Son las 5:30 de la tarde y los 14 integrantes del Circo Inclusivo México, conformado por jóvenes con síndrome de Down acompañados de sus instructores, entrenan arduamente cada uno en su acto para que todo salga bien en la próxima función.
Los seis acróbatas que acudieron esta tarde, sonrientes, atienden las indicaciones de los hermanos Monforte, Francisco y Diana, fundadores de este proyecto, y de Martín Sousa, entrenador de artes circenses y dueño del espacio donde estos jóvenes dan forma a sus sueños.
El proyecto del Circo Inclusivo México surgió en agosto de 2015. Tras meses de ensayo, dieron su primera función el 17 de febrero de 2016 en el Kiosko Morisco, en Santa María La Ribera, Ciudad de México, a la cual asistieron más de 500 personas.
La idea de Diana y Francisco, de crear un espectáculo inclusivo, surgió luego de que ella estudiara una maestría en Pedagogía y trabajara con personas con capacidades diferentes.
Ambos son hermanos de Eduardo, quien participa en el circo con el número de los aros; él fue una de sus principales motivaciones.
“Siempre nos ha gustado el arte y en especial el circo, los dos estudiamos Pedagogía y gracias a eso pudimos aterrizar este proyecto, combinando ambas partes y basándonos en la inclusión. Desde un inicio hemos evolucionado y creemos que vamos por buen camino, nuestra meta a corto plazo es lograr un proyecto interdisciplinario”, cuenta Diana.
Esta misma iniciativa se nota en los esfuerzos de los muchachos al ensayar una y otra vez sus actos. Memo entrena una y otra en la viga. Víctor parece haberse cansado, pero Francisco se acerca para darle ánimos; le enseña unos guantes de box y de inmediato toma fuerza para entrenar de nueva cuenta. Jorge prefiere los malabares, aunque luego se anima por primera vez a entrenar en el aro aéreo. Con apoyo de Diana y Martín sube, y aunque al inicio le dio miedo, lo logra y termina con una gran sonrisa.
Sus limitantes motrices no son una barrera para realizar sus respectivos actos. Lalo se entusiasma al ver la cámara y, temerario, pide a sus hermanos ensayar el número de la pirámide humana para ser captado con una sonrisa de oreja a oreja.
“El ‘no puedo’ no existe, el decirlo significa más bien un ‘no lo quiero intentar’. La discapacidad está en nosotros mismos desde el momento en que homogeneizamos a las personas y creemos que ellos, por sus limitantes físicas, no son capaces y estamos muy equivocados. La verdadera discapacidad está más bien en los límites que tú te pongas y ellos no tienen ningún límite. A diario nos lo demuestran”, comenta Francisco mientras sonríe al ver a su hermano practicar.
Son casi las 7 de la noche y el entrenamiento llega a su fin. Con el sudor en sus frentes, estos acróbatas y artistas se reúnen al centro del patio donde entrenan y se abrazan al tiempo que realizan actividades de enfriamiento.
Francisco y Martín dan las indicaciones finales y exigen el máximo esfuerzo hasta el último minuto, pues saben bien de lo que ellos son capaces.
“Tuve miedo al inicio, pero es normal”
Cuando los trabajos físicos terminan, Memo se acerca con la intención de platicar. Todavía un poco agitado y con la playera empapada -pues se roció agua al sentirse acalorado- intercambia
unas palabras sobre lo que significa el circo para él.
“Yo hago la viga porque me gusta y he vencido mis miedos. Hoy me subí al aro y sentí padre, pero al principio me dio un poco de miedo pero eso es muy normal. A Diana y Francisco quiero darles las gracias por invitarme al circo inclusivo. Lo que más me gusta de venir aquí es entrenar”, cuenta sin dejar de sonreír.
Guadalupe Horta Reyes, quien trabaja con Memo, afirma que este joven ha mejorado en su seguridad.
“Estos chicos pueden hacer miles de cosas. Memo trabaja en un restaurante va al cine, sale con sus amigos. Él ayuda al chef, no tiene límites”.
Una pieza clave para que este proyecto haya evolucionado han sido las personas cercanas y sobre todo los padres de los protagonistas circenses. Marcela Carvallo, madre de Francisco, Diana y Eduardo, se dice orgullosa por el proyecto que iniciaron sus hijos y la entrega con la que se desarrollan.
“El circo los integró a los tres aún más, Lalo es muy feliz. A ellos les fascina ser parte de esto, se nota porque todo lo hacen con pasión y mucho gusto”. A pesar de que ahora Marcela sabe que participar en el circo puede ser lo mejor que le ha pasado a Lalo, asegura que al inicio le costó mucho trabajo soltarlo.
Y aunque su apoyo sea indispensable, para Diana Monforte el mayor trabajo es con los padres: “a veces el verdadero esfuerzo se hace con ellos, para que suelten a sus hijos y les den confianza”.
Virginia Figueroa y Jorge Manuel Tovar, padres de Jorge, quien entrena malabarismo, consideran que es importante darse cuenta de su capacidad y descubrir sus aptitudes para que con base en ellas logren desarrollarse.
“Nosotros como padres debemos hacer un gran esfuerzo para apoyarlos y que hagan lo que de verdad les guste, debemos infundir lo mejor de nosotros en ellos para que se conduzcan. Nuestro peor enemigo a vencer siempre será la ignorancia de creerlos limitados”, consideran.
Cae la noche y poco a poco los protagonistas de este circo se retiran a sus casas. En tanto, Diana,
Francisco y Martín recogen los aparatos y materiales utilizados. Agotados físicamente por el esfuerzo, pero satisfechos porque ensayo tras ensayo hay más avances.
