“Yo los voy a esperar”, dice Mirza Rivera, de 19 años. Esta joven embarazada se encuentra entre los pocos migrantes hondureños que lograron cruzar el viernes el paso fronterizo entre Guatemala y México en medio del enfrentamiento con fuerzas policiales, pero asegura que hasta que no pasen todos no seguirá su camino hacia Estados Unidos.
“No me voy a ir sola hasta Estados Unidos…hay mucho narco” en el camino a la frontera norte de México, dice esta joven delgada de tez morena que apenas ha comido desde que llegó a la frontera hace dos días proveniente del Departamento De Yoro, en Honduras.
Los migrantes que corrieron y saltaron vallas metálicas y cercos de uniformados del lado guatemalteco para entrar a México fueron frenados en su mayoría por policías mexicanos, que lanzaron bombas lacrimógenas para evitar un ingreso en masa.
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Rivera, con cinco meses de embarazo, está entre los pocos que lograron pasar a Ciudad Hidalgo, un poblado del lado mexicano.
La mujer cruzó la frontera junto a su madre en medio de la confrontación con las fuerzas de seguridad, pero su padrastro no tuvo la misma suerte y se quedó del otro lado con la mayoría de la caravana.
Sobándose la panza, Mirza dice que se quedará pegada a la valla divisoria hasta que pasen todos los migrantes. Varias mujeres con niños pequeños esperan al resto de sus familiares que quedaron separados por la reja que divide a los dos países.
– Paciencia –
Del otro lado, los que aguardan pasar también están dispuestos a poner a prueba la paciencia.
“Estaremos aquí hasta que nos abran”, dice con tono enérgico Adonai.
Mientras esperan ver si México les abre paso, los miles de hondureños armaron un campamento improvisado con frazadas y plásticos en el extenso puente internacional que une a ambos países sobre los caudales del río Suchiate.
La caravana de unos 4.000 migrantes hondureños salió el pasado sábado desde la ciudad de San Pedro Sula, en el norte de Honduras.
Los integrantes del éxodo dicen que huyen de la pobreza y la violencia que azota a su país, y fustigan al presidente Juan Orlando Hernández por no resolver esos problemas que los obligan a emigrar.
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“Vamos a esperar aquí a ver qué nos dicen allá adelante”, dijo a la AFP Lourdes Pérez, de 23 años, dirigiendo la vista hacia un rótulo verde con letras blancas que dice: “Bienvenidos a México”.
Con su niña Ariani, de cinco meses, se cubre del sol con una gigantesca bandera de Honduras que fue atada en las mallas laterales del puente copado completamente por los migrantes.
Sus planes no incluyen regresar a Honduras “porque no hay empleo para comprar comida”.
“Nos venimos de Honduras porque no hay nada allá y aquí seguiremos”, la secundó Adonai Sánchez, de 36 años, quien viaja en la caravana con sus sobrinos de 2, 3 y 14 años.
– Reto para México –
Aunque muchos migrantes descansan, otros tantos vuelven al pueblo de Tecún Umán para buscar comida y agua que les reparten los vecinos del lugar.
Los socorristas se abren paso entre la multitud para buscar a los que viajeros que necesitan atención médica. Trasladan a una clínica móvil a algunos migrantes deshidratados o con los pies llenos de ampollas por las largas caminatas que han hecho desde Honduras.
Atender al inmenso grupo de migrantes supone un “reto logístico importante” para México, explicó el canciller mexicano Luis Videgaray en declaraciones a la cadena Televisa. Sin embargo, señaló que todos los que soliciten refugio podrán ingresar a territorio mexicano para tramitarlo.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, calificó no obstante lo ocurrido el viernes en el paso fronterizo como “una situación inédita” y advirtió que su país no permitirá el ingreso a su territorio de manera irregular y “mucho menos de forma violenta”.