EN 1993, con la publicación de La primera calle de la soledad, Gerardo Horacio Porcayo inauguró y se convirtió en Latinoamérica en el principal impulsor del cyberpunk, ese género literario que cuenta historias urbanas sazonadas con toques de novela policiaca oscura y tecnología cibernética.
Ahora, a casi 25 años de la publicación de aquella obra insigne de la ciencia ficción mexicana, Porcayo presenta Plasma exprés, una novela cuyos personajes vitales, los vricolacas, emergen de las tribus góticas de la Ciudad de México. Avezados en las ciencias cibernéticas y computacionales, convertidos en expertísimos hackers, estos góticos se someten a operaciones quirúrgicas, se modifican el estómago, se ponen colmillos retráctiles falsos y se transforman en vampiros.
Publicada por la casa editorial Destino, Plasma exprés arranca con el asesinato en un ritual de una mujer argentina en el paradisiaco bosque de Chapultepec. En sus investigaciones, los agentes de policía descubren que el homicidio fue trasmitido en vivo vía internet. Las pruebas y evidencias inspeccionadas apuntan directamente a los vricolacas, aquellos seudovampiros que, a través de ataques cibernéticos, intentan reivindicar su especie y hacer realidad su sueño de convertirse en la pesadilla de aquellos que los han rechazado como raza cuando aún no han establecido su identidad.
“Es una novela de ciencia ficción y thriller,es lo que se conoce como cyberpunk”, consigna el autor en entrevista con este medio. “Antes, tengo la necesidad de mencionar que Blade Runner [1982, película] fue la fundadora de la estética cyberpunk, es decir, todos los derivados, las novelas, partes de las citas del cine o los animes tienen su origen estético en Blade Runner”.
Además, confirma, su obra también es una ofrenda a ese monstruo de las letras que fue William Burroughs: “Es un homenaje al señor Burroughs. Nova Express es una de sus novelas de ciencia ficción más aplaudidas porque en todo momento habla de las adicciones a la tecnología. En mi obra todos los personajes son adictos a la tecnología de una u otra manera, y en el título puse ‘plasma’ debido a que los vricolacas comen sangre, por eso la novela se llama Plasma exprés”.
Gerardo Horacio Porcayo es de Cuernavaca, ciudad morelense en la que nació en 1966. Lingüista y maestro en letras iberoamericanas, sus novelas y libros de cuentos comprenden una docena de títulos que le han merecido igual número de reconocimientos, entre los que destacan los premios Axón Electrónico Primordial de Ciencia Ficción, el Nacional Puebla de Cuento de Ciencia Ficción y el Sizigias.
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—¿Qué podemos agregar a la definición del cyberpunk, Gerardo?
—Hay muchas maneras de definirlo. En realidad, toda corriente literaria tiene ciertos rasgos distintivos. En este caso, para mi gusto, el cyberpunk es la vertiente más existencialista de la ciencia ficción. Es la primera ciencia ficción que no se va por los sueños escapistas ni protege a los protagonistas para llegar a un final feliz, utópico, o donde haya una esperanza de que en el futuro habrá un desarrollo mayor. De hecho, esa es una de las características por las que muchos cienciaficcioneros reaccionaron en contra del cyberpunk, porque son proyecciones al futuro grises, no son alegres.
—Además, engloba la temática urbana y tecnológica.
—Siempre se trata de historias urbanas, historias con un toque de novela policiaca oscura, de thriller, más que de novela de deducciones. Eso permite ir abriendo el camino a los personajes y a la trama, es la acción misma, estamos hablando de casos en donde no hay un solo asesino o una sola persona, es un cúmulo de gente interesada que va detonando por sus diferentes intereses, va abriendo puertas que desembocan hacia el final. Y lo siguiente es que desarrolla una temática de muchos efectos especiales, armas e implantes quirúrgicos. Esas son las características estéticas. Y la característica filosófica es la parte existencialista.
—Tú eres el fundador del cyberpunk en América Latina. ¿Sientes cargar con algún compromiso?
—Eso tiene que ver con cómo uno interpreta su realidad. Mi manera de hablar de la ciudad en aquel tiempo, 1993, cuando publiqué La primera calle de la soledad, era la única en que yo podía expresarme sobre la violencia. En esa novela me preocupaba mucho la proliferación de grupos de religiones nuevas en México; recuerdo muchos pueblitos de Morelos, que es un estado pobre, y me preocupaba que hubiera una proliferación enorme de los cultos religiosos que fundaban nuevas capillas y la gente muy pobre acudía allí a rezar porque la Iglesia católica no funcionaba más. Entonces, en reacción a eso y a la violencia escribí esa novela, que fue la única, durante mucho tiempo, de ciencia ficción, de cyberpunk, y por eso se me considera el impulsor. No obstante, toda novela se tiene que defender por sí misma; muchas veces los movimientos literarios responden a un impulso comercial y aquí no fue así porque en (la editora) Tierra Adentro no había un comercial.

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—¿Cómo se construye una novela de ciencia ficción sobre la Ciudad de México en donde la realidad supera a este género?
—La Ciudad de México, México mismo, es irreal, lo dijo [André] Breton hace mucho tiempo. Es una ciudad que no acepta amarres ni definiciones y que se revela todo el tiempo. Eso es lo interesante, por eso en la novela uno de los personajes es la Ciudad de México misma. La ciudad se está hundiendo bajo los segundos pisos, el Centro Histórico está inundado en las cloacas y en la periferia crece una nueva forma de relacionarse. La ciudad es un escenario interactuante que posibilita el surgimiento de nuevas tribus urbanas y de una economía evidentemente informal, y ese tipo de cosas son en las que pone la mirada el cyberpunk. ¿Por qué ciencia ficción? Algo que tiene la ciencia ficción es que hipertrofia los problemas, los hace más visibles. Y ese es el objetivo.
—¿Por eso crees que el lector debería leer ciencia ficción?
—Algo primordial, según decía Angélica Gorodischer, una autora argentina, es que la ciencia ficción te hace pensar, y eso ya en sí mismo es fundamental. Julio Cortázar hablaba de la literatura en la que el lector se incluye, tiene que ser copartícipe de la historia, y decía que las novelas no tenían que ser esas cosas que no plantean mayor dificultad que la de estirarse y bostezar, sino que, para ser una buena novela, tiene que implicarte, ganarte y, en algún plano, ayudarte a construir la novela. Y en Plasma exprés, por ejemplo, hay un narrador multimedia y notas periodísticas que surgen y separan los capítulos, pero que dan la pauta para que el lector reconstruya el mundo o autoconstruya la novela. Esa es mi propuesta.
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