“Jugamos, pero jugamos en serio”
Circo Inclusivo México fue planeado desde un inicio de una manera profesional. Más allá de abrir un espacio de integración para esta comunidad, se trata de hacer bien las cosas y crear un espectáculo de calidad.
“Yo soy exigente como en cualquier otro proyecto circense donde he participado. Si alguien enferma buscamos quien lo cubra y continuamos, siempre tratamos de hacerlo lo mejor posible para que escénicamente salga bien y el público lo disfrute”, cuenta Martín Soula profesor y director de la escuela Cóndor, lugar donde ensaya el Circo Inclusivo.
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La principal intención de Diana y Francisco es difundir y fomentar la idea de inclusión además de que las cualidades de personas con síndrome de Down y otros trastornos o discapacidades sean valoradas.
“A veces erróneamente personas como ellos son vistos como los ‘enfermos’ que no pueden hacer
nada y es todo lo contrario. Son alegres, poderosos y sensibles. Tienen todo para ser felices, por eso aquí hacemos las cosas bien estamos siempre jugando pero jugamos en serio”, añade Francisco.
Incluso aseguran que la respuesta del público ha sido increíble. Se han presentado ya en muy diversos lugares, desde secundarias hasta asilos.
“Yo creo que donde más aplausos nos hemos llevado es en el asilo. Las personas de la tercera edad reaccionaron de una manera que no había visto ni con otros circo donde he estado”, comenta Martín entre risas.
Y es que asegura los chicos se entregan en cada entrenamiento. “Para mí darles clase ha sido muy distinto porque gracias a ellos me di cuenta que todas las personas somos distintas, ninguna es más o mejor que la otra, simplemente tenemos diversas aptitudes y con base en ello debemos prepararnos, para explotar mejor nuestras cualidades. De hecho ellos creo que se esfuerzan más que muchos otros alumnos que he tenido que no presentan alguna dificultad motriz”, finaliza.
Camino largo para acabar con la discriminación
“El circo en esencia lo que busca es romper lo establecido, nosotros con el Circo Inclusivo queremos romper estructuras donde mostremos que todo es posible”, dice Francisco quien reconoce que el tema de la exclusión en México hacia ciertos grupos sociales cada vez es más marcado.
De acuerdo con el INEGI, en México hay 7.1 millones de personas con alguna discapacidad. 3.8 millones son mujeres y 3.3 millones son hombres. En el caso de la Ciudad de México hay 47 personas con discapacidad por cada mil habitantes.
Las opciones educativas son los Centros de Atención Múltiple (CAM), que brindan una preparación técnica a nivel primaria y secundaria. Sin embargo, de las 207 mil 682 escuelas de nivel básico que existen en la Ciudad de México, tan solo el 16 % pertenecen a los CAM.
Para los padres de los integrantes del Circo Inclusivo México, esta oferta educativa es limitada.
Consideran que de nada sirve que los muchachos reciban una preparación durante años para que al final, cuando intentan integrarse al mercado laboral no hay espacios para ellos.
“Lalo estuvo en el CAM 16 y el CAM 28 estudió armado de muebles y carpintería pero sinceramente fue muy poco lo que mi hijo logró. Sí aprendió cosas, pero ha conseguido mucho más aquí”, relata Marcela.
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Siendo especialistas en el tema al haber estudiado pedagogía, los hermanos Monforte creen que
el problema de la inclusión va mucho más allá de las pocas ofertas laborales. Consideran que la inclusión es la base de todo.
“Es muy complejo hablar del sistema educativo, al final no deja de ser un sistema donde tienes que alinearte sí o sí, sin que se tomen en cuenta tus cualidades. La culpa no es de los profesores, porque ellos no reciben la preparación adecuada para tratar con ciertas discapacidades.
Considero que México va a avanzar en este tema el día en que dejen de existir los Centros de Atención Múltiple”, argumenta Francisco.
Para ellos el simple hecho de contar con escuelas especiales para personas que presentan trastornos, síndromes o discapacidades físicas, es ya un acto de discriminación. Y por ende una vez que terminan su preparación no encontrarán trabajo, porque vienen de una escuela “especial”, donde la formación de habilidades se ve limitada.
“Y es que en los CAM no discriminan, pero al recibir a personas con todo tipo de sintomatologías es muy difícil que puedan superarse. Creemos que todo va a cambiar a para ellos el día que, por ejemplo, acepten a una persona con síndrome de Down en una escuela primaria tradicional”, consideran los hermanos Monforte.
Más que un proyecto, el Circo Inclusivo para todos sus integrantes “es un estilo de vida, el inicio de una gran aventura”. Inclusión es la palabra clave para los 14 integrantes que hoy lo conforman, así como para sus familias, y esperan que dicho concepto algún día sea comprendido por la sociedad para que todas las personas sean valoradas por sus cualidades humanas y no por sus limitantes físicas.
Si te interesa asistir a sus funciones, la próxima fecha es el 25 de febrero en la Casa del Lago. El evento será totalmente gratuito en punto de las 11:30 de la mañana. Y si quieres ser parte de este proyecto, ponte en contacto con los hermanos Monforte en su página de Facebook o asiste directamente a los entrenamientos los días jueves en la calle Condor 19, colonia Los Alpes, muy cerca de la estación Barranca del Muerto. O bien asiste al teatro al aire libre Juan Ruiz de Alarcón afuera de la estación del metro Normal. La convocatoria está abierto a todo el público.
Visita su página en Facebook para mayor información.
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