El Departamento de Policía de Nueva York afirma haber mejorado la forma en que trata a las víctimas de violación. Pero algunas personas dicen que esto no es ni remotamente suficiente.
Racheal Stirling sintió cómo su cuello se sacudía mientras el tren 6 recorría estruendosamente las vías. Eran las últimas horas de una tarde de septiembre de 2014 y Stirling se dirigía hacia el norte desde su departamento en East Village. Bajó del subterráneo en la Calle 125 de East Harlem y caminó con dificultad hacia un tosco edificio de ladrillos, el cuartel general de la División de Víctimas Especiales del Departamento de Policía de Nueva York (DPNY).
Ella esperaba una oficina limpia y brillante llena de detectives hombres y mujeres relativamente amigables y ansiosos de ayudar. Pero cuando entró, un oficial la condujo por un oscuro y lúgubre pasillo hacia una pequeña sala de paredes blancas. Allí, ella esperó nerviosamente, repasando en su mente lo que le había ocurrido, detalles que había incluido en la declaración que presentó un día antes en su comisaría local. Pronto, la puerta se abrió y Lukasz Skorzewski, un detective con cara de bebé de la División de Víctimas Especiales, entró en la sala. Se sentó al otro lado de la mesa y Stirling tuvo un mal presentimiento casi de inmediato. El detective no solo no había leído su denuncia, declaró ella a Newsweek, sino que cuando le preguntó lo que había pasado, se mostró crítico y brusco.
Tres días antes, de acuerdo con una declaración que Stirling presentó más tarde ante un tribunal, había estado pasando el rato en su departamento con Juan Scott. Éste vivía en la misma calle que ella, y ambos habían estado disfrutando una “despreocupada aventura amorosa de verano”. Pero aquella tarde, cuando Stirling, que en ese entonces tenía 26 años, se paró, descalza, al lado de Scott, quien aún estaba en la cama, éste le hizo una confesión repentina: le gustaba subirse a su tejado para ver mujeres desnudas a través de sus ventanas, y luego cruzarse con ellas por la calle e invitarlas a salir. “Es algo que te hace preguntarte cómo te encontré”, dijo Scott. Después, comenzó a quitarse la ropa y sugirió que tuvieran sexo. Stirling se sentía incómoda. Los comentarios de Scott habían sido perturbadores, recuerda, y le dijo que no deseaba dormir con él.
Enfurecido, Scott arrojó una botella de cerveza contra el piso, de manera que los vidrios rotos impidieran que Stirling caminara hacia la puerta. El hombre comenzó a gritarle y a echarse sobre ella, amenazándola con violarla. Stirling lloraba y le rogaba que parara. En un momento dado, Scott azotó la cabeza de Stirling contra la pared y le introdujo los dedos en la vagina. Se acabó, pensó ella. Voy a morir.
Scott pasó varias horas gritando y abusando sexualmente de ella, de acuerdo con la declaración de Stirling, y después, se disculpó y retiró los vidrios rotos con una escoba. Stirling se dio cuenta de que su única oportunidad de librarse de él era actuar como si nada hubiera pasado, por lo que fingió tener ganas de un cigarrillo y sugirió que salieran a fumar. Una vez que llegaron a la acera frente al edificio, Scott le pidió un beso y un abrazo; Stirling accedió, esperando mantenerlo calmado. Se despidieron y mientras el hombre se alejaba, ella regresó a su edificio y cerró la puerta con llave. Más tarde, fue al hospital y supo que tenía una costilla rota, un esguince en la cadera y una concusión.
Sentada frente a Skorzewski en la estación de policía, Stirling aún sentía dolor en la cabeza y en la cadera. Se quedó mirando al detective, esperando su reacción. Pero el detective no parecía muy convencido por su historia, pensó ella. Él le dijo que debía llamar a su atacante para grabar la conversación y hacerlo confesar el ataque, lo cual es una técnica de investigación estándar. Pero el simple pensamiento de llamar a Scott la aterrorizaba. Durante el ataque, Scott la había amenazado con buscarla y violarla siempre que quisiera tener sexo, ¿y ahora se suponía que debía llamarlo como si nada hubiera pasado? Skorzewski la presionó, preguntándole “¿A qué le teme?”, recuerda en entrevista con Newsweek.
Stirling suspiró. Hizo a un lado su miedo. Tomó su teléfono celular y marcó el número. El detective le indicó que actuara con normalidad para evitar cualquier conflicto. Necesitaban que Scott se sintiera cómodo; ella debía actuar como si quisiera verlo de nuevo.
Al principio, Scott parecía suspicaz, pero Stirling siguió hablando, calmando sus preocupaciones. Y mientras el detective escuchaba, Scott finalmente se disculpó por el ataque. Stirling se sintió aliviada. Skorzewski tenía una confesión, pensó ella, y ahora podría arrestarlo de inmediato.
Su alivio no duró mucho. Cuando colgó el teléfono, dice, el detective le indicó que el ataque había sido un delito menor que no ameritaba encarcelamiento. “Él no irá a prisión por esto”, dijo Skorzewski, y arrojó el expediente de su caso a un lado de la mesa. (A través de su abogado, Skorzewski no respondió a ninguna de las varias solicitudes que le hicimos para hacer algún comentario).
Stirling estaba atónita. Le suplicó al detective. “Si me hizo esto a mí, definitivamente se lo hará a la próxima mujer que lo rechace”, recuerda haber dicho. “Volverá a hacer esto de nuevo”.
‘UN LARGO CAMINO POR RECORRER’
Seis meses después de que decenas de mujeres acusaron al magnate de Hollywood Harvey Weinstein de violación y acoso sexual, miles de mujeres han levantado la voz en las redes sociales y han compartido sus propias historias de maltratos bajo el hashtag #MeToo.
Sin embargo, solo alrededor de la cuarta parte de las mujeres en Estados Unidos que sufren una violación denuncian el ataque ante los organismos de aplicación de la ley, de acuerdo con datos nacionales del Departamento de Justicia. Los defensores de las víctimas de violencia sexual afirman que su renuencia se debe, en parte, a la forma en que la policía investiga los crímenes sexuales. En años recientes, las investigaciones del Departamento de Justicia han identificado a varios departamentos de policía de todo el país que fracasan de manera constante en su manejo de los casos de violación y de crímenes sexuales. En Baltimore, investigadores federales descubrieron que los detectives pocas veces trataban de identificar o entrevistar a sospechosos o testigos, aun cuando las mujeres los identificaban claramente tras haber sido violadas. En Memphis, Tennessee, la policía frecuentemente omitió entregar kits de violación para realizar pruebas, de acuerdo con un teniente retirado que testificó en noviembre pasado como parte de una demanda en curso presentada por víctimas.
La Ciudad de Nueva York tiene problemas similares. Stirling es solo una de las muchas víctimas de ataque sexual que afirman haber experimentado un tratamiento deficiente o descuidado por parte de los detectives de la Unidad de Víctimas Especiales. Alrededor de la mitad de las casi 700 víctimas de ataques sexuales a quienes la organización sin fines de lucro Crime Victims Treatment Center (Centro de Tratamiento para Víctimas del Crimen) en la ciudad de Nueva York ayuda cada año informar sobre algún tipo de interacción negativa con la policía, como el hecho de que los detectives parecen aburridos o desdeñosos, o que nos devuelvan las llamadas de las víctimas durante semanas, afirma Christopher Bromson, director ejecutivo del grupo. Y alrededor de 15 por ciento de esas víctimas afirman haber recibido un tratamiento “atroz”, como el hecho de que un detective haya dicho algo como “Eso no fue una violación”, afirma Bromson.
Una parte importante del problema, según los críticos: Muchos investigadores de la División de Víctimas Especiales de esa ciudad tienen poca o ninguna experiencia de investigación; alrededor de un tercio de los nuevos reclutas provienen directamente del trabajo en patrullas, de acuerdo con un informe publicado en marzo por el Departamento de Investigación de esa ciudad, que es el organismo que investiga los casos de corrupción interna. Los reclutas reciben apenas cinco días de entrenamiento formal especializado, en comparación con las seis a ocho semanas de instrucción que recibe un patrullero motociclista, de acuerdo con el organismo de vigilancia.
Los fiscales han dicho que esos detectives en ocasiones maltratan a las víctimas, cierran los casos demasiado pronto y desalientan a las víctimas para que no continúen con la acusación. “Los detectives les gritaban a las víctimas y les decían cosas inapropiadas como ‘El fiscal del distrito te hará lucir como una cerda en el juicio’”, declaró Lisa Friel, que en ese tiempo era jefa de la Oficina de Víctimas Especiales del fiscal del distrito, en un borrador confidencial, escrito en 2009, de un memorando del Departamento de Policía de Nueva York, redactado acerca del mal desempeño de un detective de Víctimas Especiales y obtenido por Newsweek. “También amenazaron a las víctimas diciéndoles que las encerrarían”.
El DPNY afirma que, en años recientes, ha realizado varios esfuerzos para cambiar la cultura existente en la División de Víctimas Especiales con el objetivo de tratar con mayor sensibilidad a las víctimas de ataque sexual. Ahora, una unidad especial revisa todas las denuncias de crímenes sexuales, que suman alrededor de 8,000 cada año, para asegurarse de que se clasifiquen correctamente como delitos graves en caso de ser necesario. Otro equipo investiga los casos en los que se sospecha si se utilizó alguna droga para cometer una violación durante una cita, como la GHB. El DPNY incluso trasladó la oficina general de Víctimas Especiales de East Harlem, una zona con altos índices de criminalidad y que fue a la que acudió Stirling, a un lugar más tranquilo en East Village.
En una importante reforma que comenzó el año pasado, la división comenzó a permitir que los defensores de las víctimas revisaran una muestra de casos de delitos graves elegidos al azar para ayudarles a comprender mejor el proceso y permitirles intervenir en él. El departamento también implementó una nueva formación en realización de entrevistas para los detectives. De acuerdo con el DPNY, esto ayuda a obtener mejor información y pruebas aportadas por las víctimas sin volver a traumatizarlas. Esta técnica, denominada entrevista forense de trauma experiencial o FETI, por sus siglas en inglés, da prioridad a la conversación por encima del interrogatorio, y en ella, los detectives hacen preguntas amplias sobre lo que experimentó la víctima. “Esto va a transformar la forma en que la policía interactúa con las víctimas”, declaró Susan Herman, subcomisionada de políticas de colaboración del DPNY, en una entrevista con Newsweek realizada a finales del año pasado.
El DPNY es el departamento de policía más grande de todo Estados Unidos, y sus prácticas tienen un impacto desproporcionado en la forma en que los organismos de aplicación de la ley de ese país hacen frente a la violación y a la violencia sexual. “Creo que nosotros, como un organismo policiaco, estamos muy por delante de la mayoría de los departamentos de policía en cuanto a los servicios de investigación de ataques sexuales”, declaró en la misma entrevista el subjefe Michael Osgood, que asumió el cargo de director de la División de Víctimas Especiales en 2010 como parte de un esfuerzo para modernizarla. “Me sorprendería que cualquier otro departamento de policía fuera superior a nosotros”.
Los críticos afirman que los problemas persisten. En el informe más reciente del Departamento de Investigación se informa que la División de Víctimas Especiales tenía un grave déficit de personal, al contar con tan solo 67 detectives que atendieron 5,661 casos el año pasado. (Eso equivale a 20 veces la carga de trabajo de los detectives del área de homicidios). Para hacer frente en parte a la escasez de personal, la división degradó las violaciones cometidas “por conocidos”, es decir, los ataques en los que la víctima conoce al atacante, de acuerdo con el informe. Los dirigentes del DPNY ordenaron a los detectives que priorizarán las violaciones cometidas “por extraños” y los casos que atraen mayor atención de los medios. En el informe se pide que el DPNY renueve la División de Víctimas Especiales y que duplique la cantidad de detectives. (En una declaración, el DPNY desacreditó el informe, calificándolo como impreciso y como algo que podría inducir a la confusión. El organismo indicó que en realidad hay 85 detectives de Víctimas Especiales resolviendo casos y sostuvo que los investigadores de la división son los mejor entrenados del departamento. Un vocero del DPNY añadió que el número total de personas que trabajan en esa división aumentó en 36 elementos en este año).
Las consecuencias del informe no se hicieron esperar. El Consejo de la Ciudad sostuvo una audiencia el 9 de abril mientras los legisladores proponían leyes para mejorar la división. “El sistema de justicia penal no tiene, ni de lejos, la capacidad de respuesta ante las víctimas que debería tener”, declaró a Newsweek Terri Poore, directora de política de la Alianza Nacional para Acabar con la Violencia Sexual, un grupo de política con sede en Washington D.C., en una entrevista realizada el año pasado. “Tenemos un largo camino que recorrer”. Herman, del DPNY, también lo reconoce. “Necesitamos mejorar”, dice.
Stirling, cuyo relato fue corroborado por Newsweek mediante registros del tribunal, correos electrónicos y sus notas realizadas en esa época, no podía estar más de acuerdo. Ella afirma que su experiencia con Skorzewski le ha llevado a creer que el DPNY tiene un problema profundamente arraigado con la forma en que maneja los informes de violación y ataque sexual. En sus palabras, “seguí las reglas al pie de la letra, y eso no me ayudó en nada”.
‘LLAMA A LA POLICÍA’
Tras su reunión con Skorzewski, Stirling, redactora publicitaria, se mudó al departamento de un amigo de la familia en SoHo. Le aterrorizaba que Scott pudiera regresar y atacarla, por lo que su cuerpo se llenó de urticaria provocada por el estrés. Cada pocos días, tomaba un taxi hasta la puerta frontal de su departamento, para dar un vistazo adentro y alimentar a su gato. (Ella tenía un compañero de cuarto, pero este último frecuentemente se quedaba con su novio).
Stirling no había hablado con Scott desde que presentó cargos, pero unas cuantas semanas después, él se dio cuenta de que Stirling había denunciado el ataque, por lo que comenzó a enviarle mensajes de texto amenazadores. “Ya te veré”, escribió en un mensaje que Stirling proporcionó a Newsweek. “Vives en la misma calle”.
Preocupado por su seguridad, Stirling presionó a Skorzewski para que buscara a Scott en la casa de sus padres en Long Island o en los departamentos de sus otros familiares en East Village. Le rogó al detective que lo pusiera tras las rejas. “Usted es la única persona que puede ayudarme”, escribió en un correo electrónico. “Cuanto más pronto se ha arrestado este tipo, más rápido podré recobrar una sensación de normalidad”. Pero el detective nunca respondió, afirma.
El 8 de octubre, poco más de dos semanas después del ataque, Stirling volvió a mudarse a su apartamento. Todavía tenía miedo, pero sus heridas aún no sanaban y no se sentía lo suficientemente fuerte como para mudarse de casa en casa como invitada. Cerca de una semana después, alrededor de las 11 p.m. del 16 de octubre, se preparaba para ir a la cama después de un largo día de trabajo cuando escuchó un fuerte golpe en la puerta. Su compañero de cuarto vio a través de la mirilla y logró ver a Scott. “Es él”, dijo su compañero en voz baja. “Llama a la policía”. Ella lo hizo.
Scott permaneció en el corredor durante unos 20 minutos, llamándole y enviándole mensajes de texto repetidamente. Ella respondió una vez, debido a que el número estaba bloqueado y pensó que era la policía, pero colgó de inmediato cuando lo oyó decir, “Por favor, retirar los cargos”. Pero cuando los patrulleros llegaron, cerca de media hora después, Scott se había ido. Stirling les dijo a los oficiales que probablemente lo encontrarían en su departamento al final de la calle. Pero los oficiales se encogieron de hombros, afirma, y decidieron no hacerlo, diciendo que los detectives de Víctimas Especiales se ocuparían de él en la mañana.
Pasaron tres días antes de que Stirling recibiera alguna comunicación por parte de la policía, afirma. Era el 19 de octubre, y un detective llamó para decir que Scott estaba tras las rejas y que ella debía ir al norte para identificarlo. Se sintió emocionada y aliviada. Pero ese sentimiento no duró mucho. Cuando llegó a la estación, los detectives de Víctimas Especiales le dijeron que Scott había atacado a otra mujer; los hechos habían ocurrido unas cuantas horas después de que se presentó en el edificio de Stirling. Esta vez, la víctima era una desconocida. Alrededor de las 4 a.m., el hombre había seguido a una mujer de 20 años hasta el interior de su departamento en Stuyvesant Town, en Manhattan. En el elevador, la obligó a ir al piso y le levantó la falda para atacarla con los dedos, igual que había hecho con Stirling tres semanas antes, de acuerdo con la denuncia penal.
La mujer gritó, y los residentes del edificio salieron de sus departamentos para ver lo que ocurría. Scott corrió, pero las cámaras de seguridad captaron su huida. Al día siguiente, un detective de Víctimas Especiales lo arrestó en la casa de su madre en Long Island, el domicilio que Stirling afirma haber proporcionado a Skorzewski en múltiples ocasiones.
Cuando llegó a las oficinas generales de Víctimas Especiales, los detectives le mostraron a Stirling borrosas fotografías de vigilancia del hombre que cometió el ataque en Stuy-Town y le preguntaron si se parecía a Scott. “Sí”, dijo. Ahora que había atacado a una extraña y había sido registrado en una grabación, las autoridades acusaron a Scott por el ataque contra Stirling, el ataque cometido en Stuy-Town y por otro ataque sexual cometido unos meses antes.
Finalmente, la policía había atrapado al hombre que la había atacado sexualmente. Pero Stirling no se sentía agradecida. Estaba furiosa. Debieron haberlo arrestado varias semanas antes, antes de que pudiera lastimar a otra mujer.
“Me trataron como si estuviera mintiendo y no me creyeron durante un mes completo”, señala Stirling. “No tuvo que haber ocurrido así”.
‘TU CREDIBILIDAD SERÁ CUESTIONADA’
Mientras Stirling esperaba el juicio de Scott a principios de 2016, comenzó a investigar la forma en que la policía manejaba las denuncias de violación y ataques sexuales. Los resultados la dejaron perpleja. Y una de las primeras notas periodísticas que aparecían en Google tenía que ver con Skorzewski. “EXCLUSIVA”, decía un encabezado del New York Daily News. “Policía casado del DPNY acusado de besar y manosear a una víctima de violación tras una noche de copas en Seattle”. “Pensé, ‘¡Carajo, nadie me informó de que todo esto estaba sucediendo!’”, afirma Stirling.
En junio de 2013, poco más de un año antes del ataque contra Stirling, una estudiante de enfermería llamada Rachel Izzo, que en ese entonces tenía 23 años, llamó al DPNY para informar que había sido violada en Manhattan. Afirma que el atacante era un escritor de un programa televisivo sobre crímenes. Izzo lo conoció cuando estaba de visita proveniente de Seattle. Skorzewski tomó el caso. Izzo estaba de nuevo en su casa en el Estado de Washington cuando hizo la denuncia, por lo que el detective y su supervisor Adam Lamboy, teniente de Víctimas Especiales, volaron para entrevistarla.
Se reunieron en una pequeña sala de lactancia de la Universidad de Seattle, el alma Mater de Izzo. Izzo se sentía cómoda en el campus, y los elementos de seguridad le dijeron que la sala era privada y estaba desocupada. En su interior, los policías de Víctimas Especiales escucharon mientras ella describía la forma en que el escritor la había violado en su departamento después de cenar juntos; el escritor la desnudó a pesar de que ella le dijo que no quería quitarse la ropa. De acuerdo con Izzo, Lamboy le preguntó, “¿Estás segura de haber dicho realmente que no?” unas dos horas después de iniciada la entrevista. Izzo se sintió agredida. La estudiante se cerró y no respondió cuando los policías le preguntaron si tenía alguna duda.
Sin embargo, al otro día, se armó de valor. Quería saber cómo planeaban investigar. Skorzewski le pidió que charlaran en persona, y cuando Izzo salió de trabajar, ambos se reunieron para hablar del caso. Después, el detective le pidió que lo acompañara a un restaurante donde Lamboy estaba almorzando. Cuando llegaron, este último estaba bebiendo en una mesa exterior con su novia y le pidió a Izzo que se les uniera.
Ella declinó, pero Lamboy insistió. “Todo está bien”, le dijo, de acuerdo con la demanda que Izzo presentó ante un tribunal federal en contra de ambos oficiales y de la Ciudad de Nueva York. “Te protegeremos”. Los detectives le insistieron en que pidiera una bebida, y durante las siguientes 10 horas, fueron de un bar a otro en el lujoso vecindario de Capitol Hill en Seattle, de acuerdo con la demanda.
Lamboy y Skorzewski se emborracharon tanto, se afirma en la demanda, que se les negó el servicio, aun cuando hablaban del caso de Izzo y de otras investigaciones sobre violación enfrente de ella. “¡Eres mi víctima favorita!”, le dijo Skorzewski a Izzo.
En algún momento después de la medianoche, Izzo dijo que necesitaba irse a casa. Sin embargo, los oficiales la persuadieron de pasar la noche en su hotel, donde Izzo durmió en la cama de la habitación de Skorzewski. (Él durmió en un sillón cercano).
A la mañana siguiente, Izzo despertó y comenzó a ver televisión, dice. Para su sorpresa, Skorzewski trepó a la cama, la tocó y le dijo que quería besarla, de acuerdo con la demanda. Asustada y confundida, ella se paralizó. Le dijo que eso era inadecuado. Él persistió y ella le dijo que tenía que vestirse. El detective comenzó a reír, recordando que ella le había dicho lo mismo a su violador en la Ciudad de Nueva York. “Entonces, simplemente me derrumbé”, dice. Skorzewski la besó y la manoseó. Media hora después, Izzo se levantó y fue al baño, donde comenzó a llorar. (En los documentos del tribunal, Skorzewski negó casi todas las acusaciones que Izzo presentó en su demanda; más tarde, Izzo llegó a un acuerdo extrajudicial por 10,000 dólares, pagado por la ciudad, Lamboy y Skorzewski).
Cuando volvió al dormitorio, Skorzewski la encaró para hablar de lo que acababa de ocurrir, afirma Izzo. “El asunto no debe salir de este cuarto”, dijo, de acuerdo con la demanda. Antes de volar a Nueva York al día siguiente, Lamboy se mostró mucho más explícito, y le dijo a Izzo que si hablaba acerca de la juerga del día anterior, podría poner en riesgo su caso. “Tu credibilidad será cuestionada” si la agente se entera del asunto, le dijeron, de acuerdo con la demanda. (Un abogado que representa a Lamboy dijo que el teniente no sabía nada sobre algún contacto íntimo entre Izzo y Skorzewski y que se enteró de ello hasta que volvió a la Ciudad de Nueva York). Izzo se sintió destrozada.
En los meses siguientes, Skorzewski le enviaba mensajes de texto y le llamaba casi todos los días, de acuerdo con su demanda. Ambos sostuvieron largas conversaciones sobre sus vidas y los casos en los que el policía trabajaba. Izzo afirma que sabía que su continuo contacto era extraño, y sintió que el hombre se mantenía en contacto con ella para mantenerla callada. Sin embargo, tras ser violada por el hombre en Nueva York, necesitaba apoyo desesperadamente, y él se lo ofrecía. “[Yo] nunca antes me había sentido tan unido a una víctima”, le dijo Skorzewski.
En octubre de 2013, afirma Izzo, Skorzewski le insistió en que volara a Nueva York para organizar una llamada telefónica con el hombre que, según sus afirmaciones, la había violado, para grabar una confesión. Durante la llamada, Skorzewski garabateó preguntas en un cuaderno para que Izzo se las hiciera a su atacante. El simple hecho de escuchar la voz de su atacante la hizo sentir incómoda, y su intento de hacer que admitiera el ataque fracasó. Más tarde, Skorzewski dejó de responder sus llamadas, afirma.
Furiosa y frustrada, probó con llamar a su oficina. Una detective de Víctimas Especiales contestó. Izzo afirma que el detective le dijo que su división había cerrado su caso y le pidió que no volviera a llamar, y luego le insinuó que no había hablado con la verdad con respecto al ataque ocurrido en Nueva York. “Aquí no jugamos”, le dijo la detective, de acuerdo con Izzo. Siento que hayas tenido una mala experiencia, dijo la detective, “pero eso no significa que haya ocurrido algún delito”.
Izzo se sentía abatida, y en abril de 2014 denunció a Skorzewski y a Lamboy ante la Oficina de Asuntos Internos del DPNY, que es la unidad encargada de investigar la mala conducta de los policías. Ocho meses después, en la investigación de Asuntos Internos se confirmaron varias partes de la denuncia de Izzo, y Lamboy y Skorzewski finalmente se declararon culpables de las acusaciones departamentales (no criminales) de mala conducta contra una víctima. Ambos detectives admitieron haber actuado inapropiadamente con Izzo, mientras que Skorzewski admitió haber tenido una relación íntima con la víctima de un caso en el que trabajaba, de acuerdo con registros presentados como pruebas en la demanda de Izzo.
Cuando Stirling leyó por primera vez sobre el caso de Izzo, no podía creerlo. Skorzewski había estado sujeto a una investigación durante cinco meses cuando tomó su caso. Stirling se preguntó cómo había sido permitido todo eso.
‘LO SIENTO MUCHO’
En junio de 2016, Scott se declaró culpable de los tres ataques sexuales. Pero Stirling aún sentía que el DPNY la había tratado injustamente. Por ello, mientras se acercaba la fecha de la sentencia, preparó una declaración en la que arremetía contra la policía por la forma en que había manejado su caso. Sin embargo, cuando habló con el asistente del fiscal del distrito que llevaba su caso, éste la instó a no criticar al departamento. “Dijo algo parecido a ‘Queremos centrarnos en lo terribles que fueron las acciones de Juan Scott’”, recuerda Stirling. “‘No queremos que la historia trate acerca de cómo el DPNY arruinó el asunto’”.
Ella no se detuvo. Aquel noviembre, de pie, frente al juez y a una sala repleta en el centro de Manhattan, Stirling leyó su declaración. Hablo de las concusiones que había sufrido en el ataque, de la forma en que éste le dificultaba pensar con claridad o terminar sus frases, así como de la forma en que Skorzewski hizo que una experiencia aterradora resultara aún peor. “Si la policía me hubiera tomado en serio, este tercer ataque pudo haberse prevenido”, dijo Stirling a la corte. “El sistema me ha fallado en cada paso del camino”. El juez sentenció a Scott a 14 años de cárcel.
Dos meses después, en enero de 2017, Stirling narró nuevamente su historia, esta vez ante el Comisionado del DPNY James O’Neill. Había acudido a las oficinas de la policía junto con defensores de víctimas que querían presionar al departamento para que mejorara la forma en que investigaba los casos de ataque sexual. Sentada en una mesa de conferencias, relató cómo Skorzewski había pasado por alto sus súplicas de ayuda. De acuerdo con los defensores, O’Neill se mostró consternado y se disculpó de inmediato. “Siento mucho que esto le haya sucedido”, dijo. Los defensores afirmaron que O’Neill les dijo que creía que el entrenamiento FETI, junto con otras reformas, ayudaría a resolver los problemas que le plantearon. (El DPNY declinó comentar sobre la reunión).
