China tiene un enorme firewall. Desde hace al menos una década, Turquía ha bloqueado segmentos de la Internet, incluido YouTube. Por ello, hasta el mes pasado, Rusia se destacaba entre las naciones autoritarias por permitir que sus ciudadanos tuvieran acceso relativamente libre a la World Wide Web.
Eso se acabó. En lo que se perfila como un enfrentamiento histórico, el Estado ruso ha lanzado su primer ataque importante contra la libertad cibernética. El 15 de abril, Roskomnadzor (RKN), el regulador ruso de la Internet, emprendió esfuerzos para bloquear Telegram, un servicio de mensajería seguro y la plataforma de blogueo que utilizan más de 15 millones de rusos. ¿Los crímenes? Telegram se negó a cumplir una nueva legislación que exige que todas las compañías Internet almacenen, físicamente, los datos de sus usuarios rusos dentro del país; y, además, se negó a entregar las “claves” seguras para que la policía secreta pueda leer mensajes encriptados.
Aunque Telegram estuviera dispuesta a cumplir con la legislación, no habría podido. Y la razón es que la plataforma proporciona encriptación entre usuarios, de suerte que Telegram no puede hackear sus propios mensajes. En cualquier caso, esta es la “primera acción de censura importante” por parte de Rusia, afirma Ilya Andreev, cofundador de Vee Security, la compañía de software estonia que ha ayudado a los usuarios de Telegram a esquivar la prohibición. “Desde 2014, el gobierno ha estado bloqueando pequeños recursos [Internet]”, añadió. Pero si RKN tiene éxito con este bloqueo, “vendrán [otros] peores”.
La legislación sobre datos forma parte de una serie de nuevos lineamientos gubernamentales para regular la Internet como aparente respuesta a la presunta profusión de comunicaciones encriptadas entre terroristas. Pero la realidad es que el Servicio Federal de Seguridad ruso, o FSB, ha aprovechado el acceso a los datos de las redes sociales para arrestar a usuarios comunes que publican -o incluso, dan “like” a- contenidos relacionados con la oposición.
En 2017, encarcelaron al menos a siete personas. A principios de abril, fiscales estatales de la ciudad siberiana de Krasnoiarsk exigieron una sentencia de 18 meses de prisión para la activista de oposición Oksana Pokhodun, por el crimen de guardar memes satíricos sobre Ucrania, sacerdotes y el presidente Vladimir Putin en su página personal de vKontakte, un popular medio social ruso. En la ciudad de Pskov, un simpatizante del líder opositor, Alexei Navalny, ha sido acusado de “propaganda nazi” por publicar una foto de archivo donde figura un sacerdote ortodoxo que estrecha la mano de un soldado nazi frente a una bandera nazi.
“Comentarios irónicos sobre Putin, noticias de funcionarios corruptos, cualquier cosa sobre Ucrania que los presente como personas comunes [y] no como los locos fascistas que describe nuestro gobierno… casi todo lo que publicas puede interpretarse como apoyo al terrorismo”, revela Sergei Volkov, activista moscovita pro Navalny, de 23 años.
A diferencia de vKontakte, Telegram se negó a permitir que el gobierno tuviera acceso a los datos de sus usuarios. En consecuencia, de inmediato se convirtió en refugio no solo de activistas, sino de millones de rusos comunes que deseaban compartir información libremente y sin el riesgo de ser enjuiciados. El servicio también se volvió popular entre muchos políticos rusos de alto nivel, quienes utilizaron los canales noticiosos de la plataforma, de estilo Twitter, para comunicarse con decenas de miles de sus seguidores.
El intento de RKN para bloquear a Telegram degeneró rápidamente en una farsa. Para esquivar la prohibición, Telegram recurrió a una técnica introducida por Zello, una app mucho más pequeña: tan pronto como RKN bloqueaba a un proveedor de servicios Internet, Telegram cambiaba a otro. Y así, a lo largo de casi dos semanas de un juego virtual de gato y ratón, RKN bloqueó más de 19 millones de direcciones del protocolo Internet (IP); sin embargo, Telegram siempre se mantuvo un paso adelante, tomando prestadas direcciones IP por toda la Internet, incluidas algunas de Microsoft, Google y Amazon Drive.
Telegram siguió operando, y lo mismo ha hecho Zello. Pero, a la vez que RKN intentaba cerrar Telegram, miles de sitios adicionales sufrieron daños colaterales. Debido a que RKN cerró una cantidad enorme de las plataformas que utilizaba Telegram, los rusos descubrieron que no podían comprar boletos de avión, acceder a productos Google como Maps o Gmail, transferir o retirar dinero, utilizar Spotify o Amazon Web Services, comprar pólizas de seguro o jugar en línea. Para el 25 de abril, RKN había recibido 42,000 quejas por interrupciones en los servicios de sitios Web, las cuales descartó con el argumento de que “no contenían quejas formuladas correctamente”
“Gracias, Apple, Google, Amazon, Microsoft, por no tomar parte de la censura política”, escribió en su canal personal de Telegram el empresario ruso Pavel Durov, de 33 años, fundador tanto de Telegram como de vKontakte. “Me entusiasma que hayamos sobrevivido al intento de censura Internet más agresivo en la historia rusa”. Al mismo tiempo, Durov pidió a los partidarios de Telegram que, en señal de apoyo, el 22 de abril lanzaran por sus ventanas aviones de papel con mensajes escritos. Debido a esa protesta, al menos una activista terminó bajo custodia de la policía: Maria Alokhina, integrante del grupo punk de protesta, Pussy Riot.
Transcurridas dos semanas de la prohibición, Telegram afirmó que su base activa (calculada en 15 millones de usuarios rusos) se había reducido en apenas 3 por ciento. Por supuesto, Medialogia -sitio Web estatal que monitorea los medios- publicó una cifra mucho mayor: 76.5 por ciento. Cualquiera que sea la cantidad real, el enfrentamiento se ha convertido en una prueba de fuerza entre el Estado ruso y los ciudadanos expertos en tecnología. Por lo pronto, la Internet va ganando. No obstante, los simpatizantes de Telegram temen que esta “no es una batalla que el Kremlin pueda darse el lujo de perder”, apunta Vladimir Markov, consultor moscovita en tecnología informática. “Están en juego las carreras de muchos funcionarios. [Telegram] ha puesto en ridículo a RKN y a FSB… Harán lo que sea para castigar este desafío”.
Es probable que RKN pronto encuentre la manera de cubrir la mayor parte de los resquicios, lo cual significa que solo podrá accederse a Telegram mediante servidores proxy o redes privadas virtuales: dos métodos que disfrazan la ubicación geográfica del usuario. Ahora bien, es inevitable que esa solución haga que Telegram resulte menos atractiva a los usuarios comunes que no están obsesionados con la privacidad en línea.
Si RKN tiene éxito, el impacto más profundo de la prohibición contra Telegram sería empujar a Rusia por el camino hacia el totalitarismo Internet. Hace años que diversos funcionarios han hablado de crear una Internet independiente, exclusivamente rusa y controlada por el Kremlin. En octubre pasado, el Consejo de Seguridad de la Federación Rusa debatió proyectos para hacer justo eso, señalando que “la capacidad creciente de las naciones occidentales para llevar a cabo operaciones ofensivas en el espacio informático, así como la creciente disposición para ejercer esas capacidades, son una amenaza grave para la seguridad de Rusia”.
En aquel momento, Dmitry Peskov, portavoz de Putin, afirmó que “no se trata de apartar a Rusia de la Internet global”. Pero eso es justo eso lo que temen los asediados disidentes del país. En abril, el mediador Internet de Putin, Dmitry Marinichev, dijo que “Rusia está técnicamente preparada para separarse de la World Wide Web”. Si bien, por el momento, se ha abstenido de abogar por ello.
Separar a Rusia de la Internet sería indicativo de un retroceso importante hacia el aislamiento y la represión. Y también propinaría un fuerte golpe a la oposición política del Kremlin. Por ejemplo, desde que prohibieron que Navalny apareciera en la televisión patrocinada por el Estado, la Internet se ha convertido en su principal medio para comunicarse con cientos de miles de simpatizantes en toda Rusia. Su canal YouTube suele recibir más de 2 millones de visitas, rivalizando con el teleauditorio nacional de la mayor parte de los programas noticiosos oficiales que transmite la televisión tradicional.
Cosa nada sorprendente, las autoridades han intentado clausurar el canal de Navalny, más recientemente en enero, cuando RKN amenazó con bloquear el acceso a YouTube e Instagram si esos sitios Web no retiraban uno de sus videos, en el cual aparecía un oligarca vinculado con el Kremlin recibiendo en un yate de lujo a un prominente ministro del gobierno. Ninguno de los sitios obedeció. Pero si las autoridades logran cerrar Telegram, es probable que los siguientes sean los sitios vinculados con Navalny.
Una fuerte represión de la libertad Internet también causaría daños graves a la economía rusa. El sector IT es una de las muy contadas industrias en las que Rusia sigue operando en el nivel de clase mundial; con propósitos benévolos y, ciertamente, también malignos. La moscovita Kaspersky Lab produce tecnología antivirus innovadora, en parte porque recluta dentro del enorme fondo de talento ruso, compuesto de hackers y creadores de virus que aplican sus destrezas siniestras con fines positivos (Estados Unidos no abandona sus sospechas y ha prohibido el uso de software Kaspersky en los sistemas federales, argumentando que podría ser vehículo de espías rusos). Así mismo, sus hackers criminales han estado a la vanguardia en la invención de botnets -redes de computadoras que los hackers controlan de manera encubierta- y son pioneros en ataques Internet contra infraestructura, como el ciberataque de diciembre de 2015 que interrumpió el suministro eléctrico de más de 200,000 personas en el oeste de Ucrania.
Con todo, los ataques del gobierno ruso contra la libertad Internet ya han causado una importante fuga de talento cibernético hacia Occidente, incluido Durov, quien fue expulsado de vKontakte en 2014 después que el Kremlin exigió acceder a sus datos de usuario. Durov emigró a Berlín para fundar Telegram, que hoy tiene 200 millones de usuarios en todo el mundo.
Andreev, de Vee Security, prevé un desastre si se limita el acceso Internet a la generación más joven de Rusia. “Sin Internet, no hay TI. El impacto social y cultural será terrible”, augura. “Esto es desquiciadamente estúpido. Es como quemar los libros”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek