Los enfrentamientos recientes por las noticias falsas y la negación del cambio climático guardan una semejanza sorprendente con el choque descubierto en los archivos del fenómeno ovni.
LA GENTE suele confundir a Kate Dorsch con alguien que estudia extraterrestres. Pero, en realidad, Dorsch estudia otra cosa. Candidata doctoral en la Universidad de Pensilvania, ha investigado los informes sobre ovnis que recoge el gobierno de Estados Unidos.
La Fuerza Aérea empezó a reunir esos relatos durante las primeras etapas de la Guerra Fría como parte de un programa llamado Proyecto Libro Azul. En 1966 contrató a la Universidad de Colorado para investigar a fondo los informes de estadounidenses comunes sobre “encuentros” extraterrestres. Tres años más tarde, el Proyecto Libro Azul se dio por concluido y, a la larga, la Sociedad Filosófica Estadounidense archivó parte del proyecto en Filadelfia.
Hace tres años, Dorsch, quien es historiadora, se puso a revisar los archivos. Encontró sacos de tierra de presuntos sitios de aterrizaje de platillos voladores y hasta un pedazo de papel de aluminio que, según alguien, se desprendió de un ovni. En el proceso descubrió otra historia: una que relata la lucha entre “testigos” del fenómeno ovni y los científicos que no les creyeron. Un conflicto que apunta a los debates recientes sobre el cambio climático y las noticias falsas.
Dorsch afirma que, en los relatos archivados, los creyentes fervientes en los ovnis tuvieron dificultades para explicar lo que vieron; objetos misteriosos, luces brillantes, y formas extrañas en el cielo. Sin embargo, los científicos que intervinieron en el proyecto los consideraron locos y se esforzaron, obstinadamente, en negar el concepto de los platillos voladores. Dorsch confiesa haberse sentido asombrada por “el empeño que puso esa gente para… disuadir al crédulo público estadounidense de creer en esto”.
Sin embargo, entre aquellas respuestas, Dorsch notó también que los científicos intentaron encontrar la manera de comunicarse con los laicos. Por ejemplo, los documentos dejan constancia de que los académicos brindaron a los testigos del fenómeno ovni un medio más adecuado para relatar sus historias: “¿Puedes usar esta tabla para decirnos cuán brillante era la luz?”. “¿Cuál moneda describe mejor el tamaño del objeto?”.
Entre tanto, los observadores instaban a los científicos a tomarlos en serio. Dorsch percibe súplicas implícitas en sus narrativas: “Vi esta cosa. Soy una persona confiable. No estoy borracho. Recibí educación. Soy un astrónomo aficionado”.
El abismo entre detractores y creyentes se origina en la evolución de la ciencia. Durante siglos, el descubrimiento científico fue un asunto de simple observación: hacer notas, predicciones; cosas que cualquiera podía hacer. Para mediados del siglo XX, la ciencia se había fracturado en subespecialidades, cada cual con sus propios requisitos de experiencia. Muy pronto, el conocimiento individual dejó de ser una credencial adecuada. En vez de ello, los integrantes de una especialidad se juzgaban mutuamente a partir de los títulos obtenidos y los libros escritos.
Este cambio dio entrada a los charlatanes, personas que fabrican credenciales y promueven ideas que los científicos consideran correctas. El aceite de víbora siempre es más apetecible si lo vende alguien cuyo nombre va precedido por la sigla “Dr.”. Dorsch hace referencia a los invitados del programa de televisión Alienígenas ancestrales, quienes se hacen llamar “doctores” y tienen una lista de libros publicados a su nombre. “Son personas que sienten que el establishment no los escucha, y necesitan que alguien les diga que lo que sienten es real”, explica.
Dorsch agrega que la división de lo que constituye la autoridad se traduce en que las personas deben prestar más atención a las fuentes de donde obtienen su información. “La información que tienes cambia, dependiendo de en quién confías”, previene.
También lleva a la gente a aprovechar cualquier oportunidad para aplastar las opiniones contrarias. Tomemos el caso de las pequeñas disputas científicas sobre el cambio climático. Los métodos más recientes y precisos para medir y modelar la temperatura dan la impresión de que el planeta se ha calentado con más lentitud de lo esperado. Esto ha desatado debates entre los científicos, mas no cuestiona el consenso sobre el cambio climático. No obstante, quienes intentan refutar el consenso, utilizan el debate como una prueba a su favor. Semejante respuesta “es una corrupción absoluta de, exactamente, lo que los científicos han dicho durante décadas”, acusa Dorsch. “Una vez que defines el criterio de lo que es válido como hecho, de lo que cuenta como verdad, alguien encuentra la manera de manipularlo”.
Los enfrentamientos recientes por las noticias falsas y la negación del cambio climático guardan una semejanza sorprendente con el choque descubierto en los archivos del fenómeno ovni. Las personas no quieren que las figuras de autoridad les digan que están equivocadas, y no quieren ser ignoradas. “En esencia, lo que está en juicio es… la cualificación de la experiencia”, afirma Dorsch. “Solo es cuestión de tiempo para que alguien aparezca y diga: ‘Te entiendo’”.