sobre desnuclearización.
La cumbre de Vladivostok, la primera de este nivel desde la del 2011 entre el expresidente Dimitri Medvedev y Kim Jong Il, “repara los errores cometidos por la diplomacia estadounidense en toda una serie de temas”, dijo la portavoz de la diplomacia rusa Maria Zajarova en la radio Eco de Moscú, acusando a Washington de “llevar la región al borde de una crisis nerviosa”.
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Moscú aboga por un diálogo con Pyongyang sobre una hoja de ruta establecida por China y Rusia. Este último ya ha pedido que se levanten las sanciones internacionales, a lo que Estados Unidos replica acusando a Moscú de ayudar a Pyongyang a sortearlas.
Retraso
Al final del encuentro, el presidente ruso se declaró favorable, como Estados Unidos, a una “desnuclearización total” y consideró que una solución era “posible” a condición de ofrecer a Pyongyang “garantías de seguridad y de soberanía” y anteponer el “derecho internacional” a la “ley del más fuerte”.
Por su lado el dirigente norcoreano busca apoyos en su pulso con Washington y un cierto reequilibrio de sus relaciones entre Pekín, su aliado más cercano, y Moscú, su antiguo aliado de la Guerra Fría. Fue la Unión Soviética la que colocó en el poder a su abuelo y fundador de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), Kim Il Sung.
Habiendo logrado lo que buscaba, Kim Jong Un no se entretuvo mucho en Vladivostok. Si bien la prensa rusa hablaba de una posible visita al acuario local y una noche de ballet, se contentó, este viernes, con participar -con dos horas de retraso- en una ofrenda floral y en una recepción en un restaurante en el que estuvo su padre en 2002.