Diminutos cristales de sal incrustados en meteoritos procedentes de mundos alienígenas antiguos albergan en su interior el agua y los compuestos orgánicos esenciales para la vida, afirma un nuevo análisis que sugiere que las rocas espaciales que se precipitaron sobre la Tierra pudieron haber sembrado la vida.
“Todo apunta a la conclusión de que realmente es posible que la vida se origine en otros lugares”, dijo en un boletín de prensa la coautora del estudio, Queenie Chan, científica planetaria de la Universidad Abierta del Reino Unido. “Estos meteoritos contienen una gran variedad de compuestos orgánicos, incluidos tipos orgánicos muy primitivos que probablemente representan la composición orgánica del sistema solar inicial”.
El artículo, publicado en la revistaScience Advances, analizó los “primeros líquidos del sistema solar”, los cuales se hallaban atrapados dentro de los cristales de sal de dos rocas espaciales. “Es como una mosca en ámbar”, añadió en un comunicado de prensa el científico David Kilcoyne, del laboratorio Advanced Light Source en Berkeley, una instalación del Departamento de Energía de Estados Unidos que participó en la investigación.
Los dos meteoritos que analizaron los científicos, y que fueron descubiertos en 1998, han sido denominados Zag y Monahans. Ambos datan de hace 4.5 mil millones de años, más o menos los primeros tiempos de nuestro sistema solar. Los investigadores creen que los meteoritos se originaron en asteroides como Ceres (el objeto más grande del cinturón de asteroides y considerado potencialmente habitable) y Hebe (otro asteroide relativamente grande, el cual podría estar lo bastante cerca para intercambiar materiales, del mismo modo en que los viajeros del metro intercambian gérmenes).
Y, de hecho, el equipo responsable del nuevo artículo detectó indicios de que los caminos de Zag y Monahans –o de los asteroides donde se originaron- se habían cruzado mucho antes de caer en la Tierra. “Las cosas no son tan simples como pensábamos”, dijo Chan.
Los científicos pudieron conseguir un fragmento prístino del meteorito Zag y entonces, lo destruyeron; con un cuidado excepcional, por supuesto. Primero, llevaron las muestras a una habitación que habían limpiado con alta potencia para asegurarse de no contaminarlas. Luego, las fracturaron cuidadosamente utilizando herramientas que habían calentado a más de 480 grados centígrados, durante 24 horas completas, para reducir aún más el riesgo de contaminación. Por último, analizaron los aminoácidos –los bloques de construcción de las proteínas- que encontraron dentro.
Del mismo modo, tomaron un cristal diminuto obtenido del interior del meteorito Monahans y lo disolvieron, como si soltaran sal en una olla de agua hirviendo, pero súper limpia. Y el análisis de los residuos reveló que el cristal contenía carbono, nitrógeno y oxígeno: tres elementos de importancia crítica para la vida que conocemos.
Luego de considerar todas las pistas obtenidas, los investigadores opinan que los cristales de sal formaron una corteza en la superficie de algún asteroide, como Ceres. Entonces, una gran erupción lanzó los cristales en un chorro de agua o de hielo hacia el espacio, donde adquirieron su llamativo color azul. A la larga, aterrizaron en un segundo asteroide, donde quedaron enterrados bajo otra roca, hasta que ese asteroide también los expulsó en los meteoritos que los transportaron hasta la Tierra.
Confirmar que estos compuestos, tan importantes para la vida que conocemos, pueden caer de esa manera en la Tierra, no es prueba de que hayan precipitado el inicio de la vida. No obstante, demuestra que ese escenario es una posibilidad muy real.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek