Todas las personas tienen la capacidad de hacer jardinería y cultivar sus propios alimentos. Así lo prueba Lauri Kranz en un nuevo libro.
LA PASIÓN de Lauri Kranz siempre fue grande, pero empezó en pequeño, en la huerta de vegetales de su padre detrás de su casa en Bloomfield, Connecticut. El terreno descendía hacia el inicio de un bosque, y cuando era niña trabajaba junto a él, “hablando o no”, dice ella, “arrancando hierbas y regando; eso era suficiente magia para mí”.
Había pepinos en los zarcillos, una sandía o dos, tomates jugosos y girasoles altísimos. Y cuando ella se aventuraba más allá del jardín, en el bosque, encontraba col de los prados y “arbustos achaparrados, repletos de moras rojas. Fue mi entrada a los bosques y las maravillas de la naturaleza”.
Kranz creció, se mudó a Los Ángeles, se convirtió en cantautora y tuvo dos hijos. Finalmente, también halló una manera de convertir el entusiasmo de su niñez en una carrera y, más que eso, una misión. Empezó por presentarse como voluntaria en la escuela primaria de su hijo mayor; ella eligió el jardín como su actividad y se obsesionó rápidamente. “Fui a la biblioteca y saqué todos los libros sobre jardinería”, comenta Kranz. “El jardín de la escuela se convirtió en mi laboratorio”.
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Pronto estaba cultivando vegetales en casa, y cuando su hijo menor empezó a ir a la escuela, no había un plan de estudios de jardinería. “Así que comencé uno”, dice Kranz.
“Los padres preguntaban si podía ayudarles con el jardín de sus casas, que veían sus amigos…”, y así una y otra vez hasta que tuvo un negocio, Edible Gardens L. A., fundado en 2009. Su lista de clientes ha crecido hasta incluir celebridades (entre ellas, Katy Perry, Adam Scott y Nicole Ritchie), restaurantes famosos, museos y cualquier persona interesada en cultivar sus propios alimentos. Es una experiencia reveladora, incluso para una chef galardonada como Suzanne Goin, cuyo jardín familiar fue plantado por Kranz hace ocho años. “Ver y sentir las plantas y estar consciente de dónde están en la estación cambió cómo pensábamos los alimentos”.
ABRAZO SILVESTRE
Kranz ahora comparte su conocimiento en un libro nuevo, A Garden Can Be Anywhere: Creating Bountiful and Beautiful Edible Gardens (Abrams), en colaboración con su marido, Dean Kuipers. Las fotos exquisitas de Yoshihiro Makino te harán querer tener tierra entre las uñas, y la facilidad de Kranz para simplificar el proceso de cultivar habas, betabel o cedrón —sí, en cualquier parte— te hará buscar catálogos de semillas. “Cada vez que veo a Lauri, me voy sintiéndome nutrida; su superpoder es su calidez”, dice otra clienta, la actriz Maya Rudolph. “No hay ego en su enfoque”.
Tampoco hay un deseo de dominar lo que cultiva. “Abrazo lo silvestre”, comenta Kranz sobre su enfoque. “No me gusta un orden excesivo; las hileras pueden ser útiles o innecesarias”.
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Kranz es una defensora persuasiva de los poderes restauradores de la naturaleza. “Meterse de lleno en los procesos naturales de la tierra te hace ser parte del mundo real de nuevo”, dice ella. “Empiezas a hacer un buen suelo, y te sientes mejor. Empiezas a cultivar cosas, y entonces caes en cuenta: Oh, sí, coevolucioné con todo esto. Nos conocemos mutuamente”.
Kuipers había estudiado y escrito sobre política medioambiental y la relación entre los humanos y la naturaleza por décadas cuando conoció a Kranz en 2012. Sus cuatro abuelos tuvieron granjas en Michigan. “Hasta que me fui de allí”, comenta Kuipers, “en cierta forma asumía que todos sabían cuando era el momento de atar las uvas o de quitarle la panoja al maíz”. Su nuevo libro de memorias, The Deer Camp (a la venta en mayo, Bloomsbury), se trata de cómo el trabajar en 100 acres cerca de Kalamazoo curó a su familia tras décadas de trauma emocional.
MANOS AL SUELO
En su libro, él cita al ecologista y autor Paul Shepard, quien creía que la tierra física era esencial para nuestro bienestar: “El suelo era una fuente de vida compleja mucho antes de que el hombre o la agricultura aparecieran por primera vez”, escribió Shepard. “Es tan fundamental para nuestro bienestar ahora como antes, aunque la mayoría de nosotros nunca metemos las manos en él”. Sostenía que los humanos hoy día están enfermos a causa de habernos separado de la naturaleza.
Kranz y Kuipers tienen la intención de ofrecer un camino de vuelta, ya sea que empiece en un patio trasero o en una maceta en la ventana de un apartamento. Con ese fin, ella continúa creando y enseñando planes de estudio sobre jardinería para niños. Comer alimentos sacados de tu propio suelo, opina Kranz, no solo es más sano, revela el proceso del cultivo (en otras palabras, la comida no “aparece mágicamente en los estantes de la tienda de abarrotes”), la paciencia requerida, el valor del fracaso (“nuestro mejor maestro”) y la necesidad de coexistir con la vida silvestre (usando disuasiones en vez de venenos). La jardinería ilustra nuestra conexión con el ecosistema más grande “del que somos parte, y si la naturaleza tiene éxito, todos lo tenemos”.
Nada la hace más feliz que ver las caras de los jóvenes jardineros cuando ven sus plantas y vegetales “moverse a lo largo de las estaciones y completar el ciclo. Cuando entendemos los procesos de la naturaleza”, dice Kranz, “podemos entrar en contacto más plenamente con las partes más profundas de nosotros mismos”.