Sin embargo, para Stirling, la respuesta del departamento parecía más palabras que acciones. Finalmente, el DPNY puso a Skorzewski en “baja condicional”, un castigo en el que el empleado ha sido dado de baja nominalmente, pero se mantiene en el puesto durante un año, de acuerdo con registros policíacos presentados en la demanda de Izzo. “Cuando termine el año, también terminará la baja condicional”, informó BuzzFeed en una investigación reciente en la que criticaba esa práctica. Actualmente, Skorzewski ya no es un detective que investiguen crímenes sexuales, pero sigue siendo oficial del DPNY.
“Uno podría pensar que el DPNY querría desligarse [de Skorzewski]”, dice Stirling. “Es una carga para su reputación”.
‘TENEMOS EL MISMO NOMBRE’
Casi tres años después de su ataque, Stirling recibió un correo electrónico de Noah Hurowitz, un reportero que había cubierto la sentencia de Scott para el sitio web DNAinfo. Stirling lo había contactado unos meses antes para agradecerle por su cobertura, pero no había recibido respuesta. Ahora, el reportero le hacía una sorprendente propuesta: ¿Le gustaría a Stirling reunirse con Izzo? El periodista la había entrevistado para un reportaje sobre la forma en que el DPNY investiga los casos de violación, e Izzo, que conocía el caso de Stirling, le había pedido que se la presentara.
Stirling estuvo de acuerdo, y Hurowitz las puso en contacto mediante correo electrónico. Ambas mujeres intercambiaron mensajes y descubrieron que tenían mucho en común: “Tenemos el mismo nombre”, recuerda haber pensado Stirling. “Ambas somos del estado de Washington, a las dos nos jodió el mismo detective, y a las dos nos gustan los gatos”.
Ambas vivían también en la Ciudad de Nueva York. Así que, en mayo de 2017, un fresco día de primavera, Stirling e Izzo se reunieron por primera vez en Cobble Hill, un tranquilo y lujoso vecindario de Brooklyn. Pidieron té en la cafetería y lo bebieron tranquilamente mientras caminaban unas cuantas calles hasta el Parque Boerum. Finalmente, se sentaron en una banca y hablaron sobre todo lo que habían pasado.
Ambas recordaron cómo Skorzewski no les informaba sobre sus casos tras la denuncia inicial. Izzo se enfurece cuando ve notas periodísticas sobre violaciones o ataques sexuales, y Stirling sufre terribles recuerdos repentinos de su ataque y pesadillas en las que Scott sale de la cárcel solo para lastimarla de nuevo mientras la policía se queda parada sin hacer nada. Ambas se sentían bien al tener a alguien que pudiera comprender aquello por lo que cada una estaba pasando. “Odio utilizar esta frase, pero me siento aliviada al tener una ‘amiga de violación’”, dice Stirling. “Ella me comprendió en una forma en que nadie más pudo haberlo hecho”.
Izzo concuerda, y añade que muchas víctimas con las que se ha reunido están tan sumergidas en su ataque que no pueden enfocarse en nada más. No es el caso de Stirling. “Tengo la impresión de que ella es realmente fuerte y ruda y no actuó como víctima en absoluto”, señala Izzo. “Me siento verdaderamente identificada con eso”. Después de pasar cerca de una hora juntas, ambas mujeres se despidieron.
Actualmente, ellas se envían mutuamente mensajes de texto al menos una vez al mes, intercambiando noticias e historias sobre casos de violación y apoyándose una a la otra cuando tienen un día difícil. (Las revelaciones sobre abusos sexuales cometidos por un médico del equipo de gimnasia de Estados Unidos resultaron especialmente ofensivas para Izzo, que fue competidora en ese deporte cuando era más joven). Juntas, afirman, encontraron la fortaleza para llamar a cuentas al DPNY e impulsar cambios para que otras mujeres reciban un mejor trato.
En palabras de Izzo, “No permitimos que esto nos matara”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek